Francisco, pastor y teólogo. Varios autores

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      PRÓLOGO

      Los días 12 a 14 de noviembre tuvo lugar en la sede del Ateneu Universitari Sant Pacià (AUSP), de Barcelona, el congreso internacional dedicado al análisis y visión de «La aportación del papa Francisco a la teología y a la pastoral de la Iglesia».

      Con la publicación de todas las intervenciones de aquellos días se ponía de relieve no solo el carácter indiscutiblemente internacional de la figura del papa Francisco, sino el deseo de entrar en una mayor comprensión y recepción de sus intuiciones teológico-pastorales. Como podrá observarse en el mismo título del congreso, hablamos de «aportación», esto es, de la contribución que el papa ofrece con su magisterio a incrementar, por un lado, el progreso, léase, el despliegue y el desarrollo de sus propias intuiciones heredadas de su propia biografía, recibidas y vividas en la tradición de la Iglesia. Se trata de agudizar nuestra capacidad de observación para descubrir propiamente los retos del presente y las urgencias evangelizadoras de este cambio epocal. Por otro lado, se subraya la estrecha relación entre el campo de la reflexión y el de la acción, teología y pastoral. El papa Francisco es un hombre lleno del Espíritu –y, por tanto, lleno de intuiciones– que no hacen de la pastoral algo cercano a la improvisación ni hacen de la teología un sistema cerrado o completo en sí mismo.

      La capacidad de lectura de la realidad es aguda, precisa, sesgada inicialmente por la propia trayectoria vital, pero complementada por esos ya siete años y algo más de su pontificado. El deseo de relación de diversos datos y realidades humanas marcadas por la esperanza, pero también el dolor del inocente, hacen de estas intuiciones un atento aviso a no construir la reflexión y comprensión de la realidad humana desde lo alto, desde lo abstracto. Pero, a su vez, el Espíritu es quien interpela a vivir cada instante desde la confianza en Dios y desde la esperanza, que no es huida del presente, sino recepción y aceptación de él. Y es este mismo Espíritu de Dios el que permite crecer en el ejercicio del discernimiento, a través de momentos de desolación y de consolación. Hoy, como siempre, y por eso la insistencia del papa Francisco, pastor de pastores, es necesario crecer en la intención y la capacidad de «abrir los ojos» ante la realidad, tal como se manifiesta, y reducir la distancia entre lo creído, lo esperado y lo vivido.

      Ese deseo se traduce en una aportación significativa, comprensible y cercana, potenciando en el proceso evangelizador una escucha atenta, activa, y una sensibilidad generosa y creíble. Actitudes de gran exigencia espiritual que los ponentes del congreso vivido en Barcelona tuvieron la capacidad de recoger y transmitir de manera diversa, complementaria y rica en datos biográficos del Bergoglio de Buenos Aires y del Francisco de Roma, que, sin ser un antes y un después, marcan una trayectoria muy clara y definida hacia el deseo evangelizador de nuestro mundo. Los mismos ponentes fueron quienes alcanzaron a los asistentes con sus propias reflexiones, para poner de relieve términos no complejos, pero sí llenos de referencias en la misma tradición eclesial, para ahondar en esas intuiciones convencidas y convincentes del mismo Francisco. Nos referimos a términos tan oídos como deseables para nuestra vida eclesial y nuestra renovación misionera: alegría, santidad del pobre, discernimiento, pueblo fiel de Dios, misericordia, conversión misionera, piedad popular, sinodalidad, María...

      El congreso se desarrolló en tres días, con tres bloques diferenciados. A la manera de un retablo barroco, se empezó contemplando el panel central, «La Iglesia, principio de unidad del género humano», con las aportaciones, y por este orden, del cardenal Luis F. Ladaria, precedida de las palabras inaugurales del cardenal de Barcelona J. J. Omella, siguiendo con el cardenal de Bolonia, M. Zuppi, y los profesores M. Bofarull, religiosa del Sagrado Corazón de Jesús, y el biblista y rector del AUSP, A. Puig i Tàrrech. El segundo panel se centró algo más en la aportación de los subrayados teológicos, «Una teología en el corazón de la vida y del mundo», con las intervenciones del cardenal W. Kasper, el arzobispo J. Planellas, los profesores M. Gronchi y C. M. Galli, y el laico A. Tornielli, para finalizar con el profesor P. Xalxo. El tercer y último panel de nuestro retablo focalizó su deseo en exponer las intuiciones pastorales de Francisco, «Dios habita en la ciudad», con las aportaciones de J. Mbarga, arzobispo de Yaundé, el obispo F. Anthony Machado, de Vasai, la profesora C. Cornielle, de Boston, el obispo A. González Montes, de Almería, y el cardenal C. Osoro, de Madrid. Cada una de las intervenciones nos remite esencialmente, como podrá leerse, a las aportaciones magisteriales del papa Francisco, empezando por Evangelii gaudium hasta llegar a Querida Amazonía, pasando por todos los textos mayores, Amoris laetitia, Laudato si’, Gaudete et exsultate, Veritatis gaudium, Christus vivit, y sin renunciar a tantas otras formulaciones y referencias del día a día, destacado el ámbito homilético de Francisco y sus discursos en viajes apostólicos diversos.

      Las quince ponencias, protagonizadas por hombres y mujeres, pastores y expertos, han llevado a término una síntesis del pensamiento y acción del papa Francisco, y estas actas, publicadas en español, catalán e italiano, no son sino una aportación más, indiscutiblemente necesaria para posteriores análisis.

      Agradecemos el trabajo de organización y gestión realizado desde el equipo de secretaría del AUSP, Begoña Palau, Adela Serra, Dolors Cerdán, Cristina Godoy, así como al equipo de comunicación durante los días del congreso, Óscar Bardají, Montse Rovira y Jordi Massegú. Que la publicación de estas actas sean el estímulo para recentrar en todo momento y en todo lugar la misión de la Iglesia en este mundo nuestro, obra de Dios.

      DANIEL PALAU VALERO

      director de la Cátedra de Teología Pastoral

      «Arquebisbe Josep Pont i Gol»

      INAUGURACIÓN DEL CONGRESO

      «LA APORTACIÓN DEL PAPA FRANCISCO

      A LA TEOLOGÍA Y A LA PASTORAL DE LA IGLESIA»

      Mons. JUAN JOSÉ OMELLA

      Barcelona

      Señores cardenales, señor arzobispo de Tarragona, arzobispos, obispos, ponentes, profesores y profesoras, alumnos y alumnas del Ateneu Universitari Sant Pacià, hermanos y hermanas:

      Es un honor para nuestro Ateneo y para mí mismo tener entre nosotros personas venidas de todo el mundo para reflexionar sobre el pensamiento del papa Francisco y su praxis. El estrecho vínculo entre teología y pastoral caracteriza su ministerio al servicio de la Iglesia católica. Este servicio se ensancha e incluye a las Iglesias hermanas y a las comunidades eclesiales, a las religiones mundiales, empezando por el judaísmo y el islam, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. El pontificado del papa Francisco, obispo de Roma, no se limita a la Iglesia católica, que encuentra en él el principio de la unidad y de la comunión, sino que posee un alcance universal.

      En un mundo caracterizado por la disolución de las utopías, por la falta de visión y por un dominio creciente del «yo» sobre el «nosotros», el papa Francisco instaura una forma de actuar en la que se reconocen muchos habitantes del planeta. Son, sobre todo, los que habitan en la periferia los que han visto y ven en él a alguien que los defiende y que los representa ante los poderes fácticos de la política y la economía.

      Vivimos en unos tiempos de repliegue identitario, en el que proliferan los populismos y fundamentalismos intransigentes. Muchos están convencidos de que es necesario levantar muros y reforzar fronteras, sobre todo mentales. Quienes razonan y actúan de esta manera hacen un flaco favor a la humanidad, ya que evitan que se construya un mundo más fraterno que promueva la comunión entre personas y culturas. En cambio, el papa Francisco propone con tenacidad encomiable un modelo personal y social abierto, en el que el tiempo es superior al espacio, la unidad prevalece por encima del conflicto, la realidad es más importante que la idea y el todo es superior a la parte, como afirma él mismo en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, el documento

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