Elementos para una (re)interpretación de las convenciones internacionales de drogas. Francisco E Thoumi

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Elementos para una (re)interpretación de las convenciones internacionales de drogas - Francisco E Thoumi Economía

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los costos y amplió la capacidad de los productores de drogas para llegar a mercados distantes. El comercio internacional de drogas se convirtió en un factor importante en la expansión del capitalismo occidental y la construcción del imperio europeo (Courtwright, 2002, Parte I).

      El opio se utilizó en China desde tiempos inmemoriales, pero las interpretaciones históricas de la evolución de la producción, el tráfico y el consumo en ese país son contradictorias. El principal punto de debate es el papel desempeñado por las potencias colonialistas europeas en el crecimiento del consumo de opio. Una versión comúnmente aceptada presenta esta sustancia como un instrumento para explotar el mercado colonial implementado por medio de la Compañía Británica de las Indias Orientales (CBIO):

      El Gobernador General de la India, el marqués Warren Hastings, fue el principal promotor del opio en el Imperio Celestial después de que asumió el control del monopolio de opio de la CBIO en 1757 y diez años más tarde obtuvo un permiso para venderlo en China. (Arango y Child, 1986, p. 142).

      El Partido Comunista Chino tiene una posición similar: “La Guerra del Opio fue provocada deliberadamente por los invasores británicos. Fue la primera de una serie de guerras agresivas lanzadas por potencias capitalistas que tenían como objetivo hacer de China su semi-colonia o su colonia” (Varios autores, 1980, p. 3)13.

      Una versión menos popular basada en una combinación de análisis históricos y económicos muestra un fenómeno más complejo. No cabe duda de que las políticas del Reino Unido en la India, donde la adormidera era un cultivo importante, buscaban abrir los mercados chinos al comercio internacional, pero China tenía un gobierno reacio al comercio y había permanecido aislado del resto del mundo durante siglos. Esa renuencia se vio reforzada por su gran distancia con respecto a muchas economías en crecimiento, lo que aumentó los costos del comercio. Su gobierno estaba dispuesto a comerciar solo desde un puerto, Cantón, aunque el enclave portugués en Macao facilitó el contrabando. El gobierno estaba dispuesto a exportar, pero no a importar productos británicos manufacturados como textiles. Además, las exportaciones chinas como la seda, las especias y la porcelana fina, muy demandadas en Occidente, solo podían pagarse con moneda dura: oro o plata.

      La naturaleza del sistema monetario de la época fue un factor clave en la génesis de las Guerras del Opio. El oro y la plata eran las monedas nacionales y cuando un país tenía un déficit comercial internacional tenía que pagar con esos metales. Esto reducía la cantidad de dinero en circulación en el país importador, lo que generaba una deflación de precios y recesiones económicas. Por eso para mantenerse, el sistema requería flujos de comercio internacional sin grandes desequilibrios que perjudicaran a los países importadores. Así, “los europeos vaciaron sus arcas para comprar los bienes que anhelaban. Los intentos de corregir este desequilibrio proporcionaron un impulso principal para la expansión occidental” (McAllister, 2000, p. 10). La reacción británica al déficit comercial no se limitó a buscar exportaciones legales a China, sino que también apeló al contrabando para pagar las exportaciones chinas.

      China tenía una larga historia de más de dos mil años durante la cual había experimentado períodos importantes de progreso social y económico, seguidos de períodos de conflictos internos y declive. En el siglo XVIII, su gobernabilidad había disminuido sustancialmente. Era una sociedad muy grande, diversa y fragmentada que incluía a muchos pueblos. La dinastía Qing de origen manchú era considerada extranjera por la mayoría y la población manchú era muy pequeña. A lo largo del siglo XIX, hubo varias rebeliones y movimientos separatistas que incrementaron las dificultades para aplicar la ley en el Imperio Chino y fomentaron una débil lealtad hacia el emperador manchú. Este entorno políticamente inestable alentó las actividades económicas ilegales e hizo que el contrabando se hiciera muy atractivo. La Rebelión Bóxer (1898-1901), un movimiento contra los extranjeros, anticristiano y anticolonial generó temores de un caos político en el país con consecuencias generalizadas para todo el este y el sudeste asiático14.

      Además, la cultura china era profundamente sino-céntrica y rechazaba cualquier contacto con los “bárbaros occidentales” (Escohotado, 1997, p. 24). Esta característica es común en las sociedades que han permanecido aisladas durante mucho tiempo, en el cual desarrollan una visión que las coloca en el centro del mundo y miran las relaciones internacionales a través de ese prisma. En China, la falta de conocimiento sobre el mundo externo era generalizada y el enfoque sino-céntrico era concordante con el confucianismo prevaleciente. Esto promovió un sentimiento de superioridad y un rechazo a los contactos con el resto del mundo. La debilidad de la marina china, una consecuencia de su aislacionismo, permitió a un pequeño contingente británico ganar las Guerras del Opio (Walker III, 1991).

      Cuando Escohotado (1997) evaluó las interpretaciones comunes de las Guerras del Opio concluyó que:

      […] hay tres clichés comunes e inexactos. Uno es que los europeos llevaron el opio a un país donde era desconocido y exigieron su legalización. Pero, por el contrario, los contrabandistas acaban de satisfacer una demanda muy antigua y [...] trataron de evitar que el opio se legalizara porque la prohibición era mucho más rentable para ellos. El segundo cliché se refiere a las intenciones de la corte manchú que se presentan como iniciativas terapéuticas y morales, cuando su razón inicial era puramente económica. El tercer cliché nace de pasar por alto la catastrófica situación de China durante todo el siglo XVIII, que permite percibir los problemas del opio como la causa de los males sociales en lugar de sus síntomas. Estas tres falsedades combinadas llevaron a la gente a pensar en un gobierno dispuesto a hacer cualquier sacrificio para tener un país más sano y moderno, pero frustrado por una conspiración occidental que exportaba algo considerado como un veneno en sus propios países15. (p. 30).

      Las diversas estimaciones del volumen de opio consumido, el número de adictos y usuarios en China, así como la medida de los aumentos en esas variables son contradictorias, hecho que no es sorprendente debido a la incertidumbre producida por el gran tamaño del país, con muchas regiones aisladas y dificultades para estimar con precisión esas variables. Walker III (1991) afirma que en 1900 “tal vez hasta una cuarta parte de todos los chinos fumaba opio preparado. Las importaciones de opio indio habían alcanzado su punto máximo algunos años antes, pero el crecimiento interno no mostró signos de disminución” (p. 12). Paoli, Greenfield y Reuter (2009) establecieron que:

      […] el opio desempeñó muchos papeles en China. Sirvió como un producto médico, un artículo recreativo, un calmante del ansia de la adicción, una insignia de distinción social y un símbolo de la cultura de élite […]. Un porcentaje notablemente alto de la población china consumía opio, pero sólo con poca frecuencia. Por ejemplo, Newman (1995: 786-788) afirma ‘que, a partir de 1906, alrededor del 60% de los hombres adultos en China y el 40% de las mujeres adultas fumaban aproximadamente 15 gramos de opio al año con fines festivos. Incluso el número de ‘usuarios frecuentes’ (fumadores de alrededor de 1,5 gramos cada tres días) fue de unos 37,8 millones (alrededor del 20% de los hombres adultos y el 8% de las mujeres adultas)’ [...] Newman (1995) concluye que unos 16 millones de chinos (6% de la población adulta) eran dependientes de las drogas. (p. 18).

      La JIFE (2008b) sostuvo que a principios del siglo XX “sólo en China al menos el 25 por ciento de la población masculina fumaba opio y había alrededor de 10 millones de adictos al opio en una población total estimada de aproximadamente 450 millones” (p. 9). Sin embargo, “Newman (1995) y una nueva generación de nuevos historiadores creen que la mayoría de los usuarios, incluidos muchos usuarios regulares, todavía eran capaces de tener vidas normales y no sufrieron consecuencias negativas con el uso de opio” (Paoli, Greenfield y Reuter, 2009, p. 18), lo cual plantea dudas sobre la gravedad del “problema de uso del opio” en China.

      Un estudio detallado de las importaciones chinas de opio, utilizando estimaciones

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