El Campesino Puertorriqueño. Atiles Francisco Del Valle
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El Campesino Puertorriqueño / Sus Condiciones Físicas, Intelectuales y Morales, Causas / que la Determinan y Medios Para Mejorarlas
Os diré toda la verdad, porque es ella la que salva. Hombres hay que juzgan bueno ocultarla; estos son impostores ó tímidos que Dios rechaza, porque la verdad es Dios mismo y velarla es velar á Dios.
PREÁMBULO
La Junta Directiva del Ateneo de Puerto Rico ha tenido á bien someter á estudio la interesante cuestión de El campesino puertorriqueño. Nosotros, más que por otro motivo, por sernos simpático el asunto, cuando el Certámen se anunció resolvimos redactar esta Memoria; pero algunas circunstancias individuales nos obligaron á suspender el trabajo, cuando aun no llegaba á la mitad. Sólo después de prorrogado el plazo de admisión por acuerdo del Ateneo, reanudamos la tarea comenzada, y la hemos seguido con una precipitación que, si no puede servir de disculpa á la deficiencia de este trabajo, servirá por lo ménos como excusa de su desaliño.
Sin pretensiones de ninguna especie, hemos procurado consignar hechos y apreciarlos con imparcialidad, estudiando las causas que según nuestro modo de ver los determinan; en ocasiones hemos tenido que refrenar nuestro provincialismo para conseguir aquel propósito; pero estamos seguros de haber hecho lo posible para mantenernos dentro del carácter imparcial que debe animar al que estudia esta clase de asuntos. Luego proponemos los remedios que estimamos convenientes para impedir el mal, porque mal y grande es por cierto que en una provincia como la de Puerto Rico, esencialmente agrícola, exista un considerabilísimo número de brazos, y brazos precisamente destinados á la agricultura, incapaces por sus condiciones físicas, intelectuales y morales de aportar, de una manera cumplida, su contingente á la obra del progreso.
Hemos seguido en la redacción de esta Memoria el mismo órden con que ha sido enunciado el tema que nos proponemos desarrollar. "Estado actual de las condiciones físicas, intelectuales y morales del campesino puertorriqueño y su familia, causas que lo determinan y medios para mejorar dichas condiciones." En la primera parte hacemos algunas consideraciones generales, sin profundizar en ellas, porque tienen su lugar en la sección correspondiente.
Al investigar las causas que determinan el estado físico del campesino, tratamos á grandes rasgos de las condiciones de la Isla, bajo sus aspectos, clima, suelo, etc., es decir, de todo aquello que deba tenerse en cuenta en la apreciación del medio; datos de los cuales no hemos creido que debíamos prescindir, pues su importancia es grande en el análisis de estos problemas sociales. Por eso entramos en él, bien que tratándole someramente, ya que á ello nos obliga la premura del tiempo, dada la brevedad del plazo que se concede para estudiar problemas tan árduos como el que motiva este trabajo.
El estudio de los caractéres intelectuales del campesino, se nos ha facilitado mucho por los trabajos recientemente publicados en el país, que se refieren á la cultura intelectual de nuestra Isla.
Los caractéres morales que ostentan nuestros jíbaros, encuéntranse sobradamente explicados por la historia de este pequeño trozo de tierra, en el que no por serlo se dejan de presentar los mismos problemas que en otras partes preocupan la atención; problemas que siendo nuestros, á nosotros principalmente nos interesa resolverlos.
Por eso, porque hemos visto en el tema propuesto por el Ateneo esa aspiración, nos hemos decidido á concurrir al Certámen, no creyendo resolver desde luego cuestión tan trascendental como la que envuelve el estado social del grupo rural puertorriqueño, sino aportando á la obra nuestro pobre trabajo, y sin buscar en ello otra cosa que el reconocimiento de la buena voluntad que nos guía. Lo primero es acopiar materiales para la obra; si ella resultase demasiado árdua para nuestras fuerzas, otras personas podrán, sin duda, hacer más, con mayor provecho. Por nuestra parte bástanos la satisfacción de haber coadyuvado en la medida de nuestras fuerzas á propósito tan laudable como lo es el mejoramiento de nuestras clases agrícolas.
ETNOLOGÍA
No tenemos la pretensión de hacer un estudio completo de etnología puertorriqueña. Agrupar en cuadros más ó ménos sencillos los variados elementos etnológicos que constituyen nuestra actual población no sería obra imposible, pero requiere una labor especial que no creemos sea de absoluta necesidad para el desarrollo del tema presente; aparte de que, asunto de tal interés no cabría dentro de la modesta extensión que pensamos dar á esta Memoria. Creemos, sin embargo, que será conveniente apuntar algunas ideas generales acerca de este asunto, las cuales son dignas de tenerse en cuenta, y nos importará recordar cuando estudiemos las causas que determinaron el modo de ser del campesino borincano.
Poblada la Isla de Puerto Rico hasta fines del siglo XV por la raza indígena – especie americana – raza originaria de las regiones del nordeste de Asia, que – ateniéndonos á la descripción que de sus caractéres físicos nos hacen los historiadores, y á la clasificación de Mr. de Quatrefages, – hemos de considerar como una raza mixta, de las aproximadas al tronco amarillo, vino el descubrimiento á cambiar radicalmente este estado de cosas, trayendo con los españoles, que desde el principio del siglo XVI ocuparon la Isla, el elemento blanco que poblaba el suelo de la península española, en el cual, como sabemos, existían confundidas razas mediterráneas distintas: vascos, semitas en sus dos ramas, é indo-europeos en su rama aryo-romana. Luego cuando la Real Cédula de 1513 autorizó la importación de esclavos, se introdujo en la colonia naciente la especie negra, y por último, una vez abierta la Isla al comercio universal, á ella han venido, aunque en poco importante número, distintas razas y aún otras especies que son un factor secundario en la etnología puertorriqueña.
Alguna influencia, aunque poca, debemos asignar al tronco indígena, como elemento etnológico; pues los españoles mezclaron desde los primeros dias de la conquista su sangre con la india. Este parentesco no es, sin embargo, de los más importantes, pues aunque la Historia asegura que cuando Don Juan Cerón pasó en 1509 á San Juan, la isla "estaba tan poblada de gente como una colmena," es lo cierto que en 1582, por haber emigrado los unos y sucumbido los otros, no había ya naturales en el país; cosa que había motivos para esperar que sucediese, en más ó ménos lejano plazo, desde que ocupó el limitado territorio de Borínquen una raza más viril y civilizada que la indígena, supuesto que los españoles sólo tenían en contra la naturaleza del clima, mientras que á su favor estaban todas las ventajas de la civilización. Es axiomático que la cultura de los pueblos invasores es siempre fatal para los pueblos salvajes invadidos.
Además de esta ley, que se cumple indefectiblemente en el combate de la vida, como quiera que la superioridad para el triunfo la preparan elementos varios, debemos anotar que el trabajo rudo á que se sometió á los indios, principalmente el de las minas, las nuevas costumbres impuestas á los indígenas, el abatimiento consiguiente á un pueblo dominado, que vé ocupado el querido suelo patrio por extraña gente, las enfermedades importadas y otras muchas causas, entre las cuales predominó, por desgracia, la explotación de los vencidos y el mal trato que se les dió, á pesar de las Reales recomendaciones que ordenaban lo contrario; son causas que contribuyen á justificar el hecho de la rápida extinción del primitivo habitante de Puerto Rico.
La falta de brazos que esta desaparición originó, hizo pensar á los conquistadores en los esclavos negros para satisfacer aquella necesidad. La raza etíope vino, pues, al suelo borincano; de modo que, si bien ésta nunca llegó á estar representada por un número de indivíduos superior al de los blancos, fué no obstante suficiente para que constituyera un factor tan fundamental como la raza caucásica de la población actual de Puerto Rico. De estos factores, por los inevitables cruzamientos, se ha originado el elemento mestizo, distinto de los anteriores.
Es sabido que en las costas, por su acceso al comercio, es más fácil el cruzamiento de razas que en los pueblos del interior, en donde el trato con extraños apénas tiene lugar. Obsérvase, además, que la mujer muestra siempre mayor repugnancia á mezclar su sangre con la de una raza inferior, y si tenemos en cuenta la degradación que