Los negroides. Fernando González

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Los negroides - Fernando González

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puede brotar de nosotros, si humillaron a nuestros padres? Pues bien, nuestros gobiernos, ya se llamen liberales, ya sea Alfaro o Alfonso López, siguen la prostitución de América, convirtiendo a los indios, por medio de eso que llaman misiones.

      Lloraban las viejas vanas de las instituciones caritativas, cuando en 1935, durante el Congreso Eucarístico de Medellín, unos frailes españoles de las misiones de Urabá trajeron al cacique Capilele y a sus hijos, y en ceremonia solemne y vana les cambiaron los bellos nombres por los de Alfonso López y Luis Martínez Echeverri. ¿Qué diría Cristo al ver que su obra se convirtió en barbas castellanas?

      Lo inteligente con nuestra raza indígena sería ayudarle a su desarrollo, instigar sus instintos creadores, sus formas religiosas y su arte. La obra verdadera está en comprenderlos; pedagogo es quien comprende, no quien enseña letanías. En América podría haber originalidad en la cultura, aporte al haber común de la humanidad.

      ¿Qué ha sucedido y qué sucede? Que todavía Europa, a través de nosotros, mulatos vanidosos, gobierna a Suramérica; que somos completamente vanos. Los instintos americanos no se han manifestado; nuestro pueblo está dormido en sueño de siglos.

      ¿Las causas? El indio fue humillado por la civilización más fanática, la cristiana, y Suramérica, por los más rudos de Europa, los españoles. De suerte que nosotros, los libertos bolivarianos, mulatos y mestizos, somos vanidosos, a saber: creemos, vivimos la creencia de que lo europeo es lo bueno; nos avergonzamos del indio y del negro; el suramericano tiene vergüenza de sus padres, de sus instintos. De ahí que todo lo tengamos torcido, como bregando por ocultarse, y que aparentemos las maneras europeas. Ayer estuve conversando con un señor de Bogotá, jefe político. Tenía los dientes torcidos, como bregando por esconderse en las encías; la color, como si lo negro y lo amarillo bregara por esconderse detrás de lo blanco, y las ideas y pasiones atisbando detrás de las lecturas del conde Keyserling: un verdadero hijo de puta. Hijo de puta es aquél que se avergüenza de lo suyo. Por aquí me han llamado grosero porque uso esta palabra, pero la causa está en que mis compatriotas son como el rey negro que se enojó porque no lo habían pintado blanco.

      Porque somos hijos de padres humillados por Europa, simulamos europeísmo, exageramos lo europeo. Nuestra personalidad es vana. Por eso Suramérica no vale nada; pero el día en que se practiquen mis métodos de cultura, el día en que seamos naturalmente desvergonzados, tendremos originalidad. Creo firmemente que yo soy el filósofo de Suramérica; creo en la misión; me veo obligado a ser áspero y seré odiado, pero ¿podría cumplir mi deber con dulces vocablos?

      Al mismo tiempo, lo europeo no es natural en nosotros. Somos seres frustrados. Todo el que aprende a leer en Suramérica, se avergüenza de ésta y de sí mismo y de sus padres; si es rico y viaja por Europa, gasta demasiado y simula vicios y lujos para hacerse perdonar su origen; si político, extrema las prácticas europeas. Guzmán, en Venezuela, y Núñez en Colombia, fueron rastacueros insignes. Cuando Schopenhauer y Werther, se suicidó aquí José Asunción Silva; cuando Marx y Lenin, aparecieron un negro del Chocó, llamado Córdova, un mestizo de no sé dónde, llamado Gaitán, y otro de cuyo nombre me acordaré luego, que aumentaron la obra de aquéllos.

      Todo lo imitamos y nada es natural en nosotros. Un francés me decía: “¡Pero deme suramericanismo! Sería un triunfo si presentáramos en París lo suramericano…”. Le contesté que lo suramericano era lo parisiense, pero prostituido. Que las rameras, todo el vicio parisiense, en el ochenta por ciento, era de suramericanos.

      Lo malo está en que hay grandes extensiones de América perdidas ya para la auto-expresión. La vanidad tuvo la culpa. Estados Unidos son europeos; Argentina es un mosaico, sin idioma, sin carácter.

      VII

      Todos creen que son Argentina y Estados Unidos los que valen en América. Para el biólogo, para el que medita en los destinos remotos, para el amante de la originalidad, esos países están perdidos. La Argentina nada vale para la posible originalidad. Allá nada hay americano: es mosaico. Puede igualar a Europa; puede llegar a ser europea, por la ciencia, por las máquinas, por ferrocarriles y edificios, pero ya no puede aportar matices al resultado de la cultura humana. Su alma aborigen se ahogó en la inmigración. Todos los sociólogos, todos los políticos, todos los filósofos, han cantado himnos a la Argentina, han dicho que la inmigración hizo de ella el mejor país de Suramérica.

      Yo soy el que no ve posible originalidad sino en la Grancolombia: Nueva Granada, Venezuela y Ecuador. En las tres existen los elementos para una cultura original.

      Detesto la vanidad, como lo habrá visto el lector; pero ya que mis compatriotas no han querido entender, les diré que el valor de mi obra está en la prédica de la cultura, en la oposición a la inmigración, en la incitación a la originalidad. He sido el discípulo de Bolívar, el que primero entendió que el gran mérito de éste consistió en su anhelo de libertar el alma suramericana, y no en su papel de hacedor de libertos políticos.

      Nueva Granada, Venezuela y Ecuador: la Grancolombia, “madre de las repúblicas”, teatro de manifestación humana, fusión de razas, cuna del hombre unificado…

      Del Amazonas para abajo tienen estaciones, están atraídos por Europa; son países llamados a ser copia europea. En la Grancolombia tenemos la originalidad física y humana: climas variados a causa de las montañas; presiones atmosféricas variadísimas; terrenos propios para todo cultivo; aguas las más abundantes y precisamente las cantidades de instintos, pasiones, etc., de todas las razas humanas necesarias para producir un tipo nuevo de cultura. Esto puede ser, indudablemente, el lugar de la renovación del hombre.

      VIII

      A nuestra tierra y a nuestra raza se han hecho críticas europeas, aceptadas y agrandadas por nosotros, y que han sido formuladas por el profundo interés que tiene Europa en conservarnos humillados, con almas de colono. La literatura y la sociología europeas han hecho circular y repetido hasta formarnos un complejo de inferioridad, las siguientes proposiciones:

      1. El trópico es impropio para el hombre.

      2. El producto de la mezcla de razas no sirve.

      Con estas dos proposiciones, Europa nos ha tenido más colonos humildes, que España con sus virreyes y ordenanzas. A causa de ellas, que son las dos ideas que ocupan todo lo que se escribe acerca de nosotros, todos los gobernantes nativos que hemos tenido desde la Independencia, y todos los letrados, han vivido usando y propugnando el crédito extranjero, por misiones, por inmigración: plagiar, aumentar la vanidad. Ni un solo instante hemos vivido para nosotros mismos y de nosotros mismos. SURAMÉRICA NO HA SIDO LIBERTADA SINO APARENTEMENTE. BOLÍVAR MURIÓ SIN HABER REALIZADO SU OBRA. Un amigo tengo en Colombia, Alejandro López: su obra, El desarme de la usura, en su espíritu general, en la tesis que allí domina y que consiste en sostener que Europa nos mira como a colonos y que nos da literatura para mantenernos en tal estado, debe ser considerada como el evangelio. Y sin embargo, no hay veinte colombianos que hayan leído cuidadosamente a este autor. Alejandro López y otro, son los únicos escritores que se han libertado de la sugestión europea.

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