A cuadro: ocho ensayos en torno a la fotografía, de México y Cuba. Beatriz Bastarrica Mora
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Universidad de Guadalajara
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Jefa de la Unidad Editorial
Primera edición, 2020
© Juan Arturo Camacho Becerra y Julia Preciado, coordinadores
ISBN 978-607-547-790-9
D. R. © Universidad de Guadalajara
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Se editó para publicación digital en septiembre de 2020
Estudio introductorio
Juan Arturo Camacho Becerra
Julia Preciado
DOCUMENTO VISUAL O ¿VISUALIZAR EL DOCUMENTO?
La fotografía es uno de los inventos mecánicos que conmocionó la forma de difundir las ideas impresas, el modo de percibir la imagen, y la creación artística. La fotografía dividió la historia del mundo, según opinó Roland Barthes (Mateos, 2007: 23); es cierto, partió la historia del mundo, pero también detuvo “el movimiento”: fijó “en un plano una imagen circunstanciada, situada en un momento del espacio y del tiempo” al contrario de la pintura su hermana artística, que creaba las imágenes de forma “artesanal y laboriosa” (Huerga, 2007: 39).
La fotografía es un “registro visual de un acontecimiento desarrollado en un momento y en un tiempo concreto” (Lara, 2005: 3), y “permite que algo pueda ser vuelto a ver” (De Miguel y Ponce de León, 1998: 84). Ese registro va más allá de un objeto artístico, los científicos sociales actualmente se esfuerzan por redefinirla como documento. Es decir, es material para investigar en historia, sociología, y antropología, por mencionar solo tres disciplinas. En sociología la fotografía se analiza desde la perspectiva social, y se le considera como “instrumento de análisis, como industria, como profesión y como constructora de la realidad social” (De Miguel y Ponce de León, 1998: 96). La sociología visual, por ejemplo, de la vida cotidiana se cimenta a partir de fotografías caseras o domésticas, las fotografías valen “para definir las historias familiares particulares y la evolución de familias concretas” (De Miguel y Ponce de León, 1998: 101).
Las fotografías son importantes para la antropología porque, entre otros aspectos, registran los ritos de paso; las imágenes adquieren significado adicional si las capturan familiares y amistades: la fotografía es “un rito social” por excelencia o “al menos parte” de él (De Miguel y Ponce de León, 1998: 85). Quizá el rito de paso más fotografiado por amigos, familiares y profesionales es el casamiento que “escapa a la rutina cotidiana”, la ceremonia se fotografía “porque genera la imagen que el grupo construye de sí mismo”. Porque lo que
se capta y fotografía “son los papeles sociales” (Bahía, 2003: 169). Las fotografías como fuentes de información poseen dos características: la histórica y la etnográfica.
En historia, la fotografía se sondea como a un documento de archivo, el historiador la considera un “registro visual de un acontecimiento desarrollado en un momento y en un tiempo concreto” (Lara, 2005: 2).1 Así, “el texto visual” proyecta su fulgor para que el historiador analice un acontecimiento, la fotografía contiene en sí misma el sello del tiempo en que se capturó, es oficio del historiador “descifrar la información visual contenida en esos documentos” (Lara, 2005: 3). Una fotografía “admite diferentes lecturas y, por tanto, distintas interpretaciones en función del contexto en el que se analice y/o del historiador que interpele la imagen”, corresponde al historiador decodificar ese “signo icónico” (Lara, 2005: 19).
El investigador que analiza documentos visuales, puede dividir las fotografías en tres categorías: “fotos-ventana”, “fotos-espejo”, y “fotos-regla” (De Miguel y Ponce de León, 1998: 88). La primera, reproduce la realidad, es decir, se abre para mostrar “el mundo visible a la luz, reproducirlo exactamente”, aunque como en todas las fotografías, el fotógrafo selecciona el entorno que quiere registrar. Este tipo de fotografía se utiliza, por ejemplo, como testimonio en procesos judiciales.
Las “fotos-espejo” transmiten los sentimientos de quien oprime el obturador, “proyectan lo que el fotógrafo siente ante una realidad social”. En las “fotos-espejo” el autor comparte con el espectador su opinión de lo que captura, lo que importa es el mensaje que comunica. Este tipo de fotografías se usa “como material autobiográfico, incluso para el análisis psicoanalítico de una persona o un grupo social” (De Miguel y Ponce de León, 1998: 90). Las “fotos-regla” capturan la irrealidad o la fantasía, son las fotos que se utilizan en campañas publicitarias. Se orientan a regular conductas o a convencer a los espectadores de adquirir el producto que anuncian. El mensaje que transmiten está orientado a grupos específicos de espectadores (De Miguel y Ponce de León, 1998: 91).
1 La fotohistoria reconstruye “los pasos de la fotografía desde 1839 hasta las primeras décadas del [siglo] XX”. Es una corriente de la historiografía y analiza “los fenómenos puramente fotográficos” (Lara López, 2005: 2).
CON ESPACIO Y TIEMPO
El texto y las fotos en los trabajos académicos carecen del mismo “nivel de igualdad” (De Miguel y Ponce de León, 1998: 85), igual que confundiría la forma de “interpretar un texto escrito, o unas tablas de datos”. En las ciencias sociales aún se cree en “una especie de debilidad innata de la imagen a la hora de comunicar”, por lo que es prudente que “fotografía y palabra” se complementen para “contextualizar adecuadamente la imagen fotográfica” (Lara, 2005: 8). Consideremos que “en la pugna texto-imagen” que inició la “fotografía, la imagen acaba invadiendo el propio soporte de papel” (Díaz, 1988: 28), aunque también la palabra explica la fotografía (Díaz, 1988: 26).
La fotografía equivale a un fragmento de tiempo, y bajo esa premisa “tiene su lugar exacto en esa línea que deja el tiempo al pasar” (Rodríguez, 2009: