Estaciones. Ciclos del alma. Ana Teresa Tatis Méndez

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Estaciones. Ciclos del alma - Ana Teresa Tatis Méndez

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      Estaciones

      Ciclos del alma

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      Ciclos del alma

      Ana Teresa Tatis Méndez

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      Estaciones

      Ciclos del alma

      1a. edición: 2020

      © Ana Teresa Tatis Méndez

      © AS Ediciones

      ISBN Impreso: 978-958-52588-7-7

      ISBN Electrónico: 978-958-52588-8-4

       Editor:

      AS Ediciones

      Dirección electrónica: [email protected]

      Calle. 5 No. 80 C-130. Teléfono: 589 8377

      Medellín - Colombia

       Distribución y ventas:

      Ana Teresa Tatis Méndez

      Celular: 3128506163, correo electrónico: [email protected]

      AS Ediciones

      e-mail: [email protected] ; www.asediciones.com.

      Calle. 5 No. 80 C-130. Teléfono: 589 8377

      Conversión ePub: Lápiz Blanco S.A.S.

      Hecho en Colombia

      Made in Colombia

      Todos los derechos reservados.

      Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra –incluido el diseño tipográfico, ilustraciones y de portada–, sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico, sin el consentimiento por escrito de Ana Teresa Tat is Méndez y AS Ediciones.

      Hecho el depósito legal.

       Madre Tierra – Hijo tú

      — Madre, ¿qué tengo que ver contigo si estoy hecho de carne, huesos, sangre, y una mente que piensa y parece que me rige?

      — Hijo, tú… ¡Tú eres tan hermoso!

      — Madre, no me has respondido.

      — Hijo, vienes de mí, naces de mí, lo que eres, lo que representas, cada milímetro de tu existencia física es un reflejo de mi existencia tal y como la ves.

      — No lo puedo creer, no es lógico eso que me dices. Tú eres inmensa, hermosa, pareces infinita, cambias a cada instante. Y en cambio yo… yo soy solo este cuerpo finito, que existe en un espacio específico, limitado, restringido. ¿Cómo puedo nacer de ti?, ¿Cómo puedes ser tu mi madre?

      Madre Tierra, con una sonrisa compasiva mira a los ojos a su hijo, como siempre lo ha mirado, con esa mirada de ternura y amor profundo que solo las madres conocen.

      — Hijo, tú... Tú eres vida, eres amor, eres movimiento. Tu corazón late al ritmo de mis entrañas, ¡tu nacimiento es un reflejo de la vida que te rodea, en todas sus dimensiones! Tantos hijos míos en tantas formas y colores hermosos, todos en la unión profunda del latir de un solo corazón, en la unión profunda del amor infinito, ¡el amor incondicional!

      — No entiendo.

      — No entiendas. ¡Siente!

      Y así empieza esta aventura, aprendiendo a sentir.

      La gestación y nacimiento de este libro es un reconocimiento a una conexión que durante años desconocí en mi existencia. La conexión con mi femenino sagrado y a través de él, el aprendizaje sin límites de mi unión con la infinita sabiduría de la madre tierra.

      Hace algunos años, cuando me hablaban de mi conexión con lo femenino, debo reconocer que yo no entendía a qué se referían. Recuerdo el primer ser que me mencionó el tema directamente, diciéndome que yo debía prestar atención y trabajar mucho “mi femenino”. Solo recuerdo que cuando me dijo que tenía que trabajar en “ése” femenino, mi primera solicitud fue: dime, ¿dónde puedo estudiar?, ¿qué libros puedo leer?, ¿qué tengo que hacer? Y ese ser en su inmensa sabiduría, con una sonrisa sincera en su rostro, me decía: “Tan bella. Tranquila, vamos despacio”. Honestamente, ese “vamos despacio” era lo más espantoso que yo podía escuchar en ese momento. ¿Cómo podía ir despacio si tenía algo por aprender que estaba “frenando” mi mejoramiento continuo? Sí, mi vida realmente giraba en torno a todo lo que tenía que hacer, yo solo era un ser humano con proyectos, con cosas por hacer, en piloto automático y con una lista de chequeo para evaluar el éxito de mi paso por esta existencia. Hoy recuerdo las palabras de esa persona y veo que, paso a paso y poco a poco, he ido aprendiendo a oler y sentir la vida. He ido aprendiendo a saborear los minutos deliciosos y amargos del tiempo que se me ha otorgado para disfrutar de mi aprendizaje en esta existencia. He ido aprendiendo de mi cuerpo, de cómo me habla, de cómo se expresa a través de todas las sensaciones, dolores y emociones que me visitan día tras día. He ido aprendiendo de lo que he llamado los ciclos de mi alma, reflejando en este nombre cómo he aprendido a ver mi vida y a sentirla como algo que sucede de forma mágica, perfecta, conectada con toda la vida de este planeta.

      Los ciclos de mi alma reflejan las estaciones por las que mi ser transita. Todas con tiquete de regreso, todas vuelven y se repiten, todas llegan a mostrarme qué ha pasado con los años, las experiencias y mi consciencia.

      Las estaciones muestran mis reinvenciones, mi vida llena de colores. Unos colores brillantes, otros opacos, otros en tonalidades que desprenden una sonrisa y otros en esos tonos oscuros necesarios para soltar pensamientos, hechos, pasados, lágrimas y limpiar el alma. Son estaciones llenas de vivencias puras porque nacen desde mi corazón, desde el ser que estoy siendo. Son esas estaciones las que, poco a poco, dibujan unas alas tímidas, que toman forma con los años y que, lentamente, se despliegan y se muestran para volar a los destinos soñados, no imaginados.

      Las estaciones de mi vida, me conectan con la madre tierra, me conectan con lo femenino, con fluir, caminar, aceptar, comprender y vivir a plenitud el tiempo para cada sentimiento, cada emoción, cada incomodidad y cada alegría.

      Las estaciones son un reflejo hermoso de la madre tierra que nos evidencia el cambio permanente en el que estamos en la vida. El cambio permanente de nuestros hermosos ciclos de experiencias vividas y el reconocimiento a través de la sabiduría de la naturaleza, de la cual hacemos parte, de que cada uno de esos ciclos de cambio son perfectos, porque ciertamente ¿qué sería del invierno, si no existiese primavera?

      Todo lo que vivimos, nos invita a reconocer que esas vivencias se dan dentro de la sabiduría de la naturaleza, cuyo marco está constituido por el nacimiento, el crecimiento, la muerte y el renacimiento. Las estaciones nos enseñan que siempre hay un renacer tras el invierno, época en que todo muere

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