Nuevos enigmas de la Biblia 3. Ariel Álvarez Valdés

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Nuevos enigmas de la Biblia 3 - Ariel Álvarez Valdés Nuevos enigmas de la Biblia

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      ¿Quién es el único personaje bíblico concebido por un ángel?

      Noticias prenatales

      En la Biblia, varios niños vinieron al mundo anunciados por un ángel: Ismael (Gn 16,7-12), Isaac (Gn 18,9-15), Sansón (Jue 13,2-7), Juan el Bautista (Lc 1,11-20) y Jesús (Lc 1,26-38). En todos estos casos, el ángel se limitó a comunicar la noticia a sus padres. Pero hubo un niño que, además, fue concebido por el mismo ángel que anunció su nacimiento: ese fue Sansón, el último juez de Israel (Jue 13-16). Por eso es el único personaje bíblico que mostró una fuerza sobrehumana y que realizó hazañas colosales, como despedazar leones con las manos (Jue 14,5-6), cortar gruesas cuerdas (Jue 16,9; 16,12), arrancar pórticos de hierro (Jue 16,3), derribar enormes edificios (Jue 16,30) y matar a mil hombres con una quijada de asno (Jue 15,14-16).

      Su asombroso nacimiento figura en el libro de los Jueces (cap. 13), y, aunque se trata de una leyenda, es una narración magníficamente contada, con tonos dramáticos, de humor, ironía y detalles contraculturales.

      Sin vino y sin licor

      La historia comienza así: «Había un hombre en Sorá, de la tribu de Dan, llamado Manoaj. Su mujer era estéril y no había tenido hijos» (Jue 13,2). El autor presenta a los padres de Sansón viviendo en la pequeña ciudad de Sorá, en la llanura costera al oeste de Jerusalén. Su padre Manoaj es mencionado 18 veces por su nombre, lo cual le otorga una fuerte identidad. Su madre, en cambio, no solo carece de estatus por ser mujer, sino que además carece de nombre en el relato, y para colmo es estéril. De entrada, el autor marca un fuerte contraste entre ambos esposos.

      «El ángel de Yahvé se le apareció a la mujer y le dijo: “He aquí que eres estéril, y no has tenido hijos. Pero concebirás y darás a luz un hijo”» (Jue 13,3). Un mensajero divino se presenta en escena, le recuerda a la mujer su esterilidad y le anuncia que, en el futuro, concebirá un hijo varón («concebirás»).

      El ángel continúa: «De ahora en adelante no bebas vino, ni bebidas fermentadas, ni comas nada impuro» (Jue 13,4). Como medida de precaución, le pide que se cuide durante el embarazo de esas tres cosas, porque el niño será un consagrado a Dios y debe evitar toda impureza.

      Entonces viene lo sorprendente. El ángel repite su anuncio, pero esta vez con el primer verbo en pasado: «Porque he aquí que has concebido, y darás a luz un hijo. No pasará la navaja por su cabeza, porque el niño será nazir [es decir, consagrado] de Dios desde el seno de su madre. Él comenzará a salvar a Israel de los filisteos» (Jue 13,5).

      La nueva confidencia

      Notemos cómo el redactor, al decir la segunda vez «has concebido», da a entender que la concepción ya ha tenido lugar. Por tanto, la mujer se encuentra ya embarazada. ¿Cómo es posible? La única explicación es que el niño ha sido engendrado por el ángel en el mismo momento en que le trajo el mensaje.

      Como en la lengua hebrea los tiempos verbales son fluctuantes, algunos autores sostienen que el verbo del v. 5 (harah), aunque está en pasado («has concebido»), debe traducirse como futuro («concebirás»). Sin embargo, vemos que en otras partes de la Biblia esa misma forma verbal (harah) hay que traducirla en pasado (Gn 16,11; Is 7,14). También aquí, pues, debe traducirse en pasado. Por tanto, debemos aceptar que entre el v. 3 y el v. 5 se ha producido el embarazo de la mujer, precisamente durante el encuentro con el ángel.

      Un elemento que refuerza esta interpretación es la forma en que está redactado el texto. Tanto en el v. 3 como en el v. 5, las palabras del ángel comienzan con la expresión «he aquí» (hinné), que en hebreo se emplea para presentar una nueva información respecto de lo dicho anteriormente. Por tanto, si en el v. 3 se le informa a la mujer que concebirá un hijo, en el v. 5 la nueva información es que ella ya ha concebido.

      Encuentros según la Ley

      Un tercer argumento parece confirmar esta interpretación. Cuando el ángel se va, la mujer corre a hablar con su marido y le dice: «Un hombre de Dios se ha llegado a mí. Parecía un ángel de Dios. No le pregunté de dónde venía ni me dijo su nombre. Pero me dijo: “He aquí que has concebido y darás a luz un hijo”» (Jue 13,6-7). Aquí la mujer no solo habla de su embarazo en pasado («has concebido»), sino que le dice a su marido que el ángel «se ha llegado a mí». Esta expresión suele utilizarse en hebreo para las relaciones sexuales, como se ve en muchos pasajes bíblicos (Gn 29,21; 30,3-4; Dt 21,13; Jue 16,1; Rut 4,13). O sea, que el ángel no se le «apareció» a ella, sino que «se llegó» a ella, expresión que probablemente implicaba, en el primitivo relato, un acto sexual entre el ángel y la mujer.

      Un cuarto indicio de la paternidad del ángel es el lugar donde, según el texto, se produjo el encuentro: a solas en el campo (Jue 13,9). Es un detalle extraño. Lo normal era que la mujer trabajara en el hogar mientras el hombre estaba en el campo. Pero aquí la mujer está en el campo, y sola. Como si a propósito el autor quisiera evocar, en la mente del lector, la ley del Deuteronomio que decía que, si una mujer tenía relaciones sexuales con otro hombre que no fuera su esposo, estando en el campo, no debía ser castigada, porque se suponía que no había podido evitarlo ni pedir ayuda (Dt 22,25). Con esto el autor intenta, de manera genial, justificar la actitud de la mujer y librarla de cualquier sospecha.

      En quinto lugar, resulta llamativo que a lo largo del relato Manoaj nunca llame a Sansón «mi hijo». Siempre le llama «el niño» (Jue 13,8.12).

      Los ángeles revoltosos

      Esta idea de un ángel teniendo relaciones sexuales con un ser humano no es ajena a la Biblia. Ya el libro del Génesis cuenta que, al comienzo de la humanidad, algunos ángeles se enamoraron de las mujeres de la tierra, «se llegaron a ellas» –la misma expresión empleada con la madre de Sansón–, y de esa unión nacieron hijos que fueron gigantes famosos (Gn 6,1-4).

      La leyenda del nacimiento de Sansón, pues, parece estar inspirada en ese antiguo mito del Génesis. Y su existencia, como héroe poderoso e invencible, posiblemente sea el recuerdo de uno de aquellos hijos de los ángeles, convertido más tarde en juez de Israel, y añadido al final del libro de los Jueces (caps. 13-16).

      Tres fuentes de potencia

      Con el paso del tiempo, en torno a su figura se fue creando una serie de anécdotas independientes que luego se unieron en una sola historia. Así se entiende que, en el relato de Sansón, haya tres explicaciones diferentes sobre su extraordinaria fuerza.

      Según la primera, esta se debía a sus cabellos, que nunca habían sido cortados. Se alude a esta explicación al comienzo de su vida (Jue 13,5), y se la menciona expresamente al final, cuando Dalila le corta el pelo y le hace perder su vigor (Jue 16,18-22).

      La segunda explicación es que el Espíritu de Dios descendía de vez en cuando sobre él y lo invadía, llenándolo de ese poder. Esta se menciona cuatro veces en el relato, precisamente en los momentos cruciales de sus hazañas (Jue 13,25; 14,6.19; 15,14-15).

      Según la tercera explicación, Sansón no sacaba su fuerza de ningún elemento exterior, sino de su propia naturaleza. Suponía que el héroe tenía una fuerza sobrehumana innata, porque había sido engendrado por un ángel. Esta es probablemente la explicación más antigua y original, y es la que se deduce de varios pasajes de su vida (Jue 15,9-20; 16,1-3).

      Siempre un paso por detrás

      Un último elemento del relato del nacimiento de Sansón parece corroborar la interpretación de su concepción angelical, y es la forma tan negativa

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