Nuestros enojos. Claudio Rizzo
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Es un placer y una bendición poder presentarles mis libros y enterarme del bien que Dios a través de ellos está haciendo en tantas personas bautizadas y otras que se están acercando al Camino entendiendo cada día más su significado. Así sucede con mis cuatro libros anteriores en su orden respectivo: «El Sentido de la Vida»; «La Ansiedad y nuestros interrogantes»; «La Soledad en estos tiempos»; «El Amor no procede con bajeza» (sobre la histeria, las crisis, los traumas y la tristeza) y ahora mi quinto libro «Nuestros enojos: conflictos enigmáticos».
En el servicio de atención en las consultas de lo que llamamos «acompañamiento espiritual», me encontré con hermanos en distintas comunidades que en el fondo de sus corazones albergan desilusiones rencorosas, a veces, resentimientos revestidos de envidia o celosía, en otras ocasiones ponzoña e incluso odio…
Todas estas emociones agitan la vida interior y nuestra alma comienza a contaminarse desde sus pensamientos, muchas veces «bien configurados» hasta sentimientos muy contenidos y con poca perspectiva de cambios…
Cuando nuestros pensamientos que tienen «forma y vida» se desarrollan en concordancia con la aceptación de nuestros sentimientos y emociones, el más afectado siempre es aquel que los posee. Y solamente el proceso de conversión de los cristianos es el que en verdad va generando cambios actitudinales que son la expresión de nuestros pensamientos y sentimientos conversos. Como podemos darnos cuenta, la inteligencia y la buena disposición son la base evangélica para poder entrar en el proyecto salvífico que el Señor Jesucristo nos ofrece: la santidad.
Más aún, si no queremos ser santo, ¿qué sentido tiene ser «creyentes»? El creyente se adhiere, cree hasta lograr en un estado de alianza con el Señor, una convicción en la que «Solo en Dios descansa mi alma» (Sal 62).
Es por ello que en esta colección de reflexiones me incliné por profundizar nuestra vida de fe con la Palabra y aportes científicos humanos que nos permitirán erradicar nuestros enojos. Claro está que debemos determinarnos a revisar nuestra vida con sus luces y sombras, ya que somos seres históricos. Hay cosas que advertimos en nuestra historia y otras que seguramente a través de este libro podremos lograr descubrir. La revisión de vida es fundamental especialmente cuando experimentamos enojos…
Los enojos son fuerzas negativas y según dónde se ubican en nuestra vida, esas fuerzas más rápidamente destruirán o al menos lo intentarán, la capacidad de disfrutar y sentir el verdadero amor de Dios. Los enojos pueden establecerse en reacciones recurrentes y éstas conocen solo el carácter transitorio. Diríamos que estamos a tiempo de no complicarnos la vida sino de ejercer un cambio esencial con la ayuda del Espírito Santo.
En vez, si los enojos ya llegaron a enraizarse en nuestros sentimientos, el trabajo será más complejo dado que los sentimientos suministran energía al cerebro y actúan como modo de ser. Mientras duren los enojos nuestro comportamiento será de fastidio, de rechazo e incluso hasta de discriminación.
El Espíritu no niega a nadie la capacidad de «ver». Sí requiere que la humildad sea nuestra compañera de vida. A la luz de la Sabiduría bíblica se entiende que ésta es «el reconocimiento de la propia fragilidad humana».
¿Nos sirve acaso creer que somos cristianos si no hay en nosotros un proceso metamorfósico (de conversión)? Sucintamente, sepamos que convertir significa transformar una realidad en otra. Entiendo que siempre estamos a tiempo; no importa nuestra edad. Sí importa vivir en la tierra anticipadamente el Cielo. No nos será posible si no optamos por realizar este proceso.
Sigamos el consejo del Libro sapiencial Cohélet: «No te dejes llevar por el enojo, porque el enojo se alberga en el pecho de los necios» (Coh 7, 9).
En el servicio de atención en las consultas de lo que llamamos «acompañamiento espiritual», me encontré con hermanos en distintas comunidades que en el fondo de sus corazones albergan desilusiones rencorosas, a veces, resentimientos revestidos de envidia o celosía, en otras ocasiones ponzoña e incluso odio…
Todas estas emociones agitan la vida interior y nuestra alma comienza a contaminarse desde sus pensamientos, muchas veces «bien configurados» hasta sentimientos muy contenidos y con poca perspectiva de cambios…
Cuando nuestros pensamientos que tienen «forma y vida» se desarrollan en concordancia con la aceptación de nuestros sentimientos y emociones, el más afectado siempre es aquel que los posee. Y solamente el proceso de conversión de los cristianos es el que en verdad va generando cambios actitudinales que son la expresión de nuestros pensamientos y sentimientos conversos. Como podemos darnos cuenta, la inteligencia y la buena disposición son la base evangélica para poder entrar en el proyecto salvífico que el Señor Jesucristo nos ofrece: la santidad.
Más aún, si no queremos ser santo, ¿qué sentido tiene ser «creyentes»? El creyente se adhiere, cree hasta lograr en un estado de alianza con el Señor, una convicción en la que «Solo en Dios descansa mi alma» (Sal 62).
Es por ello que en esta colección de reflexiones me incliné por profundizar nuestra vida de fe con la Palabra y aportes científicos humanos que nos permitirán erradicar nuestros enojos. Claro está que debemos determinarnos a revisar nuestra vida con sus luces y sombras, ya que somos seres históricos. Hay cosas que advertimos en nuestra historia y otras que seguramente a través de este libro podremos lograr descubrir. La revisión de vida es fundamental especialmente cuando experimentamos enojos…
Los enojos son fuerzas negativas y según dónde se ubican en nuestra vida, esas fuerzas más rápidamente destruirán o al menos lo intentarán, la capacidad de disfrutar y sentir el verdadero amor de Dios. Los enojos pueden establecerse en reacciones recurrentes y éstas conocen solo el carácter transitorio. Diríamos que estamos a tiempo de no complicarnos la vida sino de ejercer un cambio esencial con la ayuda del Espírito Santo.
En vez, si los enojos ya llegaron a enraizarse en nuestros sentimientos, el trabajo será más complejo dado que los sentimientos suministran energía al cerebro y actúan como modo de ser. Mientras duren los enojos nuestro comportamiento será de fastidio, de rechazo e incluso hasta de discriminación.
El Espíritu no niega a nadie la capacidad de «ver». Sí requiere que la humildad sea nuestra compañera de vida. A la luz de la Sabiduría bíblica se entiende que ésta es «el reconocimiento de la propia fragilidad humana».
¿Nos sirve acaso creer que somos cristianos si no hay en nosotros un proceso metamorfósico (de conversión)? Sucintamente, sepamos que convertir significa transformar una realidad en otra. Entiendo que siempre estamos a tiempo; no importa nuestra edad. Sí importa vivir en la tierra anticipadamente el Cielo. No nos será posible si no optamos por realizar este proceso.
Sigamos el consejo del Libro sapiencial Cohélet: «No te dejes llevar por el enojo, porque el enojo se alberga en el pecho de los necios» (Coh 7, 9).