Nosotros no estamos acá. Jorge Rojas

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Nosotros no estamos acá - Jorge Rojas

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pana.

      Fernando: ¿Qué pasó?

      Alexánder: Iba a llegar un taxi y se tardó. Y bueno, ya tú sabes. Tengo ganas de meterme yo solo.

      Fernando: ¿Ahorita mismo?

      Alexánder: Dentro de un ratico.

      Fernando: No jodas, Alexánder.

      Alexánder: …

      Fernando: ¿Niño?

      (05:38)

      Alexánder: Me volvieron a regresar.

      Fernando: No jodas, Alexánder. Ya van cuatro veces, chamo. ¿Qué más se puede hacer?

      Alexánder: Estoy acá en el terminal, quédate tranquilo. Me siento mal. Todo el mundo pasa, menos yo.

      Fernando: ¿Qué pasó? No te vayas a desesperar, quédate ahí y no inventes. Ya estamos metidos en este peo y tenemos que seguir llevándola.

      Alexánder: Sí, voy a buscar a un señor para ver dónde dormir.

      (09:31)

      Alexánder: Le di al señor esta planchita de cabello que tenía y él me pagó una habitación. No es muy buena, pero sirve para descansar un rato e intentarlo otra vez.

      Fernando: Dale, descansa. Te voy a hablar claro. Me siento burda de mal porque pienso que hicimos las vainas a lo loco, pero a pesar de todo algo me dice que hoy sí vas a entrar. Trata de no dar el teléfono como pago, porque ahí sí que va a ser un peo para comunicarnos. No te desanimes. Ya sabes cómo es el camino y estás con gente que parece ser seria.

      (16:02)

      Alexánder: Me acabo de despertar.

      Fernando: ¿Lograste descansar?

      Alexánder: Me están cobrando el teléfono cuando llegue a Arica.

      Fernando: ¿Y qué vas a hacer? Qué chimbo que entregues el teléfono.

      Alexánder: Niño, ¿pero cómo lo hago? Me siento cansado. Hoy cumplo una semana aquí.

      Fernando: El coyote me escribió esto: “Tu pana está sin plata, lo único de valor que tiene es su celular”.

      (23:25)

      Fernando: Hoy me he sentido burda de mal.

      Alexánder: ¿Por qué?

      Fernando: Por toda esta paja.

      Alexánder: Yo igual, pero me da risa que tú lo que haces es regañarme, como si yo no tuviese ganas de pasar.

      Fernando: Jajaja… no, no es por eso. Yo sé que quieres entrar, es el desespero, marico. Estoy súper presionado. Yo sé que estás haciendo tu sacrificio por allá, pero yo tampoco la he tenido fácil aquí.

      Alexánder: ¿Presionado por qué?

      Fernando: Por todo. No quiero que estés más ahí. Estoy cansado también de este trabajo, que es súper explotador. Humillan mucho.

      Alexánder: Apenas yo consiga trabajo te sales de ahí.

      Fernando: Hoy [en Tarragona] me dijeron: “Fernando, lava la chancha”. Esa es una vaina como una caja grandísima que va debajo de los lavaplatos y ahí quedan todos los residuos de comida. Es un agua horrible que huele a mierda y tengo que lavarla hasta que quede brillante. Tenía ganas de irme, de pana.

      Alexánder: Verga, verdad que hoy es domingo. Yo sé que no es fácil para ti.

      Fernando: Acá donde mi tío se fueron a la nieve todos y andaban con la vaina de que fuera con ellos, que no todo era trabajar. Lo que no saben es que no tengo ni para el pasaje.

      Alexánder: ¿Cuánto cobran?

      Fernando: Como 15 mil por persona. El 15 de agosto es feriado, podríamos ir.

      Alexánder: Me gustaría.

       22 de julio

      Ya estoy de regreso en Santiago. Fernando me manda un mensaje de audio:

      “Alexánder habló con el muchacho, con el señor que lo va a cruzar. Le dijeron que si no quería entregar el teléfono les ayudara a buscar más clientes. Creo que consiguió a unas muchachas que también van a cruzar y por haber hecho eso lo van a pasar gratis”.

      Alexánder lleva una semana en Tacna y ya se ha convertido, por necesidad, en captador de una red de coyotes. Es como el adicto que lleva clientes donde el microtraficante a cambio de unas dosis que le permitan financiar su vicio. Un estatus que ha alcanzado sin tener muchas opciones: Fernando no tiene cómo mandarle más dinero y a él ya no le quedan cosas de valor en el bolso para entregar.

      “Está desesperado. Me siento responsable. Ya no sé qué decirle para que se calme un poco”.

      La desesperación es la comida de la que se alimentan los coyotes: mientras mayor es el tormento, más probabilidades hay de terminar enganchados en la cadena. Y Alexánder, que ya ha intentado cruzar cinco veces sin éxito, ha sido anexado como uno de los últimos eslabones. Lo usual, según me han explicado fiscales que han investigado el tráfico de personas en Arica, es que esa relación utilitaria se rompa cuando el objetivo de cruzar se ha logrado, pero hay algunos casos donde el vínculo se afianza. Y así es como se han dado situaciones en que venezolanos que alguna vez se iniciaron en la captación, tal como Alexánder ahora, terminan cumpliendo la función del coyote, yendo y viniendo por el desierto, para ganarse 20 dólares por noche.

      “Él no viene a Chile a hacer daño ni hacer cosas malas, solo estamos buscando una estabilidad, un futuro”.

      Fernando sabe cómo funcionan estas redes. Toda su familia vive fuera de Venezuela. El primero en dejar Maracay fue su hermano Miguel,27 beisbolista profesional, que en 2012, con 17 años, comenzó a jugar en las ligas menores de Estados Unidos, para los equipos de la franquicia de Los Angeles Angels, de Anaheim, en California. Todos los años, Miguel se iba tres meses a República Dominicana, donde hacía la pretemporada, y luego se integraba al equipo en Estados Unidos. Mientras duraba el torneo le daban un contrato por siete meses, le pagaban dos mil dólares mensuales, el hospedaje, la comida y los pasajes de ida y regreso a Venezuela.

      En la familia todos eran fan de él, especialmente Fernando, que tenía una pequeña colección de estampitas con su cara, de las seis temporadas que jugó. En 2018, al finalizar el campeonato, lo despidieron. Antes de que le rescindieran el contrato pidió una extensión de la visa para su esposa, que ya vivía con él en California, y le encargó a Fernando que iniciara los trámites en Venezuela para que su hija, que estaba en Maracay, pudiese viajar a Estados Unidos.

      Fernando necesitaba conseguir el acta de matrimonio y la partida de nacimiento de la niña antes que a Miguel le quitaran la visa laboral, que expiraría tras el despido, pero en ese tiempo el Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería de Venezuela (SAIME) estaba intervenido por denuncias de corrupción. Específicamente, el director de entonces y su predecesor habían sido denunciados por sobornos y venta de pasaportes.28 La intervención provocó un atochamiento en las solicitudes que generó aun más corrupción.

      “Tuvimos que pagar mucho para conseguir los papeles de la niña.

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