Memoria del frío. Miguel Ángel Martínez del Arco
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No se puede tocar. No se puede enmendar. Un lugar poblado de sombras. Lleno de fluidos. Lleno de miasmas. Lleno de cuerpos. Estoy por explicarles a los agentes qué lugar es este. Pero me contengo.
¿Quién nos salva? Cuerpos anónimos que gritan y que sobreviven, que resisten. Cuerpos enfebrecidos que se amontonan. Se tocan. Se miran. Se consuelan. Almagro, 36, segunda planta. El Servicio de Información de la Policía Militar (SIPM) franquista abrió ese espacio cuando entró en Madrid, nada más llegar. Un centro de tortura. El 1 de abril de 1939 ya estaba abierto. Se cerró en agosto. Cinco meses. Mi madre cumplió en este sitio diecinueve años, en abril. Diecinueve años.
Salgo de nuevo a la calle tratando de recuperar el aire. Delante de la fachada, tres acacias despojadas como fantasmas. Sin hojas, amenazantes. ¿Estarían entonces, cuando llegaron los apresados por docenas, verdes porque era primavera? ¿Miraron sus ramas desde las ventanas después de los interrogatorios? ¿Se veía la luz azul de la ciudad desde el suelo donde se amontonaban?
Silencio. El silencio me aturde. Saco el móvil y los cascos. Me los pongo. Ligeti. Réquiem. Ligeti que estuvo en Auschwitz. La polifonía negra del réquiem me envuelve. Voces corales de fantasmas. Busco en internet. Almagro, 36, noble edificio construido en 1902 por el marqués de Aldama. Viviendas de carácter distinguido en una vía de prestigio de la ciudad, «la más lujosa casa de Madrid».
La segunda brigada del SIPM ocupó la primera y la segunda planta tras la guerra. La segunda devino en un depurado centro de tortura. Cuando se fueron, ahí quedó la Sección Femenina de la Falange. Ahora compañías de prestigio habitan los mismos espacios. Como El Laboratorio, que ocupó este piso. Se disolvió luego, involucrada en una trama de empresas dedicadas a falsear facturas para el Partido Popular de Madrid en 2007. La realidad como una farsa.
Espacio de silencio. De silencio impuesto. Nada. Ni una placa. Ni un letrero. Nada en la memoria de la ciudad indica que este no-lugar existió. Solo se deja ver por la presencia terca de los cuerpos. Por sus rastros. Por sus sombras. Recupero la referencia catastral de la casa para seguirle la pista. 1460203VK4716A0009TR. Eso queda. Un régimen que apuntó todo. Que anotó todo. Que registró cada cosa. Ahora no dice nada. Desaparecidos. Cunetas.
Sentado en un banco de la calle Almagro frente al edificio. Aquí estoy. El hijo de esa mujer que va en un tren con una multicopista escondida en un bolso de viaje. Ochenta años después. El dolor llega mientras uno desayuna. O cierra la ventana. O se sienta en un banco sin objeto. Desposesión.
¿Quién me salva ahora?
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