La ciencia de los sentimientos. Ignacio Rodríguez de Rivera
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Mi hipótesis es que esos cualia neutros son los elementos básicos con los que se forma el sistema del pensamiento; es decir, un conjunto de huellas de memoria de cualia neutros que se relacionan entre sí formando un sistema cuyo origen está en la experiencia del individuo, pero que por sí mismo no produce reacción emocional o de conducta; aunque, a través de su enlace con las otras sensaciones (positivas o negativas), cobra un significado de experiencia, emocional.
Para aclarar esto que acabo de plantear, pondré un ejemplo sencillo: un niño recibe el estímulo de una luz intensa que le deslumbra, al mismo tiempo que su madre da una voz alegre diciendo ‘¡sol!’.
El estímulo luminoso produce en el niño una sensación de deslumbramiento ante la que entorna los ojos; al mismo tiempo el sonido sol también es registrado como sensación neutra.
Ambas sensaciones quedan enlazadas: hay una primera palabra que, en sí misma no motiva nada, pero que significa (señala a…) otras sensaciones (deslumbramiento, calor, etc.).
Con lo que opera el pensamiento es con esas palabras (sol, etc.) o ideas; con ‘representaciones’ mentales carentes de valor emocional o de motivación para la conducta; esto son cualia neutros.
Cuando la madre vuelva a gritar “sol” (jugando) el niño reaccionará guiñando los ojos.
Nuestro pensamiento contiene ‘ideas’ concretas (p.ej. ‘sol’) y las relaciones entre ellas producen ‘ideas’ abstractas (luminosidad, temperatura..).
El pensamiento viene a ser, por lo tanto, el funcionamiento del sistema formado por cualia neutros. Y el significado del pensamiento es la correspondencia existente entre los cualia neutros y los cualia con valor positivo o negativo. (Correspondencia entre el sonido ‘sol’ y la sensación luminosa y térmica).
Cuando hablamos de ‘pensamiento abstracto’ de lo que estamos hablando es del desarrollo de un sistema de significantes y de la generación de nuevos significantes por combinación entre los anteriores. Dicho de otro modo: el pensamiento es un proceso de relación entre los “’átomos” mentales con carga neutra que son los cualia neutros.
Que todo ese sistema (el sistema de nuestros pensamientos) guarde o no correspondencia con los fenómenos de la realidad sensible (sensible directa o indirectamente) es cuestión de la ciencia, que comprueba dicha correspondencia mediante la observación, sea inducida por experimentos o por repetición de fenómenos no experimentales.
Pero de lo que aquí nos queremos ocupar es de los sentimientos, los cuales están formados con ambos ingredientes: sensoriales y de pensamiento3.
Pongamos un ejemplo muy simplificado de la distinción entre un conjunto de sensaciones y un sentimiento que puede acompañar o no a dichas sensaciones:
Supongamos que un niño siente escalofríos, temblor, erizamiento del vello corporal, palpitaciones, respiración acelerada, sudor frío…; siente todo eso, pero no sabe qué le ocurre. Se lo dice a su madre y ésta piensa que tiene fiebre; pero comprueba que no es así, empleando un termómetro y llega a la conclusión de que el hijo lo que siente es miedo (más bien terror) y trata de indagar el motivo, además de acogerlo en sus brazos para tranquilizarle.
A través de este tipo de episodios, el niño ‘aprende’ a distinguir las sensaciones febriles de las que acompañan al sentimiento de miedo. Así ese conjunto de sensaciones corporales adquieren un significado, el significado de miedo, el cual no es sino la correspondencia entre sensaciones e ideas de peligro.
Cuando dichas sensaciones son la consecuencia del sentimiento de peligro, (tal vez ocasionado por una expresión temerosa de la madre), las sensaciones y la idea son los ingredientes con los que se forma el sentimiento de miedo.
Otra cosa bien distinta es que la fiebre sea el origen de dichas sensaciones, lo cual puede, o no, producir sentimiento de miedo al peligro de la enfermedad; pero aquí el sentimiento es la consecuencia, no la causa de aquellas sensaciones.
Insisto en esta diferencia entre sensaciones y sentimientos porque ello nos sirve para comprender mejor dos fenómenos que suelen confundirse con frecuencia: me refiero a la angustia y a la ansiedad, términos que en muchos autores he visto que se tratan como sinónimos, aunque podemos comprobar, mediante el uso de psicofármacos, que unos medicamentos son útiles para la angustia y otros lo son para la ansiedad.
[Esta observación la debo, principalmente, a mi esposa, Remedios Gutiérrez Rodríguez, que es psiquiatra (además de endocrinóloga y psicoanalista); a la cual agradezco aquí su colaboración como lectora y crítica de mis trabajos, además de otras muchas cosas, como soportarme durante tantos años].
La diferencia entre angustia y ansiedad, que he podido observar a lo largo de mi labor en psicoanálisis, me ha llevado a la siguiente definición:
Angustia es sentimiento de peligro sin objeto conocido, es decir: es igual que el miedo, pero sin un objeto (hecho o cosa) ante el que reaccionar de uno u otro modo. En el miedo podemos huir, atacar, someternos o paralizarnos (como hacerse el muerto). En la angustia no podemos hacer nada, lo cual puede llevarnos a sentir miedo (con frecuencia miedo a morir), que ya es un sentimiento.
La ansiedad es sentimiento de necesidad sin objeto conocido, es decir: uno siente la falta de algo sin saber de qué se trata. No es un deseo, porque siempre se desea algo sabido (aunque sea equivocado).
Tengamos en cuenta que la angustia se acompaña de sensaciones tales como opresión corporal, dificultad respiratoria (‘angustia’ y ‘angostura’ tienen la misma raíz), temblor, escalofríos, etc. Reaccionamos ante la angustia tratando de huir, pero nos la llevamos con nosotros a donde vayamos.
A veces, logramos atribuir nuestra angustia a un hecho o cosa en particular; entonces hemos construido una fobia a esa cosa; lo cual es relativamente más manejable que la angustia, pues nos permite maniobras de evitación del objeto fóbico, aunque a costa de limitar nuestra libertad.
Sin embargo, la ansiedad se acompaña de otro tipo de sensaciones, tales como respiración profunda y abierta (siempre insuficiente) hasta llevarnos a veces a hiperventilación (todo lo contrario que en la angustia); sensación de que falta algo, sin saber qué es ello; sensación de necesidad, sin saber qué es lo que se necesita.
Resumiendo: angustia equivale a estrechamiento, ansiedad equivale a apertura o ensanchamiento. Peligro o necesidad. Dos cosas bien distintas.
Igual que la angustia puede conducirnos a la fobia, la ansiedad puede llevarnos a la busca compulsiva de un objeto (que, si lo encontramos, no calma nuestra ‘sed’, por ser erróneo).
Un ejemplo de ansiedad, frecuente en nuestra vida cotidiana, es cuando sentimos una sensación de apetito sin saber bien qué es lo que nos apetece; vamos a la nevera o despensa y recorremos lo que hay allí, descartando fruta, embutidos, queso, pan, galletas… hasta que, si tenemos suerte, caemos en la cuenta de que lo que nos apetece es tal o cual cosa. (Las embarazadas y sus parejas conocen bien este fenómeno de los ‘antojos’).
Esos son leves episodios de ‘anhelo o ansiedad’, mientras no se identifica el objeto necesitado y, entonces, se convierte en deseo; como la angustia se convertía en miedo.
Esos fenómenos se desarrollan de muy diversa forma en cada cual y en cada situación. Por ejemplo, la