La Galatea, una novela de novelas. Juan Ramón Muñoz Sánchez

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La Galatea, una novela de novelas - Juan Ramón Muñoz Sánchez Oberta

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«Ignorante estaba Erastro del suceso de Artandro, pero la pastora Florisa, en breves razones, se lo contó todo; de que se maravilló Erastro, estimando que no debía ser poco el valor de Artandro, pues a tal dificultosa empresa se había puesto» (V, 323).

      El rapto es una solución, además, muy del gusto cervantino, pues se repite en varias ocasiones a lo largo de su obra. No obstante, el polo opuesto a las bodas de Daranio y Silveria es, sin lugar a dudas, el desenlace de las bodas de Camacho20 en El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, que bien podría ser la culminación de la historia de los pastores protagonistas de la novela; en ellas la astucia y la picardía de Basilio –el equivalente de Mireno y hasta cierto punto también de Elicio– terminan imponiéndose al mandato de los padres de Quiteria –aquí, Silveria y Galatea– de que se tenga que casar con Camacho –Daranio y el rico pastor portugués–, exclusivamente porque este es más rico que aquel. No obstante, es tan solo una hipótesis, puesto que Elicio parece optar más por la violencia que por un engaño de corte picaresco, como el que acometerá Basilio y como hace Leonarda, en la misma Galatea; engaño que igualmente llevarán a cabo Lotario y Camila, si bien es cierto que por motivos menos honestos, en la novela intercalada del Ingenioso hidalgo, El curioso impertinente.

      En fin, sea como fuere, tanto si Cervantes dejó La Galatea abierta a propósito, como si lo hizo pensando en su continuación, de lo que no cabe la menor duda es de la relación ambivalente que profesó por este género narrativo, siempre presente en su obra.21 Es más, no solo todas y cada una de las historias acaecidas en ella, fueran o no pastoriles, dejaron descendencia en otros libros de Cervantes –como veremos después–, con el propósito de tratar el mismo tema desde distintos enfoques, sino que, ese primer bloque de la estructura, conformado por los cinco primeros libros, supuso el auténtico laboratorio de pruebas para Cervantes, como demuestra el gran parecido morfológico que tiene con los sucesos que acontecen en torno a la venta de Juan Palomeque el Zurdo en el primer Quijote y los que transcurren en la isla del rey Policarpo en el libro II de Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Lo único claro es que Cervantes es el dueño del secreto que esconde el dulce lamentar de los pastores.

      1. «En La Galatea se dan, pues, todos los elementos que configuran el género “novela pastoril”: los casos de amor como tema fundamental; la fortuna y la naturaleza como temas secundarios; los ejercicios poéticos de los pastores (se destacan los de Tirsi y Damón, libro II, y los de Orompo, Marsilio, Crisio y Orfenio, libro III); los discursos sobre el amor (libro IV), en los que el autor, como él mismo dice, ha mezclado “razones de filosofía”; la oposición corte/aldea con el consiguiente elogio de la vida del campo, etc. En lo formal: la alternancia de prosa y verso, y la retórica característica, con sus amaneceres mitológicos, su adjetivación tipificadora y sus elementos ornamentales. La Galatea es, por tanto, una “égloga”, como el mismo autor la califica» (Sabor de Cortázar, 1971: 229-230).

      2. No son sino cinco, según la clasificación llevada a cabo por Avalle-Arce (1974): La Diana (1558 o 1559), de Montemayor; Los ochos libros de la Segunda parte de la Diana (1563), de Alonso Pérez; Diana enamorada (1564), de Gaspar Gil Polo; Los diez libros de Fortuna y Amor (1573), de Antonio de Lofrasso; El pastor de Fílida (1582), de Luis Gálvez de Montalvo.

      3. Sobre las novedades que introduce Cervantes en el seno del género pastoral, véanse, entre otros estudios, López Estrada (1948, 1974 y 1990), Ricciardelli (1966), Avalle-Arce (1974: 229263), Finello (1976, 2008 y 2014), Forcione (1988), Rey Hazas y Sevilla Arroyo (1996: III-VIII).

      4. «Si se establece una consideración general del movimiento de acción de La Galatea, encontramos que los pastores (y los que con ellos se juntan) acaban por confluir en los episodios que actúan como núcleos de reunión. Uno de ellos es el de las bodas de Daranio y Silveria, y el otro el de las exequias de Meliso. Están situados en lugares equidistantes del libro: el primero en el libro III; y el segundo en el libro VI. Ambos episodios cumplen su función y resultan compatibles con la maraña de las novelas entretejidas; ambos son de ocasión sobre todo para que se reúnan pastores y pastoras de toda clase» (López Estrada y López García-Berdoy, 1995: 48).

      5. «Las cuatro historias intercaladas, en fin, se interponen mediante un medido y sopesado esquema, cuya simetría y armonía demuestran un trazado previo bien meditado, ajeno a cualquier improvisación, que las divide en dos grupos bien distintos y las distribuye entrelazadas unas con otras. Ello coincide con la simetría que preside el conjunto de La Galatea, dividida en seis libros, cuyos casi ochenta personajes confluyen y se mueven en torno a dos núcleos ubicados de manera equidistante, en perfecto equilibrio estético; a saber: el primero, las bodas de Daranio y Silveria, en el final del libro III, festivo, epitalámico, alegre y lleno de vida. Y el segundo y último, las exequias de Meliso y el “Canto de Calíope”, al acabar el libro VI, sagrado, funeral, conmemorador de la muerte y de la poesía al mismo tiempo» (Rey Hazas y Sevilla Arroyo, 1996: XX).

      6. «Ya que a su triángulo pastoril, compuesto por Sireno, Silvano y Diana, unió las historias intercaladas de Selvagia (libro I), Felismena (libro II) y Belisa (libro III); que conforman el verdadero caparazón estructural de la obra, en especial la historia de Felismena, que llega a usurpar el protagonismo al triángulo pastoril» (Avalle-Arce, 1974: 92).

      7. Pues, como había señalado Fernando de Herrera en sus Anotaciones a la obra de Garcilaso, hablando de la materia pastoril, «la materia de esta poesía es las cosas y las obras de los pastores, mayormente sus amores; pero simples y sin daño, no funestos con rabia de celos, no manchados con adulterios; competencias rivales, pero sin muerte y sin sangre» (Gallego Morell, 1972: 368).

      8. Véanse, sobre el cuento de «los dos amigos» que informa la historia, Alarcos García (1950), Avalle-Arce (1975b: en esp. 182-189), Sabor de Cortázar (1971: 237-239).

      9. Moda que abrió Montemayor con la historia de Felismena en La Diana y que continuó Gil Polo en su Diana enamorada, con la novela de amor y aventuras de Marcelio, Clenarda y Alcida. Véanse, para la deuda del género pastoril con el de la novela helenística, Avalle-Arce (1974), López Estrada (1974), Prieto (1975), Rey Hazas (1982), Egido (1986).

      10. Hemos de recordar, una vez más, La Diana de Montemayor, pues la historia de Belisa presenta paralelismos formales con la de Silerio, dado que ambas presentan un narrador doble: primero Belisa (libro III) y después Arsileo (libro V); que, como en La Galatea, produce una ampliación de perspectivas y puntos de vista en la parte final de la primera narración (Belisa/Silerio) y en el inicio de la segunda (Arsileo/Timbrio).

      11. Véase el artículo de Rey Hazas (2000).

      12. De nuevo recurrimos a La Diana de Montemayor para demostrar que la violencia de los pastores no es privativa de La Galatea: «Los dos pastores y la pastora Selvagia, que atónitos estaban de lo que los pastores hacían, viendo la crueldad con que a las ninfas trataban y no pudiendo sufrillo, determinaron de morir o defendellas; y sacando todos tres sus hondas, proveídos sus zurrones de piedras, salieron al verde prado y comienzan a tirar a los salvajes con tanta maña y esfuerzo como si en ello les fuera la vida» (Montemayor: La Diana, II, 94). Sin embargo, hay una gran diferencia en cuanto a la utilización de la violencia se refiere por parte de ambos autores, pues para Montemayor es un caso aislado, donde, además, los pastores han de salvar su honra defendiendo a las ninfas; mientras que para Cervantes es la concatenación de varios acontecimientos lo que posibilita que los pastores la utilicen, ya que por su experiencia personal han aprendido que la violencia puede ser un método para hacer variar el curso de los acontecimientos; lo que, por otro lado, acarrea, a diferencia de los pastores de Montemayor, su inclusión en el mundo real e histórico.

      13. «La complejidad de la trama narrativa de Cervantes aumenta notablemente en los libros cuarto y quinto, […] los argumentos a favor de la unidad temática, del entrelazamiento ordenado y

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