Dios anda entre puntos y comas . María Cristina Inogés Sanz

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Dios anda entre puntos y comas  - María Cristina Inogés Sanz Fuera de Colección

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      A Pedro Zamora García,

      nuestro amigo.

      Constructor de puentes sostenibles

      entre distintas confesiones cristianas

      con actitudes que son sencillas,

      pero no fáciles de mantener

      en un mundo polarizado.

      Anfitrión que invita

      a la vivencia de una fe

      sin artificios que lleva

      a un profundo

      encuentro con Dios.

      Prólogo

      Creo que debería comenzar este prólogo con la O –mayúscula– de original, o con la C de creatividad, o tal vez con la E de evangelización y también de encuentro... Pero lo dejo así, con puntos suspensivos, para que cada lector lo complete con sus propias palabras al final de este apasionante recorrido.

      Un recorrido que, si me permiten, les sugiero que hagan con tantos puntos y seguidos como deseen. Es decir, que paren y vuelvan. Que hagan un alto en el camino y reposen en esos espacios verdes que nos proponen Cristina y Fernando para conectar con lo/el que nos trasciende y así «atisbar el susurro de Dios», que anda, en efecto, entre puntos y comas.

      Y es que nos disponemos a enfrascarnos en la lectura de un libro muy sugerente, en el que vamos a descubrir, con admiración, cómo Dios –al que a veces colocamos entre paréntesis– nos enreda en el abrazo de una arroba y nos invita a ser protagonistas del guion que ha soñado para cada uno de nosotros.

      En ese diálogo que se establece entre el Creador y la criatura, entre el Padre/Madre y los hijos, subiremos y bajaremos el monte de la barra inclinada y, mientras, surgirán cientos de preguntas. Fernando y Cristina, con su personal acento, subrayan algunas de ellas, pero con el signo de los dos puntos dejan abierta la puerta para que seamos nosotros quienes sigamos la enumeración de nuestros interrogantes.

      Porque ellos no pretenden en este texto poner los puntos sobre las íes. Más bien nos interpelan, por medio de los signos ortográficos, acerca de nuestra comunicación con Dios y con nuestros hermanos. Una comunicación que, gracias a la simbología del signo, descubrimos pautada con matices, silencios, susurros y puede que hasta con alguna subida de tono.

      Los autores, a los que creo que puedo llamar mis amigos, Cristina y Fernando, nos instan en este viaje a mirar a lo alto, a las estrellas que inspiran el pequeño asterisco, y seguir, como los Magos de Oriente, el camino que nos indican. Pero siempre tocando tierra, como hace el guion bajo del teclado, para, desde allí, abrir las puertas del cielo...

      MARÍA ÁNGELES FERNÁNDEZ MUÑOZ,

      directora de «Últimas preguntas» (TVE)

      P.D. Y también aprenderemos algo de ortografía.

      Introducción

      Si, para la gran Teresa, entre los pucheros andaba el Señor, para nosotros su presencia se reduce a algo más pequeño que las cazuelas: los signos ortográficos, quizá imperceptibles para algunos o no valorados, pero cuyo uso correcto, sin embargo, evidencia una comunicación clara y alejada de posibles ambigüedades. No en vano son garantes –como buenos guardias urbanos– de que el tráfico discursivo fluya sin provocar atascos monumentales que impidan la circulación de los mensajes.

      Entre puntos y comas –y otros muchos caracteres– se desarrolla la vida de los escritores. En realidad, la vida de cualquiera, porque, aunque no nos alertemos de su presencia, ellos están siempre presentes, realizando un servicio casi invisible e imprescindible, con unas grafías discretas y variadas, complementando a las que son las protagonistas de la comunicación: las palabras. Así queremos que sea este texto: que sirva para algo bueno, como es entrar en diálogo, en relación, la ortografía con la fe, las inquietudes de un campo con las de otro aparentemente diferente. Constatamos que, en la relación –en cualquier relación–, se producen riquezas y frutos totalmente inesperados. Cuando los distintos se aventuran al diálogo, la cosecha es de lo más alentadora e imprevisible, da pie a la creatividad y a desbordar los límites establecidos hasta el momento en los respectivos ámbitos. De ahí que nos hayamos tomado alguna licencia, como la inclusión de la arroba como signo ortográfico –aún no admitido por la Real Academia Española–, el asterisco y la almohadilla. Como tantas cosas, lo normativo viene después del uso de los hablantes. Igual pasa con las enseñanzas del magisterio de la Iglesia a lo largo de los siglos: también se enriquecen e interpretan de otra manera a la luz del Espíritu y del peregrinar del pueblo de Dios.

      Desde hace tiempo teníamos muchas ganas de escribir algo juntos. Lo que nunca pensamos fue hacerlo a 10.965 km de distancia, que son los kilómetros que separan Santiago de Chile de Zaragoza. Gracias a los medios de comunicación que tenemos ahora no fue ningún problema, al contrario, le añadió una sensación de sorpresa, ya que, por la diferencia horaria, cuando nos despertábamos, la visita al correo electrónico iba acompañada de la ilusión de ver qué compartíamos ese día, con qué texto nos deseábamos buenos días.

      Realmente, ha sido muy fácil y sorpresivo llevar a cabo este cometido. Fácil, por la conexión y el buen entendimiento entre ambos. Sorpresivo, porque las ideas que se nos iban ocurriendo nos han llevado a soñar y a concretar nuestro compromiso en realidades como el ecumenismo, la ecología, la mujer, la diversidad sexual y la necesidad de hacer presente la Biblia en tantos de nuestros diálogos y búsquedas. Sí, este es un libro escrito por una teóloga laica y un religioso sacerdote en búsqueda de la Verdad, en el que nos hemos propuesto tender algunos puentes entre distintos enfoques a temas que para creyentes y no creyentes pueden ser relevantes. No es un texto para poner los puntos sobre las íes, más bien sugiere el respeto y la humildad, ofreciendo la riqueza que supone la alegría de creer en Jesús de Nazaret, el Cristo, y ser miembros de su Cuerpo.

      En medio de la crisis del COVID-19 hemos escrito este volumen con tristeza y esperanza. La realidad no nos ha sido ajena en ningún momento. Nunca los puntos suspensivos tuvieron tanto argumento. Y tanto sentido. Meses abrazados a un inmenso interrogante. El mundo, prisionero de un paréntesis. Las sociedades, inmersas en diferentes encrucijadas. Ahora continuamos unidos al nuevo guion que se nos pone delante como humanidad. Nos han zarandeado, además, las muertes de miles de personas con nombre y apellidos que adelantaron en estos meses su partida a la casa del Padre. Vibramos, además, con la muerte de George Floyd, el ciudadano afroamericano que perdió la vida después de ser humillado por un policía, empujado al suelo mientras una multitud observaba. Este hombre inocente fue asesinado por asfixia. En sus últimos momentos pidió a gritos un vaso de agua y habló con su madre. Como Cristo en la cruz.

      Esta lectura puede llevar a una fecunda relación y a hallazgos inesperados, inspiradores para la vida cotidiana de cada uno. Relacionemos los signos ortográficos con las diferentes señales o necesarias indicaciones para vivir una vida cristiana desde la ortografía evangélica inserta en el discurso de Jesús. ¡Qué importante que el decir de la comunidad eclesial se convierta en un texto bien leído, vivido y pausado! ¡Qué necesario que cada uno de nosotros interioricemos trascendentemente el discurso de nuestra vida, poniendo puntos, comas y pausas en el encuentro con el Señor!

      Podríamos preguntarnos cómo es el decir y hacer de nuestra vida. ¿Se da una coherencia? Ojalá estas páginas susciten ganas de conocer más la Buena Noticia del Maestro de Nazaret. Con ese deseo cumplido se verían más que

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