Proceso a la leyenda de las Brontë. Aurora Astor Guardiola
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No obstante, resulta difícil evitar la duda de si Gaskell fue verdaderamente desinteresada e inocente en el tratamiento del material que pudo conseguir para su biografía, de si no hubo una manipulación consciente y sutil de la tragedia de los Brontë mediante la que consiguió llevar la realidad a su propio terreno: la creación literaria. Y es que, todavía ahora, es posible leer la biografía casi del mismo modo como si de una novela se tratara. The Life of Charlotte Brontë es, sin lugar a dudas, la primera e ineludible referencia de los Brontë a la que debe acudirse, tanto por la contemporaneidad del contexto histórico en el que los Brontë y su biógrafa vivieron como por la información de primera mano que ofrece. Pero la lectura de otras biografías en las que la voz narrativa del autor no se funde y confunde tan estrechamente con las voces de los personajes objeto de la biografía, puede servir para una aproximación más objetiva a la vida de esta interesante y, quizá todavía, a pesar de la especulación, desconocida familia.
THE BRONTËS: LA BIOGRAFÍA DE JULIET BARKER
Casi siglo y medio después de la publicación de la biografía de Gaskell aparece una aproximación a la vida de los Brontë completamente diferente, no sólo por la distancia cronológica sino por el tratamiento con que se ha realizado. Se trata de la visión aportada por Juliet Barker en sus obras, The Brontës (1995), ya mencionada anteriormente, y The Brontës. A Life in Letters (1997). Más que una biografía, esta última es una recopilación cronológica de documentos, cartas y artículos, escritos por los Brontë o sobre ellos, en la que la voz de Barker simplemente intenta realizar la función de la mirada que lo engarza todo. Rebecca Fraser, que también escribió una biografía de Charlotte (Charlotte Brontë, Londres, Methuen, 1988), reseñó así en The Times esta nueva biografía epistolar: «Un brillante y magnífico retrato no sólo por la riqueza del nuevo e importante material que aporta sino porque su lectura resulta deliciosa» (Barker, 1997: contraportada). Una investigación exhaustiva de todo lo descubierto, imaginado o novelado con anterioridad, el tiempo transcurrido desde que las primeras investigaciones comenzaron, así como la aportación de nuevos documentos y testimonios sobre los Brontë, ayudan a que la autora consiga con The Brontës una de las biografías más completas y documentadas. Nacida ella misma en Yorkshire, y dedicada durante seis años tanto a la dirección del Brontë Parsonage Museum como a su biblioteca, Barker tuvo indudablemente la posibilidad de acceder con mayor facilidad que otros investigadores anteriores a todos los documentos y archivos que de los Brontë se conservan, tanto por su puesto en el museo como por su relación con las entidades, universidades y personas privadas que conservan en sus bancos de datos todo lo que no se encuentra en Haworth.
Sin embargo, lo que más atrae de esta nueva biografía no es únicamente el volumen de datos y textos que aporta a partir de la extensa y dispersa documentación de los Brontë. Lo más interesante de su investigación es el rigor y el distanciamiento emocional en el tratamiento de un tema tan manoseado por la leyenda. Tanta es la fuerza de esta leyenda que cualquier investigación acerca de las Brontë supone la inmersión en un territorio de arenas movedizas de las que no siempre es fácil escapar. Barker realizó esta comprometida y exhaustiva investigación durante un período de once años, plasmándola definitivamente en una obra que necesitó justificar por dos razones: en primer lugar, porque sus vidas han sido escritas tantas veces que no debe de quedar nada más que decir, pero también porque, como si de objetos se tratara, sus vidas y obras han sido «desarmadas y montadas de nuevo» según teorías de diferente grado de cordura por cientos de otros biógrafos y críticos literarios (1995: XVII). Igualmente interesante y novedosa es la frescura de la llamada de atención que la autora lanza al mundo intelectual interesado por la obra de las Brontë.
Charlotte dejó constancia de su vida, preocupaciones e ilusiones en las cartas que de ella se conservan pero, aunque muchos lo han intentado, Barker explica que es imposible escribir una biografía rigurosa de la vida de Emily o Anne porque los hechos conocidos de sus vidas podrían escribirse en una única hoja de papel, y porque sus cartas, extractos de diarios y dibujos no llegan a una docena. Por ello, los biógrafos han buscado su huella en la crítica literaria y en su obra. En su biografía, Barker se aproxima a los Brontë en conjunto, con la esperanza de que este tratamiento permitirá al lector verlos tal y como vivieron, no en aislamiento, sino como un grupo estrechamente unido. Esta aproximación rigurosa, pero llena a la vez de respeto hacia los Brontë, concluye con reflexiones acerca de cada uno de ellos que, quizá, deberían ser para todos los que siguen interesados en su obra nuevos marcos de trabajo y puntos de inflexión en los que moverse. Al leer las novelas de Charlotte, y conocidas las biografías que de ella y su familia se han escrito, Barker considera que no se deberían olvidar sus prejuicios, su desagradable hábito de ver siempre lo peor de la gente y la tiranía que ejercía sobre sus hermanas y a la que ellas se rebelaban. En su opinión, es posible que lo que todavía permanece de la biografía de Gaskell sea un ser humano más perfecto, pero no era Charlotte Brontë. Descubre igualmente una doble moral en muchos de los comentarios que Charlotte vertió en su correspondencia, pues mientras acusa a su hermano Branwell de fracasar en su búsqueda de trabajo, no manifiesta ningún sentimiento de culpa para con ella misma, a pesar de que había pasado dos años sin trabajar permitiendo que Anne y su padre la mantuvieran. Con la misma insistencia y rabia, Charlotte critica su falta de control emocional, pero no es consciente de que, a pesar de sus propios esfuerzos por controlar las emociones y no perder los papeles o por no exteriorizar su infelicidad, como hizo Branwell, su profunda depresión también afectó a su familia y sus amigos (1995: 471-472).
La vida y la personalidad de Emily Brontë apenas aparecen esbozadas en la biografía de Gaskell. Han sido biografías posteriores las que han ido ofreciendo, desde distintos puntos de vista, aproximaciones a su evasiva, huidiza y singular personalidad. Aparte de la biografía de Gaskell, la misma Charlotte colaboró indirectamente en prender la yesca de la leyenda de Emily a través de los escasos comentarios acerca de su hermana que incluye en algunas cartas y, sobre todo, a través de su prefacio a la segunda edición de Wuthering Heights. Aquí, para justificar la rudeza de la novela, asegura que la disposición de su hermana no era gregaria por naturaleza y que las circunstancias de su vida favorecieron su tendencia a la reclusión, de modo que raramente salía de casa excepto para ir a la iglesia o para caminar por las montañas (Brontë, 1967: 16). Encendida definitivamente la llama de la leyenda, Emily ha sido canonizada como escritora mística, como escritora profética o como la esfinge de la literatura inglesa, y también mitificada, ensalzada e inmortalizada por casi todos los biógrafos posteriores a Gaskell (Frank, 1992: 1). Atraída por el talento de Emily, Muriel Spark acepta abiertamente la utilización de la leyenda y considera que es el vehículo apropiado para expresar la manifestación del genio de algunas personas que no pueden describirse en términos corrientes. Piensa por ello que los datos legendarios que se adhieren al talento de las personas deberían respetarse. Para Spark (1975: 11) la leyenda es «el receptáculo de un aspecto vital de la verdad» y, aunque no pueda tomarse literalmente, no debería rechazarse simplemente porque no se puede comprobar. Una interpretación bastante plausible de Spark es la que considera que los detalles más oscuros del mito de Emily, su proceso creativo y el cambio de carácter en los últimos años de su vida son una manifestación del movimiento romántico. Los poetas románticos solían expresar en su conducta personal las hipótesis que sustentaban la creación, como si tuvieran necesidad de expresar activamente y manifestar al mundo la pasión y las creencias de este proceso. Como sabemos, el resultado de semejante apasionamiento no fue siempre