Republicanas. Luz Sanfeliu Gimeno
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El mundo de la vida política, reservado también exclusivamente a los varones, contaba con el espacio privilegiado de los cafés y casinos, donde los hombres discutían y se reunían con sus amigos compartiendo informaciones y buscando aliados políticos en el ambiente distendido de esos lugares de ocio.
En la novela Flor de Mayo se explica que en el café de Carabina, el tío Mariano aguardaba la llegada del alcalde y de otros de su clase escuchando con desdeñosa superioridad al «tio Gori, viejo carpintero de ribera que durante veinte años iba al café todas las tardes a deletrear el periódico desde el título a la plana de anuncios, comentando especialmente las sesiones de las Cortes ante unos cuantos pescadores que en días de holganza le oían hasta el anochecer».97
Los cafés y las tabernas de barrios y pueblos eran, pues, centros de ocio y a la vez de tertulia, donde tradicionalmente, también, los hombres se informaban, discutían y fraguaban alianzas.
Emulando a esos cafés y casinos de los barrios y pueblos, la vida asociativa de los casinos y centros republicanos combinaba la vida política del partido con un tiempo libre que podía ser evasión y distracción para los hombres, pero que trataba a su vez transformar los hábitos de conducta masculina, haciendo la sociabilidad reflexiva y el tiempo de ocio un espacio abierto a la cultura, progresista y comprometido con ese desarrollo personal que se entendía como la base de los cambios sociales.
Apoyándose en algunos hábitos de conducta ya establecidos, como era el de acudir a los casinos, los blasquistas, con un claro fin, pretendían imprimir a la sociabilidad masculina un claro matiz ideológico.
Así, cuando en 1903 se puso en marcha la Universidad Popular en Valencia, con sede en el Centro de Fusión Republicana de la calle Libreros, los blasquistas ya podían afirmar que
por fin, las mesas, los naipes y las fichas de dominó se arrinconarían unas horas mientras duraban las clases, y tal vez el ambiente instructivo de las enseñanzas, de los profesores que diesen sus lecciones desde sus cátedras populares, acabarían por avergonzar a los jugadores que se dedicarían a leer y a instruirse.98
El tiempo de ocio del que sólo los hombres disfrutaban (puesto que las mujeres de clases populares, durante el tiempo que les dejaba libre el trabajo remunerado, permanecían en la casa o se reunían con las vecinas para coser y charlar) fue, por tanto, uno de los ámbitos desde donde se impulsaron muchas de las iniciativas que el blasquismo proponía con respecto a la identidad masculina.
Pero los casinos, a medida que el partido republicano se fue consolidando como un eje fundamental de la sociabilidad masculina, ampliaron sus competencias y se convirtieron en espacios de sociabilidad familiar. Bailes, veladas musicales o teatrales, conferencias instructivas, pronto se programaron contando y reclamando la presencia de las mujeres de los republicanos. La vida política y asociativa, se convirtió también en vida de relaciones sociales disponible para todos los miembros de la familia republicana. Como espacios alternativos, los casinos no dudaron en programar actos propios para celebrar determinadas fiestas, como la conmemoración de la Primera República o la toma de la Bastilla; y más tarde, los casinos programaban continuas actividades relacionadas con la diversión y el entretenimiento. Incluso las fiestas tradicionales como las navidades, pascuas o carnavales se celebraban en los casinos republicanos adquiriendo, por supuesto, otros matices mucho más acordes con sus presupuestos ideológicos. Así, en 1909, en un artículo titulado «Los bailes del carnaval en nuestros Casinos», el periódico felicitaba a la directiva y comisión del baile con estas palabras: «Así se trabaja: uniendo el arte, el recreo y el buen gusto con la hermosa nota de los ideales que se sustentan y defienden».99
Desde el ambiente de hostilidad que los blasquistas expresaban ante esas formas de identidad masculina que se manifestaba de forma violenta en tabernas y cafetines, hasta la autocomplacencia que mostraban ante sus propias formas de diversión y sociabilidad, se había recorrido un interesante camino. Aquellos ideales que en los primeros tiempos del partido debían servir de guía a la conducta masculina continuaban sustentando la programación de un acto, tan aparentemente insustancial, como era un baile de carnaval. Los que compartían los mismos principios políticos se divertían y recreaban en familia para mostrar en público, en sus propios casinos, un nuevo estilo de vida.
En 1908 el partido contaba ya con una Comisión de Fiestas que, para «dar mayor brillantez á la conmemoración del 11 de febrero», acordaba contactar con los demás casinos del partido para que «estudien la idea y colectivamente lleven á la práctica toda iniciativa». Para tal «efecto se reunieron algunos presidentes y acordaron en principio celebrar una fiesta de caridad, un festival escolar y un acto político».100 En las fiestas de caridad solían participar activamente las mujeres, y en los festivales escolares el protagonismo se reservaba a los niños. El acto político final formaba parte, por tanto, de una compleja red donde la representación del «hacer» republicano se extendía a la fiesta e implicaba a diferentes grupos de edad y género.
La nueva sociabilidad masculina y el tiempo de ocio de los hombres, al hacerse política y culturalmente «útil», había logrado «reunir» en algunas ocasiones a los hombres y mujeres republicanos, proyectando indirectamente un nuevo modelo de relaciones familiares que se mostraban en público
1 Sobre el tema del populismo, véase J. Álvarez Junco (comp.): Populismo, caudillaje y discurso demagógico, Madrid, cis, 1987, pp. 219-270; J. Álvarez Junco: El Emperador del Paralelo. Lerroux y la demagogia populista, Madrid, Alianza, 1990.
2 R. Reig: Blasquistas y..., p. 14.
3 También Townson afirma que «populismo es un concepto escurridizo que se ha usado para cubrir una variedad de formas políticas [...] Sin embargo, “populismo” ha sido usado específicamente para hacer referencia a una política que intenta movilizar el apoyo a través de la atracción de un líder carismático. Su mensaje es moralista, emocional y antiintelectual e inconcreto». En N. Townson: «Introducción», en N. Townson: El republicanismo en..., p. 27.
4 S. de Beauvoir: El segundo sexo. La experiencia vivida, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1987, p. 54.
5 El Pueblo, 15 de febrero de 1898.
6 C. Fagoaga: «La herencia laicista del movimiento sufragista en España», en A. Aguado (coord.): Las mujeres entre la historia y la sociedad contemporánea, Valencia, Generalitat Valenciana, Direcció General de la Dona, 1999, pp. 91-111.
7 El Pueblo, 19 de febrero de 1898.
8 El Pueblo, 2 de agosto de 1896.
9 El Pueblo, «Hace veinte siglos», Blasco Ibáñez, 24 de diciembre de 1897.