Franquismo de carne y hueso. Gloria Román Ruiz

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Franquismo de carne y hueso - Gloria Román Ruiz Història i Memòria del Franquisme

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la particular «cosmovisión» de la gente de a pie, esto es, los parámetros culturales que configuraban su particular universo cotidiano. En otras palabras, los valores y significados que confirieron al microcosmos en el que actuaban y tomaban decisiones, y que configuraban su visión del mundo.34

      En palabras de Franco Crespi, la cotidianeidad tiene que ver con «la exaltación del calor de las cosas simples de la vida, del carácter tranquilo de la vida cotidiana con respecto a las tensiones y los riesgos de los momentos excepcionales».35 Sin embargo, este libro entiende la compleja noción de lo cotidiano, no solo como lo ordinario del día a día, sino también como lo extraordinario que viene a romper la «normalidad» y como la relación que se establece entre ambos. Para el caso de la Alemania nazi, Bergerson ha escrito que «la vida cotidiana durante el Tercer Reich no puede caracterizarse como normal o anormal, integradora o alienante. Normalidad y anormalidad, comunidad y sociedad, no son categorías objetivas sino experiencias subjetivas producidas a través de mecanismos culturales».36 Por tanto, no resulta sencillo delimitar qué es ordinario y qué extraordinario, o qué es normal y qué anormal en el día a día de una dictadura como la franquista durante la que todas estas concepciones quedaron trastocadas. El «anormal» régimen de Franco acabó por «normalizarse» a base de perdurar. Y episodios en otros momentos «extraordinarios» como las pequeñas operaciones estraperlistas devinieron «ordinarios» en los años de posguerra a base de repetirse día tras día.37

      En primer lugar, la historia de la vida cotidiana guarda un estrecho vínculo con la nueva historia cultural, que surgió con fuerza a mediados de los años noventa tras el llamado «giro cultural» y que eclipsó a la historia social más clásica.38 El interés de esta corriente historiográfica ha estado del lado del estudio de las mentalidades, las subjetividades y las identidades tanto individuales como colectivas, así como de las representaciones e imaginarios, y de las construcciones discursivas y simbólicas, que –junto a las realidades materiales objetivas– resultan cruciales a la hora de reconstruir el universo cotidiano de las clases populares. Todos estos elementos adquieren significados plurales, por lo que existen multitud de aproximaciones posibles, como las que se hacen desde la historia, la sociología o la antropología. Es precisamente de estas dos últimas disciplinas de donde proviene la noción de «cultura» que manejamos aquí, entendida como «todo el modo de vida» de un pueblo. O, en otras palabras, como «la urdimbre de significaciones atendiendo a las cuales los seres humanos interpretan su experiencia y orientan su acción». Por tanto, la cultura engloba tanto la «alta cultura» como la «cultura popular» (o folclore) y se configura bidireccionalmente, tanto de arriba abajo como de abajo arriba.39 Asimismo, nos resultan de gran utilidad conceptos como el de habitus de Bourdieu, esto es, el conjunto de disposiciones o esquemas mentales que codifican la manera de ser y estar en el mundo de cada grupo social que son «naturalizados» y asumidos de manera inconsciente.40

      En segundo lugar, este enfoque teórico-metodológico permite acceder a la política popular a través de lo cotidiano o, en otras palabras, atender a las múltiples formas en que lo político atraviesa contextos cotidianos como el del trabajo, la alimentación, el ocio, o la religiosidad y las festividades populares. Para ello resulta imprescindible comprender la esfera de lo político en un sentido lato que trascienda la política formal, caso de la pertenencia a un partido u organización sindical, y englobe las múltiples «formas de hacer política» de «los de abajo». Ello resulta especialmente cierto si tenemos en cuenta que bajo un régimen dictatorial como el franquista no puede hablarse de la existencia de una «esfera pública» propiamente dicha. No obstante, ello no significa que todos los actos cotidianos de la gente «corriente» tuvieran connotaciones políticas, por lo que debemos evitar caer en el extremo contrario, el panpoliticismo, que acaba vaciando de contenido esta categoría analítica.

      Tercero, y en el caso concreto de la dictadura de Franco, la aproximación de la Alltagsgeschichte abre la posibilidad de analizar la problemática relación entre el Estado franquista y la sociedad sobre la que se impuso: los momentos dulces y los episodios críticos por que atravesó, y cómo, cuándo y por qué se acabó deteriorando sin posibilidad de continuidad tras casi cuatro décadas de entendimiento. Por ejemplo, esta perspectiva resulta útil a la hora de observar las pequeñas acciones de resistencia cotidiana puestas en marcha para desafiar al poder franquista. Asimismo, permite dilucidar las formas en que las políticas y los discursos franquistas fueron recibidos por la población «a ras de suelo»: cuáles les resultaron atractivos, cuáles repudiables y cuáles otros indiferentes.

      Cuarto, frente a la rigidez de los enfoques estructuralistas, la Alltagsgeschichte se caracteriza por su flexibilidad y dinamismo a la hora de abordar la forma en que los individuos experimentaron el proceso histórico. Como explicara uno de sus principales representantes, Alf Lüdtke, «los hombres hacen su historia en unas condiciones dadas, ¡pero la hacen ellos mismos!».41 Esta corriente historiográfica enfatiza la autonomía de los sujetos y relativiza los límites estructurales que los constriñeron en su quehacer cotidiano. La historia de la vida cotidiana pone el foco sobre los hombres y mujeres «comunes» que durante largo tiempo fueron desatendidos y marginados por la historiografía tradicional. No se trata de negar la capacidad del Estado para condicionar la vida de los individuos, máxime en el caso de regímenes coercitivos y violentos como el franquista, sino de reconocer que los sujetos estuvieron en condiciones de negociar con el poder muchos aspectos de su cotidianeidad. En palabras de De Certeau, pese al poder de las estructuras, los individuos son capaces de poner en marcha prácticas o «maneras de hacer» cotidianas con las que se reapropian del espacio de forma «creativa».42

      En línea con lo anterior, este libro trata de subrayar el papel que tuvieron los hombres y mujeres «corrientes» en el sostenimiento de la dictadura franquista. Al tiempo, pretende revalorizar la capacidad de agencia que lograron preservar en aquel contexto altamente opresivo y hostil. Entre estos individuos estuvieron las mujeres, los jóvenes, los trabajadores agrarios o los vendedores ambulantes, que aparecen en las siguientes páginas como sujetos con voz propia que, pese a vivir parcialmente encorsetados, tomaron las riendas de sus vidas cotidianas. No obstante, esta atención especial a los grupos ordinarios y marginales, que constituían el grueso de la población, no es óbice para que ampliemos nuestras miras a toda la comunidad, sin ignorar a las élites locales. Además, a la hora de aplicar la metodología propia de la historia de la vida cotidiana toma en consideración la clase social, el entorno familiar, el sexo o la edad de estas personas como factores configuradores de sus múltiples y plurales experiencias cotidianas.

      En quinto lugar, los temas por los que se han interesado los historiadores de lo cotidiano han sido de una gran riqueza y diversidad. En el caso de los estudiosos de las dictaduras europeas del siglo XX que han aplicado los presupuestos teóricos de la Alltagsgeschichte, uno de los predilectos ha sido el de las actitudes sociopolíticas de la población. Esta cuestión aparece estrechamente vinculada al estudio de la cotidianeidad, al abrir la posibilidad de recuperar las variadas formas en que los hombres y mujeres que vivieron en dictadura experimentaron este sistema político. En otras palabras, abre al historiador la posibilidad de conocer la dictadura «realmente» vivida por la gente de a pie. Este libro se inserta en esta línea temática, englobando tanto los sentimientos de aquiescencia y conformidad que suscitaron las políticas más magnánimas del régimen franquista, como las prácticas de resistencia cotidiana protagonizadas por los disidentes o disconformes.

      Sexto, la historia de la vida cotidiana resulta especialmente valiosa cuando se aplica a pequeñas escalas de análisis. Es por ello que aquí se asume la perspectiva de la historia desde lo local, un enfoque que emergió al calor del llamado «giro local» de principios de la década de los noventa ante la necesidad de descentralizar la historia dando mayor protagonismo al marco local, el ámbito de gestión más inmediato y en el que empiezan a construirse las identidades individuales, que no podía continuar siendo un mero reflejo de lo global.43 La adopción de este prisma permite hacer aportaciones de relevancia al conocimiento general sobre el franquismo: corroborar, desmentir o

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