Postmodernismo y metaficción historiográfica. (2ª ed.). Santiago Juan Navarro
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Contexto histórico
Para entender la figura del Señor en Terra Nostra es necesario revisar la visión del reinado de los Austria que Fuentes presenta en sus ensayos. Según el novelista, Carlos V introdujo en España el ideal expansionista del Sacro Imperio Romano Germánico. Este concepto de un estado central de dimensiones continentales, unido al esfuerzo unificador de los Reyes Católicos, acabó con las tendencias pluralistas y democráticas de una España medieval en tránsito hacia la modernidad y en busca de un compromiso entre sus culturas y formas de gobierno autónomo (CCL 53).
En su retrato de la personalidad de Carlos V, Fuentes ofrece detalles que ayudan a comprender la personalidad del Señor. En The Buried Mirror comenta la naturaleza dual del emperador, al que describe como seguro e inseguro, duro y gentil, divido por sus alianzas nacionales y atrapado entre su educación erasmista, que le llevaba a buscar la conciliación, y su inclinación imperial que le obligaba a presentar batalla a sus enemigos declarados (las naciones indígenas, el imperio otomano, Francia y el protestantismo alemán). Agotado por los problemas políticos de su reinado, Carlos V se retiró al monasterio de Yuste, donde, rodeado de relojes y tras ensayar su propio funeral, murió en 1558 (BM 155).25
La subida al trono de Felipe II se produjo en un momento en que España se veía necesitada de cambios urgentes. No solo no se produjeron estos cambios, sino que se agravaron los problemas políticos y económicos. En lugar de modernizar las formas del poder Felipe II demostró a lo largo de su reinado una “voluntad suicida de mantener inmóvil la estructura orgánica del imperium medieval” (Fuentes 1976: 63). En lugar de abrirse a las reformas iniciadas en gran parte de Europa por el Renacimiento, España se aisló progresivamente del resto de Europa. De hecho, la orientación imperial de la corona dejó de ser europea (como al fin y al cabo lo había sido bajo Carlos V), para pasar a dirigir sus esfuerzos a la expansión transatlántica.26 En Europa se sucedieron, sin embargo, las campañas militares, pero el objetivo de las mismas era más estratégico y religioso (lucha contra las herejías y el protestantismo), que propiamente económico. La forma de financiación del imperio tampoco cambió sustancialmente. A las deudas contraídas por Carlos V con banqueros y prestamistas del norte de Europa se sumaron las de su hijo Felipe II, alcanzando niveles desproporcionados que solo pueden explicarse en función del oro y la plata que fluía constantemente del Nuevo Mundo y que servía para pagar tanto los intereses de los prestamos como los bienes manufacturados procedentes de los centros industriales de los Países Bajos. Como resultado se produjo una acumulación de capital sin precedentes en el norte de Europa, que habría de tener trágicas consecuencias para la economía española e hispanoamericana. España estaba financiando indirectamente la Europa protestante a la que pretendía combatir, pero lo peor de todo es que estaba endeudándose con las potencias extranjeras sobre la insegura base de extracción de metales preciosos en las Américas. Como señala el propio Fuentes, “Spain became the colony of capitalist Europe, and we in Spanish America became the colony of a colony” (1992: 157).
De acuerdo con la versión histórica de Fuentes, el final del reinado de Felipe II reproduce los últimos años de Carlos V. Como su padre, Felipe II se aisló finalmente tras las paredes de un monasterio.27 En medio de la Sierra de Guadarrama erigió un inmenso monumento a la ortodoxia de la fe, que además habría de servir de mausoleo de los reyes de España y de memorial por la victoria sobre los franceses en San Quintín (1557). Rodeado de cadáveres reales y reliquias de santos coleccionadas por toda Europa, Felipe II pasó sus últimos años, según Fuentes, sumido en la soledad y la duda. El retrato de Felipe II que el novelista mexicano nos presenta en sus ensayos incide en la misteriosa personalidad del monarca, concediendo especial atención a su carácter inseguro, su extraordinaria capacidad de trabajo, su espíritu burocrático, su vida ascética y su atroz muerte excrementicia (BM 157-64).
Los reinados de Felipe III, Felipe IV y Carlos II son contemplados por Fuentes como el comienzo de la ruina política de España. Durante esta época, el país se convierte en una nación de mendigos en la que se suceden las bancarrotas. En la descripción del declive de la dinastía de los Austria en España, Fuentes hace hincapié en la decadencia física de los monarcas que se manifestaría en rasgos biológicos que van desde el prognatismo apreciable en Carlos V hasta el retraso mental de Carlos II, llamado eufemísticamente el Hechizado. Pero en medio de esta degradación generalizada, se produjo, paradójicamente, un florecimiento cultural: el llamado “Siglo de Oro” español. La obra de Velázquez, El Greco, Zurbarán y Murillo, en las artes visuales, Lope de Vega y Calderón de la Barca, en el teatro, y Quevedo y Góngora, en la poesía, lleva a Fuentes a recordar como en los momentos de decadencia y corrupción se dan a veces las más altas cuotas de creatividad (BM 169).28
La historia en la novela
Como en el resto de Terra Nostra, la visión historiográfica que presenta “El viejo mundo” no busca reflejar objetivamente la realidad histórica o usarla como simple trasfondo de una trama ficticia. El proyecto historiográfico de Fuentes apunta, en cambio, hacia una reescritura del pasado que permita iluminar las áreas oscuras de la historia oficial. En el caso de “El viejo mundo”, se busca una explicación al origen de las formas de poder que dominan la esfera política del mundo hispánico moderno. Recordemos que en el momento de producción de Terra Nostra (1969-1974), España e Hispanoamérica vivían o bien bajo regímenes militares totalitarios, o bien en frágiles democracias donde las formas de representación popular estaban supeditadas a los intereses y voluntad de las oligarquías dominantes y del capital extranjero. Esta primera parte de la novela indaga precisamente en las raíces de esta situación, es decir, en el momento en que se crearon las bases para la actual condición de dominio y dependencia que padecen los países de habla hispana. Para ello sitúa la acción principal de la novela en la España de los Austria, periodo en el que la península alcanza su cenit imperial y la América latina comienza a sufrir los efectos de una colonización deficiente.
De entre la multitud de personajes y voces que se entrecruzan en esta primera parte de la novela, es el Señor quien recibe un trato preferente. Aunque este personaje compendia rasgos de los diferentes miembros de la dinastía de los Austria,29 Fuentes crea la figura del Señor sobre la base de Felipe II, con algunos elementos de Carlos V. De este último se adoptan ciertos datos biográficos extravagantes (su nacimiento accidental en una letrina de Gante, su alcoba tapizada de negro o sus últimos días dedicados a la reparación de relojes y al ensayo de su propio funeral), así como elementos de gran relevancia histórica, como la represión del movimiento comunero o la conquista de México llevada a cabo bajo su reinado. De Felipe II, se toman su carácter meticuloso y su gusto por la burocracia, su personalidad insegura, su ascetismo, la implacable lucha contra la heterodoxia religiosa y la melancolía de sus últimos años. La descripción de los rasgos físicos del Señor se corresponde con la de ambos