Postmodernismo y metaficción historiográfica. (2ª ed.). Santiago Juan Navarro
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Como el presente estudio explora la forma en que un problema narrativo (cómo la ficción postmodernista articula autorreferencialidad e historiografía) se resuelve en un contexto determinado (las Américas), su enfoque teórico combina el análisis formal y contextual. Mediante el examen del impasse cultural en el que fueron producidas estas obras, intentaré contestar algunas de las más importantes–y en gran medida inexploradas–cuestiones sugeridas por la teoría contemporánea. Como acertadamente sugiere Roberto González Echevarría (1990: 28), se ha convertido en un clisé casi acrítico el referirse a la importancia de la autoconciencia en la narrativa contemporánea. Pocos, sin embargo, han investigado sus funciones distintivas en obras específicas. Algo parecido podría decirse en relación con la nueva novela histórica. Aunque es muy común oír hablar de un renovado interés por materias históricas en la narrativa contemporánea, no son comunes, o al menos no en igual medida, los estudios en torno a las funciones y consecuencias del uso de temas históricos concretos. Este trabajo explora el tratamiento de estos dos elementos en la novela histórica postmodernista de Hispanoamérica y los Estados Unidos. A diferencia de gran parte de la teoría escrita en este campo, que celebra o rechaza el fenómeno global del postmodernismo, mi intención es ofrecer una evaluación crítica de los logros y contradicciones de esta nueva sensibilidad estética.
Capítulo 1
La metaficción historiográfica en el contexto de la teoría postmodernista: una perspectiva interamericana
Gran parte de las novelas históricas producidas durante las tres últimas décadas se caracterizan por una paradójica combinación de autoconciencia narrativa y reflexión historiográfica. Son textos intensamente autorreflexivos (exponen abiertamente su condición de artefactos lingüísticos), que aluden a una realidad histórica específica. Desde el punto de vista referencial, responden a dos impulsos divergentes: uno centrípeto, que se manifiesta en un aparente narcisismo narrativo; otro centrífugo, que los lleva a explorar el contexto en el que se inscriben. Linda Hutcheon ha acuñado el término de historiographic metafiction para referirse a estas formas ambivalentes, que, a su modo de entender, constituyen la manifestación dominante del postmodernismo literario. Autores como E. L. Doctorow, Robert Coover e Ishmael Reed, en el marco estadounidense y Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes o Abel Posse, en el latinoamericano, son solo algunos de los ejemplos más obvios de este tipo de práctica que ha tenido una especial difusión en las Américas. En el presente capítulo se estudiará el contexto teórico en el que surge la metaficción historiográfica, un contexto que es indisoluble del debate en torno a la postmodernidad.
A pesar de la desconfianza inicial de muchos críticos, el término “postmodernismo” ha acabado por imponerse en gran parte del ámbito académico. Usado para expresar una relación de secuencia en relación con el modernismo, el prefijo “post-” ha adquirido diferentes matices, cuando no conceptualizaciones divergentes. Para algunos se trata del término más apropiado para designar una ruptura radical con la estética modernista; para otros, no es sino una extensión de las premisas del propio modernismo. Si hay escaso acuerdo para establecer su relación con movimientos o periodos precedentes, lo mismo podría decirse en torno a su cronología. La década de los cincuenta (Jameson 1991: 1), la de los sesenta (Hutcheon 1988: 8) y la de los setenta (Harvey 1989: 7) son solo algunos de los referentes temporales que se han barajado como sus periodos inaugurales.
Todos estos temas adquieren mayor complejidad, si cabe, debido a la perspectiva crítica y la orientación ideológica de cada analista. Mientras algunos consideran el postmodernismo como un estilo que puede existir independientemente de un momento histórico determinado (Gaggi 1989), otros afirman que se trata de la expresión cultural de un estadio particular en el desarrollo de la economía mundial (Jameson 1983, 1984a, 1991). Dada la ubicuidad y la mutabilidad de este término y su asociación con la metaficción historiográfica, se hace urgente una exploración general de sus teorizaciones. En primer lugar, se examinan algunos de los conceptos más influyentes de la postmodernidad literaria en el contexto angloamericano: los desarrollados por Ihab Hassan, Brian McHale, Linda Hutcheon y Fredric Jameson. Si bien estos conceptos parten de lecturas dispares, juntos representan dos de las actitudes dominantes en el debate postmodernista: la visión esencialista, que busca diferenciar lo estético de otros ámbitos (Hassan y McHale), y la posición historicista de aquellos que sitúan el postmodernismo más allá de lo estrictamente literario, emplazándolo dentro de un corpus más amplio de prácticas discursivas (Hutcheon y Jameson). Desde una perspectiva interamericana, este análisis no sería completo sin tener en cuenta las posiciones que el debate ha suscitado en Latinoamérica, donde el uso del término “postmodernismo” ha sido frecuentemente cuestionado. Por último, las secciones 3 y 4 estudian los dos componentes característicos de la metaficción historiográfica (la autorreflexión y la historiografía) y el modo en que estos elementos han sido contemplados por la teoría contemporánea.
CONCEPTOS ANGLOAMERICANOS DEL POSTMODERNISMO
Ihab Hassan: estrategias de la deconstrucción
Ihab Hassan es uno de los primeros críticos en intentar establecer un concepto del postmodernismo desde una perspectiva propiamente literaria. Para ello ofrece una relación sistemática del repertorio postmodernista en comparación con el modernismo y las vanguardias. Para Hassan, los tres movimientos constituyen tres manifestaciones del cambio artístico en el presente siglo. La adscripción de obras y autores a cada una de estas corrientes es, ciertamente, problemática, y refleja los problemas típicos de toda obra pionera. En cualquier caso, Hassan es irónicamente consciente de tres limitaciones fundamentales en su estudio: el carácter artificioso de todo modelo literario, las inconsistencias que suelen ir aparejadas a toda descripción de nuevos fenómenos, y “the difficulty of giving a ‘deconstructionist’ canon for post-modernism” (Rose 43).3 En el epílogo a la segunda edición (1982) de su ensayo The Dismemberment of Orpheus (1971), Hassan lleva a cabo su más completa sistematización de un concepto del postmodernismo.4 Tras establecer la necesidad de entender el fenómeno como nacido en el seno del modernismo, no como ruptura sino como revisión, Hassan ofrece una larga lista de nombres procedentes de las más variadas disciplinas (filosofía, historia, psicoanálisis, teoría política, filosofía de la ciencia, teoría literaria, danza, música, artes plásticas, arquitectura y literatura) que iluminarían un posible concepto del postmodernismo.5 Como señala el propio Hassan, la variedad y heterogeneidad de tales nombres hacen imposible su inclusión bajo un mismo movimiento, paradigma o escuela. Sin embargo, evocan una serie de tendencias culturales relacionadas, una constelación de valores, un repertorio de procedimientos y actitudes de lo que conocemos como postmodernismo.
El rasgo dominante que Hassan ve en sus representantes es la exacerbación de una tendencia ya existente en el modernismo y las vanguardias: “la voluntad de deshacer”. Pero, frente a la institucionalización del elitismo de las vanguardias y del cultismo modernista, Hassan asocia este impulso deconstructivo a lo que Leslie Fiedler ha descrito como la recuperación de la cultura popular. Estos dos impulsos, desafío al modernismo institucionalizado y voluntad de (auto)disolución (o como Hassan desarrollará ulteriormente, inmanencia e indeterminación), constituyen los dos ejes articuladores del universo postmodernista.
Antes de ofrecer una lista detallada de su repertorio, Hassan se detiene en la elaboración de diez problemas conceptuales que, simultáneamente, ocultan y constituyen el postmodernismo”. Los cuatro primeros representan problemas de definición. En primer lugar, la palabra “postmodernismo” evoca aquello que pretende superar o suprimir (el modernismo mismo), es decir, contiene en su etimología a su propio enemigo. Como otras categorías, el postmodernismo sufre de lo que Hassan califica de inestabilidad semántica (algunos críticos llaman postmodernismo a lo que otros llaman “vanguardias” y otros “neovanguardias” o, simplemente, “modernismo”). La inestabilidad histórica de todo concepto literario lleva a cruces y superposiciones de estas dos corrientes a lo largo de su