Postmodernismo y metaficción historiográfica. (2ª ed.). Santiago Juan Navarro

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Postmodernismo y metaficción historiográfica. (2ª ed.) - Santiago Juan Navarro страница 6

Postmodernismo y metaficción historiográfica. (2ª ed.) - Santiago Juan Navarro BIBLIOTECA JAVIER COY D'ESTUDIS NORD-AMERICANS

Скачать книгу

de la narrativa narcisista a la metaficción historiográfica

      Linda Hutcheon ha analizado con gran profundidad la relación entre las nuevas tendencias de la narrativa metafictiva y el fenómeno global del postmodernismo. La relación entre ambos elementos no es, sin embargo, del todo consistente. En el prefacio a la segunda edición de Narcissistic Narrative (1980), Hutcheon opta por considerar la metaficción como una manifestación del postmodernismo, de ahí su uso del término “postmodernist metafiction”.6 Al mismo tiempo, acerca su análisis al estudio de las formas arquitectónicas que lo originaron. Siguiendo las pautas establecidas en arquitectura por Charles A. Jencks y Paolo Portoghesi, Hutcheon ve en la arquitectura un “doble código” similar al de la ficción postmodernista: ambas responden a códigos modernos, pero también a otros de carácter popular y local; el interés del arquitecto postmoderno se centra en la memoria histórica, el contexto urbano, la participación, el ámbito público, el pluralismo y el eclecticismo.

      De forma similar, la ficción postmodernista intenta crear un espacio democrático en el que sea posible la participación del lector, el cual asume una identidad compuesta con el escritor y el crítico. La metaficción postmodernista es altamente experimental, de ahí que tienda a jugar con las posibilidades del significado y de la forma. El uso de narradores autoconscientes y de técnicas de desfamiliarización ha posibilitado, igualmente, una mayor conciencia ideológica en la literatura contemporánea. De hecho, Hutcheon comenta cómo durante la redacción de Narcissistic Narrative tuvo lugar el auge y reconocimiento crítico de “una variedad particular de la metaficción” que identifica como “metaficción historiográfica”.

      Las obras que Hutcheon adscribe a este modo fictivo (los primeros nombres que menciona son The Public Burning de Robert Coover y Midnight´s Children de Salman Rushdie) responden a un impulso paradójico: se trata de novelas que reflexionan sobre sí mismas y sobre el proceso de producción y recepción de la obra literaria. Este impulso crea la falsa impresión de que la obra literaria disfruta de autonomía fictiva y lingüística, un espejismo que el propio texto desvanece. Igualmente, la inclusión de personajes, situaciones y problemáticas de carácter histórico dentro del contexto fictivo de las obras cuestiona las pretensiones de objetividad y empirismo del discurso histórico. Por muy autorreferenciales y reflexivos que puedan ser, tales textos acaban por afirmar su sujeción a la historia, pero la historia igualmente se muestra incapaz de escapar a las limitaciones de toda construcción cultural. Hutcheon señala cómo la aparición de esta nueva forma narrativa se ha producido simultáneamente a la consolidación de la nueva filosofía de la historia representada por especialistas como Hayden White, cuya obra comentaré en el tercer apartado.

      Desde el mismo prefacio a su “poética del postmodernismo” (1988), Hutcheon declara su intención de escapar a las celebraciones o condenas fáciles de este fenómeno cultural. Rehúsa, por tanto, considerar el postmodernismo como un cambio revolucionario o como la expresión agonizante del capitalismo tardío. Su intención es mostrar los puntos de contacto entre la teoría y la práctica, conducentes a la creación de una poética del postmodernismo lo suficientemente flexible para contener tanto la propia cultura postmoderna como nuestros discursos sobre la misma. La finalidad de esta poética es dar cuenta de las paradojas que resultan del encuentro entre las formas autorreflexivas del modernismo y un nuevo interés por lo histórico, social y político que caracteriza a la cultura postmoderna. Su diagnóstico de esta última es, por tanto, antitético al ofrecido por Jameson, quien ve el impasse cultural de nuestros días como ahistórico, antisocial y apolítico.

      Hutcheon estudia la dicotomía que Lentricchia (1980) ve como subyacente a los estudios literarios de hoy día, atrapados entre la necesidad de esencializar la literatura y su lenguaje y la, no menos urgente, demanda de situar a ambos dentro de más amplios contextos discursivos. Según Hutcheon, no hay dialéctica en lo postmoderno: lo autorreflexivo permanece distinto de aquello considerado tradicionalmente como su contrario (lo histórico y lo político), sin que de su interacción se desprenda síntesis alguna (1989: x). Hutcheon reconoce que esta tendencia dual (contraposición de formas autorreferenciales e históricas) no es una invención atribuible al postmodernismo, sino que sus inicios se remontan a los orígenes mismos de la novela moderna, encontrando en Don Quijote su primer representante ejemplar. Lo que es nuevo es la ironía característica de la versión postmodernista de estas contradicciones. De nuevo, la diferencia con las tesis de Jameson se hace patente, ya que al pastiche postmodernista de este último (concebido como “blank parody”), opone Hutcheon la ironía, la parodia y el distanciamiento.

      El postmodernismo es para Hutcheon un movimiento fundamentalmente contradictorio y político (1989: 1). Plantea cuestiones sobre todo aquello que consideramos como natural, pero no ofrece por lo general respuestas unívocas o soluciones simples. Hutcheon concibe el postmodernismo como una “fuerza problematizadora” en la cultura contemporánea. La dinámica que reproducen sus obras se caracteriza por la duplicidad y la deconstrucción. Se afirma o subraya algo para, inmediatamente, pasar a cuestionarlo. El propósito, según Hutcheon, es desnaturalizar los rasgos dominantes de nuestra forma de ser y de pensar, desfamiliarizar aquellas entidades que siempre habíamos admitido como naturales, desvelando, en última instancia, su valor puramente cultural (1989: 2).

      En una primera parte de su “poética”, Hutcheon estudia el marco estructural en el que nace esta corriente artística. Su origen más inmediato se encuentra en el desafío a la cultura liberal humanista que tiene lugar durante los años sesenta. La formación de los pensadores postmodernos de los ochenta se produce, pues, en el ambiente marcadamente antiempirista y, en ocasiones, antirracionalista, que se generó en los sesenta. Los pensadores de la época centran sus energías en cuestionar y desmitificar las nociones establecidas, así como la tendencia a sistematizar y uniformizar. Se plantean los límites del lenguaje, las fronteras entre los géneros se hacen fluidas. La distinción misma entre el discurso teórico y literario se pone en entredicho. El rechazo de la totalización, centralismo y homogeneización trae como resultado la valoración de lo provisional, descentrado y heterogéneo. Se da voz a aquellos grupos silenciados tradicionalmente tanto en la producción artística como teórica. Cuestiones de etnicidad, raza, género u orientación sexual pasan a un primer plano dentro de un nuevo discurso ex-céntrico, reconocedor de la diferencia y desafiante de aquellas teorías y prácticas que suprimen el carácter situado del discurso (producción-recepción, contextos histórico, social, político y estético).

      En una segunda parte, Hutcheon se centra en la llamada “metaficción historiográfica” como forma más representativa de la narrativa postmoderna. A la ambivalencia básica que subyace a este modo narrativo (tensión entre autorreferencialidad y contextualización), se suman otras paradojas de índole tanto estética como política. Uno de los recursos más destacados de las nuevas tendencias artísticas, la parodia postmodernista, refleja en la definición de Hutcheon esta ambigüedad: “repetition with critical distance that allows ironic signalling of difference at the very heart of similarity” (1988: 27). El postmodernismo es, por tanto, para Hutcheon vocacionalmente contradictorio (1988: xiii). Es consciente de su integración en las dominantes económicas e ideológicas de su tiempo. No existe una esfera exterior, un master discourse desde el que poder analizar el fenómeno globalmente y desde una perspectiva distanciada. Todo lo que puede hacer es contestar desde dentro; problematizar lo dado y aceptado de forma acrítica, ya sea la historia, el yo individual, la relación del lenguaje con sus referentes y la de los textos con otros textos. No hay, pues, según Hutcheon, una ruptura. La cultura es desafiada desde el interior de la cultura misma y es, precisamente, este desafío el objeto de estudio de su “poética”.

      Uno de los aspectos más débiles de la conceptualización que Hutcheon hace del postmodernismo es su estricta ecuación entre postmodernismo y metaficción historiográfica. Esto le lleva a desplazar fuera del canon postmodernista todas aquellas obras que no encajan en su esquema historicista. Si bien puede aceptarse como premisa la condición paradigmática de la metaficción historiográfica dentro del postmodernismo literario, resulta obviamente reduccionista ver

Скачать книгу