La nueva radio. Iván Tenorio Santos
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Pensar que la radio del futuro, o la nueva radio, no se verá afectada por los nuevos procesos generados por los cambios sufridos sería de torpes. Y aferrarse al lenguaje radiofónico en su forma y modo actual sin darle la posibilidad de asimilar nuevos conceptos sería más torpe aún.
La radio del futuro presenta unas características de interactividad con el oyente, hasta la fecha limitada a la participación telefónica de los oyentes y a las clásicas dedicatorias. Aún así, hoy en día, siguen siendo uno de los espacios participativos preferidos por los radioyentes.
Una interactividad basada en nuevos hábitos de consumo, como el uso del chat, e-mails, mensajes de voz, rss, galería de fotos, redes sociales y profesionales, video y las llamadas TIC (Tecnologías de la información y la comunicación). Este proceso, además, desencadena no sólo en la mera participación del oyente puntual en el medio, sino en un proceso mucho más profundo de comunicación emisor-receptor de 24 horas, con la participación en los blog y foros de opinión de los programas e incluso una comunicación generada únicamente entre los oyentes de un determinado programa a través de la red, mucho más allá del tiempo de duración del programa de radio en cuestión. Estos últimos, los programas, a su vez, pueden ser emitidos por una emisora de FM o AM o mediante la presencia de un Podcast en la red.
Incluso si un exitoso programa de radio o un destacado comunicador es retirado de la parrilla de programación de forma unilateral por una emisora de radio que obedezca exclusivamente a una decisión de la empresa, éste – programa o comunicador- si así lo decide, no tardará en encontrar su hueco en Internet en formato audio-radiofónico, con el consiguiente perjuicio en imagen del grupo mediático en particular y beneficio de los oyentes en general, por la pluralidad de contenidos.
Hablamos además de un proceso cross-media, donde la sinergia de las distintas plataformas de comunicación, como Internet o la telefonía móvil, entre otras nuevas ventanas de difusión de contenidos, apuntan también hacia un nuevo modo de entender la comunicación radiofónica que no debemos obviar.
Pero creo justa la posibilidad de avanzar sin renunciar al pasado.
Conozcamos bien el lenguaje radiofónico y observemos, entre otras posibilidades, como el mayor de sus inconvenientes, hasta la fecha, la falta de imagen, es precisamente la mayor de sus ventajas. Nos permite, entre otras posibilidades, escuchar mientras desarrollamos otra tarea. A su vez, la esencia de este lenguaje potencia la imaginación y la capacidad creativa ante lo que escuchamos, generando constantemente, en nuestra mente, imágenes de lo que percibimos a través de nuestros pabellones auditivos.
Sería interesante ver el escáner cerebral de una persona que mira la televisión y la de otra que escucha la radio.
La radio, como nos comenta José Ramón Velasco, goza de un efecto movilizador, frente a la pasividad inducida por otros medios. Dotada de una gran capacidad de movilización, fruto de la propia idiosincrasia del lenguaje radiofónico, en el modo en que es interpretado el mensaje por el cerebro, estimulándolo, obligándole a generar imágenes muy personales de lo que está escuchando. En este análisis, es curioso como el paso del tiempo ha relegado prácticamente a la extinción, por parte de los grupos mediáticos, a la radio-novela, y ver como, a través de Internet, éste es uno de los géneros que resucita de su latencia. Precisamente uno de los que más recursos utiliza del lenguaje radiofónico.
Hablemos de otros campos. Parece que en los centros de estudios oficiales y universidades públicas, donde se estudia periodismo y publicidad, la fonética, base de la locución y materia prima de estas profesiones desarrolladas en radio, junto con la voz, esencia de la comunicación, no son importantes para la formación de un buen comunicador. En ningún caso podemos encontrar asignaturas al respecto, salvo esporádicos cursos de declamación y cómo hablar en público. Sin embargo, estamos ante uno de los pilares fundamentales del leguaje radiofónico, retomando la opinión del maestro Carlos Infante (www.carlos-infante.com) deberíamos prestar más atención a la fonética en particular y al lenguaje en general. Recordemos que la materia prima del pensamiento es el lenguaje, una carencia de éste, junto a una mala locución e interpretación del mismo, limita inexorablemente nuestras capacidades de pensamiento y comunicación. Podríamos decir que pensamos con la voz.
Pan para hoy, hambre para mañana
Si profundizamos en el análisis general sobre la radio actual y nos centramos en las políticas de programación de determinados medios de comunicación, basadas en intereses un tanto equivocados y que nada tienen que ver con el medio radiofónico, observaremos parrillas de programación de ciertas emisoras marcadas por la automatización en su formato más puro e impersonal, muy útil, eso sí, como hilo musical o fondo sonoro para ascensores, pero que no aportan oficio ni beneficio al medio radiofónico. A este asunto no le dedicaremos excesivos renglones, puesto que somos muchos los que pensamos que obedecen a políticas verticales del pasado.
Tristemente para otros, un presente al que aferrarse como un clavo ardiendo, con el fin de justificar no sé qué intereses, pero condenado a caer por su propio peso. Porque lo más curioso de algunas de las actuales parrillas de programación no es que estén copiadas unas de otras, aunque sí dan la sensación de partir de la misma fuente de inspiración no vocacional, puesto que por desconocimiento o mal asesoramiento, imaginamos que tratan de aprovechar “complejos estudios” donde se demuestra la rápida capacidad de penetración en el mercado de ciertas programaciones.
Pues bien, a esto es a lo que habitualmente llamamos “Pan para hoy, hambre para mañana”. Al interpretar al unísono una programación que poco tiene que ver con la esencia de la radio, parece existir una falta de dominio sobre el lenguaje radiofónico, ignorando el potencial del mismo, en pro de algunas programaciones que invitan a un alejamiento de las nuevas generaciones hacia otros estados del radiofonismo. No olvidemos que, tal y como están las cosas, la difusión por ondas no deja de ser un mueble, un medio para desarrollar un fin radio y si ésta no puede explotar todas sus posibilidades es que se nos quedó pequeño el mueble o está mal ordenado.
Quizás nuestras palabras destilen un cierto pesimismo ante el futuro de alguna de las emisoras de radio actuales o la programación de según qué cadenas o emisoras. Nada más lejos de la realidad. Generalizar conceptos es poco inteligente, además de una falta de respeto absoluta hacia los compañeros que trabajan en el medio. Y, aunque no nos falten motivos para pensar que en la radio actual sobran parásitos y falta corazón, gente vocacional que ame el medio, con capacidad de compromiso y pleno dominio del lenguaje radio-fónico, creemos sinceramente en la existencia de grandes e incuestionables profesionales (radiofonistas, periodistas, locutores, técnicos, creativos, comunicadores, gestores y directores). También creemos en la apuesta de algunas cadenas y emisoras de radio por una programación basada en un profundo conocimiento del medio radiofónico que han sabido desarrollar a lo largo de muchos años una cuidada antena capaz de acercarnos el corazón de la radio, a millones de oyentes, ofreciéndonos grandes momentos que forman parte de la misma historia de la comunicación.
Nuestro más profundo respeto y admiración hacia quienes desarrollan este trabajo.
Lo bueno de esto, es lo malo que se está poniendo