Comunidad e identidad en el mundo ibérico. AAVV
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Los medievalistas no se interesan pues por los moriscos mudéjares antiguos y los modernistas les han prestado poca atención hasta fechas recientes. Tres ejemplos sacados de tres excelentes monografías lo demuestran, elocuentemente. En su libro sobre los moriscos en tierras de Córdoba, Juan Aranda Doncel escribe un primer capítulo donde la historia de los moriscos mudéjares antiguos está tratada en cinco páginas. Es verdad que el autor insiste sobre la desaparición de la comunidad mudéjar cordobesa a principios del siglo XVI pero sigue existiendo por ejemplo una comunidad de cierta entidad en Palma del Río de la cual no sabemos nada.11
En su estudio sobre la comunidad de Ávila, Serafín de Tapia analiza sustancialmente, el grupo de los mudéjares entre el siglo XIII y 1502 al cual dedica unas 50 páginas, mientras los moriscos mudéjares antiguos no reciben casi tratamiento específico salvo para el momento de la expulsión. Y Serafín de Tapia nos indica que, localmente, los mudéjares antiguos están designados como convertidos, denominación un tanto sorprendente porque podría dar a entender que los granadinos no lo eran. Una vez más el vocabulario de la documentación merece mucha atención. Pero más allá de este problema los convertidos o mudéjares antiguos aparecen en el libro, salvo en el tiempo de la expulsión, bajo la apelación genérica de moriscos. Podemos imaginar que antes de 1570 y la llegada de los granadinos se trata de ellos, pero después de la instalación de los andaluces no hay manera de distinguirles de estos inmigrados.12 Finalmente, en su libro sobre los moriscos de Uceda y Guadalajara, Aurelio García López se muestra atento a la situación de los moriscos antiguos entre 1502 y 1570 dedicándoles el capítulo II, pero las más de las veces los llama moriscos a secas lo cual es demasiado impreciso. La no diferencia entre moriscos antiguos y granadinos es total para el periodo posterior a 1570. Y los antiguos apenas reaparecen en el momento de la expulsión.13
Como se ve la confusión es bastante generalizada. Se observa en un trabajo reciente de enorme extensión que arroja mucha luz sobre los moriscos mudéjares antiguos: el de Trevor J. Dadson aplicado al pueblo manchego de Villarubia de los Ojos. La confusión está ya en el título Los moriscos de Villarubia de los Ojos (siglos XV-XVIII) como si los verdaderos actores del volumen, los 700 mudéjares antiguos representasen toda la población morisca del lugar. El autor dice: «pues con la conversión (en 1502) habían pasado de ser mudéjares a ser moriscos».14 Pero de los granadinos no sabemos casi nada fuera de su llegada a Villarubia hacia 1570-1571.
Existen sin embargo algunas excepciones perteneciendo a dos tipos de trabajos. Por una parte unas contribuciones que abarcan a todos los moriscos y que gracias a su visión global, llegan a definir la especifidad mudéjar antigua a pesar de su debilidad numérica y de su dispersión. Por otra parte, unos estudios precisos y siempre muy cercanos a los documentos redactados por historiadores excelentes conocedores del ámbito local del valle de Ricote, la principal zona, como veremos, ocupada por mudéjares antiguos. De un lado tenemos que subrayar la lucidez de Antonio Domínguez Ortiz y de Henri Lapeyre. El primero en su primer acercamiento al tema morisco dedicó un artículo a los moriscos en tiempos de Felipe IV, es decir a los que permanecían en España después de 1621. Fue precisamente la época en la que los mudéjares antiguos fueron objeto de muchas consultas del Consejo de Estado y de las Cortes de Castilla. Así, Antonio Domínguez Ortiz da en una nota una definición precisa del grupo: «Se llamó en Castilla mudéjares a los moriscos convertidos en 1501 habitantes de antiguo en el país, por oposición a los moriscos granadinos, esparcidos en 1568 después de la rebelión de las Alpujarras», y analiza el caso de dos comarcas, la de las cinco villas del Campo de Calatrava y la de Murcia, más concretamente, el Valle de Ricote donde se encontraba la mayor concentración de mudéjares antiguos de toda España.15 En su libro publicado en 1959, Géographie de l’Espagne morisque, Henri Lapeyre no olvida los mudéjares antiguos que él distingue siempre, claramente, de los demás. A ellos dedica unas cuatro páginas en su capítulo sobre los moriscos de Castilla para, sobre todo, situarlos en el mapa. Y hace un relato pormenorizado de los intentos de expulsión, entre 1611 y 1614, de los mudéjares murcianos insistiendo él también en los del Valle de Ricote. Si añadimos a estos pasajes los relativos a los mudéjares antiguos que figuran en los apéndices podemos subrayar que el grupo de los mudéjares antiguos no está del todo olvidado por Henri Lapeyre.16 Simplemente, el espacio relativamente limitado que les reserva está a sus ojos justificado por su escaso peso demográfico.
Del otro lado existen una serie de libros y artículos cuyos autores tienen lazos estrechos con el valle de Ricote. Varios de ellos han sido o son cronistas de pueblos de este valle: Luis Lisón Hernández, José David Templado Molina, Govert Westerveld. El primero publicó en 1992, en un número monográfico de la revista Areas, un artículo muy completo titulado «Mito y realidad en la expulsión de los mudéjares murcianos del valle de Ricote».17 En 2001, el segundo escribió un trabajo: «1613. Controversia e ineficacia de la expulsión mudéjar».18 Paralelamente, otros investigadores especialistas de la zona murciana iban en el mismo sentido. Juan González Castaño publicó en el mismo número de Areas un documento fundamental, el informe del dominico Fray Juan de Pereda «sobre los mudéjares murcianos en vísperas de la expulsión» escrito en 1612, que, Francisco Chacón Jiménez había ya analizado en 1982 en su trabajo: «El problema de la convivencia. Granadinos, mudéjares y cristianos viejos en el Reino de Murcia, 1609-1614», y que Govert Westerveld insertó una segunda vez en su libro, aparecido en 2007, lleno de datos cuyo título Miguel de Cervantes, Ana Félix y el morisco Ricote del Valle de Ricote esconde la historia, hasta hoy, más completa de los mudéjares antiguos del valle.19 Podemos lamentar que el autor haya empleado casi siempre, la palabra moriscos cuando habla de mudéjares antiguos.
Todos estos ejemplos subrayan la necesidad de ser definitivamente precisos en el vocabulario empleado. El estudio de los moriscos mudéjares antiguos ha sufrido de manera privilegiada por los investigadores, de un lado la veta cuantitativa que ponía el acento sobre los grupos más numerosos y dejaba en la sombra los pequeños núcleos, y de otro la especialización geográfica