Caída y ascenso de la democracia. David Stasavage

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Caída y ascenso de la democracia - David Stasavage

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la caída de Roma hasta su primera reaparición en las traducciones latinas de la época medieval. El teórico político J. G. A. Pollock sostuvo que el redescubrimiento de las ideas griegas sobre las polis tuvo un profundo efecto en las ciudades-repúblicas independientes del norte de Italia, pero esto no nos ayuda mucho a entender cómo estas surgieron en primera instancia. Sabemos que la primera traducción al latín de la Política de Aristóteles apareció en torno a 1260 d. C., pero la gran mayoría de las comunas italianas se hicieron autónomas mucho antes de esa fecha. Parecería que los ciudadanos medievales tuvieron que reinventar la gobernanza democrática por su cuenta, y es sorprendente que esto sucediera primero en Europa y no en el Oriente Próximo islámico, porque las obras de Aristóteles nunca fueron desconocidas en esa región.

      Las ideas sobre la democracia importan y haré hincapié en ello a lo largo de este libro. Pero la simple idea de que los europeos tenían democracia debido a la tradición clásica no resulta convincente. Los europeos promovieron la causa de la democracia incluso en aquellos momentos en que la tradición clásica había sido olvidada, como lo hicieron otros pueblos sin haber descubierto nunca dicha tradición.

      Desigualdad

      La idea de que la desigualdad es perjudicial para la democracia está profundamente arraigada: en una sociedad dividida entre ricos y pobres, habrá envidias que socavarán la gobernabilidad democrática pacífica. Además, los desposeídos pueden ser más susceptibles a los llamamientos de los demagogos, de modo que la democracia no sobrevivirá mucho tiempo ante una gran desigualdad.

      También es lógico pensar que habrá fuerzas poderosas que fomenten la igualdad en una democracia. Puesto que los pobres son más numerosos que los ricos, pueden votar a aquellos candidatos que propongan tomar medidas contra la desigualdad. Esto podría consistir en unos impuestos o políticas de gasto progresivos, como una educación subvencionada por el Estado.

      El punto de vista común sobre la desigualdad y la democracia cuenta con menos apoyos de lo que uno podría pensar. La principal prueba de esta afirmación es la Europa occidental durante los siglos xix y xx. En muchos países, la democracia moderna surgió y se mantuvo a pesar de la alta y creciente desigualdad. Al mismo tiempo, la democracia no solía contribuir demasiado, por sí sola, a atajar esa desigualdad y, con el tiempo, las élites fueron conscientes de ello. Mientras que los autores de los “Federalist Papers” estaban obsesionados con el peligro que una república podía entrañar para la propiedad a finales del siglo xix, las élites de la Europa occidental aprendieron a adoptar una actitud más indiferente: ¿por qué preocuparse por el sufragio universal, si eso no se traducía en unos fuertes impuestos o en expropiaciones? Esta conclusión tiene connotaciones positivas y negativas: la democracia puede ser más estable de lo que pensamos frente a una gran desigualdad, pero si lo que preocupa es la desigualdad, la democracia no va a proporcionar, por sí sola, una solución.

      Desarrollo económico

      El problema de la hipótesis del desarrollo económico es que, si consideramos el surgimiento de la democracia en Europa como un proceso muy largo que se remonta a la época medieval, e incluso antes, entonces debemos recordar que en esos siglos previos Europa no estaba más desarrollada que el resto del mundo; de hecho, a menudo era al revés. Incluso cuando hicieron la transición a la democracia moderna, muchos países eran bastante pobres, según nuestros estándares actuales. Cuando se produjo el advenimiento de la Tercera República Francesa en 1870, Francia tenía el mismo nivel de PIB per cápita que tiene hoy Tanzania.

      Extraemos conclusiones con unos matices similares cuando invertimos la relación y preguntamos qué efecto tiene la democracia en el desarrollo económico. El argumento habitual es que la democracia será más favorable al crecimiento porque en una democracia la gente sentirá que su propiedad está más segura. Profundizaré en este tema en el capítulo viii. La evidencia muestra que, cuando comparamos la democracia temprana y la autocracia, cada uno de estos sistemas tenía fortalezas y debilidades en lo relativo al desarrollo económico. Precisamente porque en el gobierno democrático temprano el poder estaba descentralizado, había poco riesgo de que un gobernante central pisoteara los derechos de propiedad. Sin embargo, el poder descentralizado también puede generar barreras de entrada para los nuevos participantes en el mercado y, por esta razón, la democracia temprana pudo ser un freno a la innovación. La República Holandesa es un ejemplo de esto. Si miramos a las autocracias, vemos un patrón inverso: en China y Oriente Próximo, ayudó a crear un mercado muy amplio, a través del cual podían viajar las ideas y las innovaciones, pero el talón de Aquiles de la autocracia fue la inestabilidad. Con un poder centralizado y un Estado burocrático, el riesgo era que los gobernantes pudieran cambiar de pronto las reglas hacia direcciones no deseables.

      el futuro de la democracia

      La democracia temprana existió durante miles de años en un amplio conjunto de sociedades humanas: era una institución muy sólida. Una de mis principales motivaciones para contar esta historia ha sido intentar arrojar una nueva luz sobre la democracia moderna. En términos comparativos, la democracia moderna solo lleva existiendo un breve periodo de tiempo. Deberíamos considerarla un experimento en curso y, tal vez, incluso sorprendernos de que haya logrado sobrevivir siquiera. A lo largo de la extensa trayectoria de la historia de la humanidad, las sociedades han estado gobernadas de manera autocrática por alguien que dispuso de una burocracia estatal, o han tenido algo parecido a la democracia temprana allí donde no había Estado, el poder estaba descentralizado y su escala general tendía a ser pequeña. La idea de que se pudiera sostener una democracia en un sistema de gobierno tan grande como las trece colonias estadounidenses, unido a un Estado central, no tenía precedentes. Podemos utilizar las lecciones de la historia para extraer tres conclusiones sobre el futuro de la democracia.

      Las nuevas democracias

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