El cálculo de la vida. Andrés Moya

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El cálculo de la vida - Andrés Moya Prismas

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forma, con las herramientas conceptuales y técnicas de su tiempo, así como datos empíricos, de dar con una explicación científica de lo que pudiera ser un ente vivo. No negaban el valor que el estudio analítico de los seres vivos pudiera tener para poder comprender mejor la complejidad intrínseca que estaba asociada a ellos. De hecho, Mayr sopesa el valor del análisis en su justa medida pero, al igual que los vitalistas de otrora, quiere entender que la vida necesita ser estudiada al mismo tiempo con otras aproximaciones. Mayr reivindica a los vitalistas porque son antecesores de una tesis que le resulta preciosa: la de que la biología es una ciencia autónoma. Por otro lado, este científico trata de poner en contexto actual la citada autonomía. Y es entonces cuando introduce la noción, muy moderna, de la interacción entre los componentes. Para Mayr las interacciones son tan importantes como los componentes. Por lo tanto, cabe formularse la siguiente pregunta: ¿eran las interacciones de los componentes el elemento clave que añadir al conjunto para poder dar con una explicación cabal de esa entidad a la que llamamos vida? ¿Es la interacción, en sentido genérico y cualitativo, la ansiada fuerza vital de Bergson o la entelequia de Driesch? Muy probablemente. Esta obra es una excursión intelectual que toma la noción de interacción como algo muy propio de los fenómenos complejos presentes en la naturaleza, los asociados a la vida y, particularmente, a su unidad básica, la célula. De la interacción surgen las emergencias, y estas pueden constituir nuevos niveles de organización con su propia lógica y sus propias leyes. La vida es un fenómeno emergente y representa un nivel de organización que dispone de leyes propias para su propia comprensión con respecto a los elementos que la componen. Tanta ha sido la insistencia histórica de esta cuestión por parte de ciertos filósofos y biólogos holistas que casi podemos afirmar que ha sido una tradición secular que ha corrido paralela a otras de carácter más analítico, una tradición siempre presente, crítica, minoritaria, pero persistente. Una tradición que ha estado esperando la llegada de su momento de gloria. Son varios los factores que ha sido necesario que se materializasen para poder afirmar que el momento del holismo biológico ha llegado. La biología, o una cierta tradición de esta poco proclive al análisis, ha sido una ciencia abanderada del emergentismo y sostenedora de la tesis de que cada nivel de organización tiene sus propias leyes. La biología ha inculcado en otras ciencias, la física incluida, tal filosofía.

      3.

      EL BRICOLAJE EVOLUTIVO

      Leí con pasión la obra de François Jacob, La lógica de lo viviente, al poco de aparecer su edición en español. Es un pequeño tesoro intelectual en mi biblioteca, entre otras cosas porque lleva una dedicatoria del autor, aprovechando el nombramiento como Doctor Honoris Causa por la Universitat de València en 1993. Debo comentar la emoción que aprecié en sus ojos cuando los profesores o investigadores, algunos ya entrados en años, nos acercamos a él el día de la ceremonia y con ejemplares bien manidos nos dedicó la edición del año 1973. Su obra entró en nuestro país por la mejor puerta, la de los jóvenes de mi generación ávidos por tener un referente de la nueva biología. A diferencia de la obra de Monod, más filosófica, la de Jacob es un repaso de la moderna historia de la biología, pero un repaso interpretado desde un posicionamiento científico que él suscribe y al que denomina biología tomista o reduccionista. Comenta Jacob:

      Contrariamente a lo que se suele imaginar frecuentemente, la biología no es una ciencia unificada. La heterogeneidad de los objetos, la divergencia de los intereses, la variedad de las técnicas, todo contribuye a multiplicar las disciplinas. En los extremos del abanico se distinguen dos grandes tendencias, dos actitudes que acaban por oponerse radicalmente. La primera de estas actitudes puede ser calificada de integrista o evolucionista (...). El biólogo integrista se niega a considerar que todas las propiedades de un ser vivo, su comportamiento, sus logros, pueden explicarse solo por sus estructuras moleculares. Para él la biología no puede reducirse a la física y a la química. No es que quiera invocar lo incognoscible de una fuerza vital. Sino que piensa que la integración, en cualquier nivel, da a los sistemas propiedades que no tienen sus elementos. El todo no es tan solo la suma de sus partes.

      En el otro polo de la biología se manifiesta la actitud opuesta que podemos llamar tomista o reduccionista. Para el tomista el organismo es sin duda un todo, pero hay que explicarlo solamente por las propiedades de sus partes. La biología tomista busca dar cuenta de las funciones por medio únicamente de las estructuras. Sensible a la unidad de composición y funcionamiento que se observa detrás de la diversidad de los seres vivos, ve en las conquistas del organismo la expresión de sus reacciones químicas (...). Según esta perspectiva no existe ningún carácter del organismo que no pueda, a fin de cuentas, ser descrito en términos de moléculas y sus interacciones. Ciertamente, no se trata de negar los fenómenos de integración y de emergencia. Es evidente que el todo puede tener propiedades de las que están desprovistos los constituyentes. Pero estas propiedades resultan de la estructura misma de estos constituyentes y su disposición.

      La biología, sostiene Jacob, no es una ciencia unificada. Y no lo es porque a través de su enorme heterogeneidad de observables y métodos existe una polarización, dos tendencias extremas, continúa Jacob, que acaban por oponerse frontalmente. Conviene preguntarse si la biología, como ciencia, no debiera acabar de unificarse por medio de una teoría general que unifique esos extremos. Probablemente ese sea el objetivo de una teoría de la biología, es decir, una biología con teoría. Jacob reconoce que la biología contiene mucha generalización y poca teoría, siendo la de la evolución una de las pocas que gozan de una posición privilegiada y cierto predicamento tanto dentro como fuera de la propia biología. Reconoce Jacob que se trata de una ciencia que adolece del problema de la historicidad, y que se basa en la reconstrucción de los hechos pero se presta poco a la comprobación directa. Tanto de la frase anterior como de las consideraciones que acabo de hacer uno puede colegir fácilmente el posicionamiento de Jacob en el dominio de lo que vino en llamarse, una vez se descubrió la estructura del dna, la moderna biología. En efecto, desde entonces la biología se ha constituido en una poderosa disciplina por su capacidad para llegar a las entrañas de la célula, a la estructura y a la función de sus moléculas y a las interacciones que ellas mantienen. Si Mayr, decididamente, quiere mantener la autonomía de la biología al manifestar que los seres vivos exhiben propiedades en algún momento o en algún nivel de su organización o jerarquía que no son reducibles a sus componentes –Mayr sería un buen exponente de la biología integrista–, Jacob se inclina por la tesis de que los componentes, en esencia el dna, el programa, despliega todas las propiedades, incluidas las emergentes. Jacob se inclina por la biología tomista o reduccionista.

      Conviene apreciar algo en Jacob que no debiera escapársenos: se inclina por la biología reduccionista, pero admite las propiedades emergentes y las interacciones. Probablemente la biología molecular en su génesis está muy orientada a la práctica de una metodología experimental que trata de aislar los problemas y desentrañar la estructura y la función de los componentes aislados. Si esos componentes son los moleculares y si en su propia estructura se encuentra la capacidad de generar emergencias cuando interaccionan entre ellos, casi de forma mecánica, esa es otra cuestión. Pero resulta importante para la tesis que deseo mantener aquí el hecho de que para un biólogo tan fundamental en la moderna biología como es Jacob, de tendencia reduccionista, la emergencia se contemple como algo admisible. Jacob, de hecho, se encuentra sumergido en esa corriente de la historia de la biología que muestra la particularidad del fenómeno vital. Él mismo recoge en su libro la afirmación que Claude Bernard hace al respecto de lo vivo:

      Admitiendo que los fenómenos vitales se relacionan con manifestaciones físico-químicas, lo cual es cierto, la cuestión en conjunto no queda por ello esclarecida; porque no es un encuentro fortuito de fenómenos físico-químicos el que construye a un ser dentro de un plan y según un diseño fijados y previstos de antemano (...). Los fenómenos vitales tienen sus condiciones físico-químicas rigurosamente determinadas; pero al mismo tiempo se subordinan y se suceden en un encadenamiento y según una ley previamente fijados: se repiten eternamente, con orden, regularidad, constancia y se armonizan a fin de obtener un resultado que es la organización y el crecimiento del individuo, animal

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