Manuel Álvarez (1796-1856). Un leonés en el oeste americano. Thomas E. Chavez
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Con el final de la guerra, Álvarez retomó la causa de los nuevomexicanos, esta vez como líder del partido en pro de la constitución del Estado que se enfrentó directamente con el partido territorial en el gobierno. Como teniente gobernador elegido y gobernador en funciones, Álvarez y su cohorte Richard Weightman se hicieron oír en los órganos de gobierno más altos de los Estados Unidos. Esta lucha supuso para Álvarez y sus partidarios tanto una victoria como una derrota así como el esfuerzo más grande que realizaría hasta su muerte.
1 (N.T.) La dicotomía se presenta por la denominación del río dependiendo de la zona geográfica. Mientras en México es el río Bravo o el río Grande del Norte, en los Estados Unidos, la denominación es la de río Grande.
2 Eugene T. Wells. “The Growth of Independence, Missouri, 1827-1850”, Missouri Historical Society Bulletin 41, no1 (October 1959): 42; R.L. Duffus, The Santa Fe Trail (New York: Longmans, Green, 1930), p. 184.
3Algunos historiadores argumentan que la pobreza no reinaba, señalando que muchos nuevomexicanos hicieron fortuna por medio del ganado ovino en el Camino de Santa Fe. Mientras que esto puede ser verdad, la realidad de la distancia de Nuevo México contrarresta esta riqueza. Un vistazo rápido a la clase de mobiliario, juguetes, utensilios y otros enseres utilizados por nuevomexicanos demuestran ampliamente los efectos de la distancia, incluso entre los relativamente bien situados económicamente.
4 Larkin era el cónsul de los Estados Unidos, en Monterrey, California en el tiempo en que Álvarez fue cónsul en Nuevo México.
Capítulo 1
El español viajero
Manuel Álvarez nació en 1796 y pasó su infancia con sus dos hermanos: Ángel y Bernardo y sus tres hermanas: María, Basilia y Engracia en la montaña, en su pueblo natal de Abelgas, situado en la ladera sur de la Cordillera Cantábrica en la provincia de León, en el norte de España. Bajo la atenta mirada de sus padres, Don José Álvarez y Doña María Antonia Arias1, Álvarez llegó a dominar el francés además del castellano, su lengua nativa, y desarrolló una ambición juvenil de convertirse en escritor. Esta ambición le condujo en última instancia a redactar escritos conmemorativos y documentos oficiales e incluso a publicar algunos artículos para una revista madrileña. Ávido lector, se familiarizó rápido con los escritos de Thomas Carlyle, Sir Walter Raleigh y Benjamin Franklin así como los de muchos escritores españoles. Su interés por la historia se refleja en sus diarios en los que escribió sobre la guerra de Independencia norteamericana y sobre la conquista de México por Hernán Cortés y comparó las obras del jesuita mexicano Francisco Clavijero, quien escribió La Historia Antiqua de México, y del noble prusiano Alexander von Humboldt, autor del Ensayo Político Sobre el Virreinato de Nueva España”2.
Quizá sea el adjetivo “curioso” el que mejor describa a Álvarez: le interesaba la gente y los nuevos territorios; su curiosidad queda evidenciada en sus diarios, en los que anotó con exactitud sus impresiones, pensamientos e ideas. Expresó una preocupación sincera por su país de adopción: “México no debe vanagloriarse de que el mundo se arrodille ante él solicitando entrada en sus puertos. De ninguna manera. El país necesita el flujo de extranjeros, artesanos y trabajadores. A esta gente, sin embargo, se la debe atraer antes”, y continuó: México “debe probar que es merecedor de ellos… asegurándoles un futuro próspero”. La mayoría de sus conclusiones, si no todas, venían de sus conocimientos históricos, un tema que definió en una cita de Thomas Carlyle: “La historia… es la filosofía enseñando con el ejemplo. Antes de que se pueda enseñar filosofía, la filosofía debe estar en las lecturas; la experiencia debe ser recogida y documentada de forma inequívoca”3.
La obra de gran alabanza documentada de Álvarez fue la otorgada a Hernán Cortés, el español que derrotó a los aztecas y fundó la ciudad de México en 1522. Álvarez escribió sobre Cortés que éste no había sido como mucho “sino un magnifico pirata alrededor del cual se habían reunido una tropa de aventureros necesitados y valientes soldados muy hambrientos de conquista y con temperamento de filibusteros. [Sin embargo], resulta innegable que él [fue] un hombre de una capacidad mental extraordinaria –valiente, sagaz, calmado, resistente, intrépido; hombre de estado, orador, historiador, soldado y poeta. Reunió en su persona todos los atributos netamente masculinos además de éxito, determinación indomable…”4 A Álvarez le interesaba, sin duda alguna, Cortés como persona. Una cita atribuida a Robert Walsh que se encuentra unas páginas más adelante en el libro de anotaciones de Álvarez revela otro aspecto del interés de Álvarez por este hombre de tantas dotes: “Esfuerzo sin descanso y qué forma más buena de pensar correctamente, de actuar honradamente y de aprovechar la vida, porque el logro de estos grandes fines de este ser innato constituye, de hecho, la seguridad fundamental de la felicidad mundana”5. Álvarez comprendía el contexto histórico y estudió las posibilidades sobre las contribuciones del individuo dentro de tal contexto. Entendía que al igual que Cortés, él también tenía aspectos negativos y que alcanzar cualidades positivas dependía de tomar la determinación de esforzarse por obtener objetivos loables.
En 1818, a la edad de veintidós años, Álvarez empezó a sentir otras inquietudes y partió hacia México, en busca de aventuras. Allí fue testigo del caos que derivó en la independencia de México de España en 1821. En 1823, abandonó la nueva república para irse a Cuba, todavía parte del imperio español que se desmoronaba. En La Habana, recibió un nuevo pasaporte español de manos de las autoridades españolas y, sin perder tiempo, se embarcó hacia Nueva York y, en el mismo año viajó a Missouri. Probablemente, conoció allí a Eugenio Álvarez, un carpintero y comerciante que era uno de los colonos originales españoles en San Luis. Aunque no se sabe si Eugenio Álvarez era pariente de Manuel, conocerle posiblemente resultó beneficioso para el recién llegado, dadas las ambiciones de Manuel en temas de negocios. Eugenio le pudo presentar a muchas personas influyentes y ser una fuente de información6.
Una vez en el Estado fronterizo, no obstante, Álvarez debió mostrarse ansioso por regresar a México. Además de reunirse con restos de la población hispana, no pudo evitar encontrarse con muchos tramperos y comerciantes que se congregaban en San Luis. Por ellos supo que se había abierto el Camino de Santa Fe y de las muchas oportunidades que aguardaban en Nuevo México, entonces departamento del norte de México. Comenzó los preparativos para el viaje de vuelta, solicitando un pasaporte al gobernador de Missouri, Alexander McNair. Iba a llevar con él once compañeros de viaje, incluidos Louis y Esadore Robidoux y Antoine Lamanche. Todos ellos eran comerciantes y la mayoría tenían apellidos franceses o españoles. Álvarez y sus acompañantes recibieron sus documentos de viaje el día 3 de septiembre de 1824. En estos documentos, escritos en español y en inglés, McNair alababa a estos hombres con comentarios como: “estos comerciantes que van a México son ciudadanos de los Estados Unidos que conozco bien”. Su pasaporte describía a Álvarez físicamente: 1,70 m de estatura, bien afeitado, pelo y cejas negras. Tenía una nariz aquilina y complexión clara que se oscurecería con el tiempo debido a los años de exposición al sol justiciero del sudoeste de los Estados Unidos7.