Mosaico transatlántico. AAVV

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Mosaico transatlántico - AAVV BIBLIOTECA JAVIER COY D'ESTUDIS NORD-AMERICANS

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de textos verbales o no, que deben permanecer intocados y pasar “fielmente” a la escritura. Al igual que en la nonfiction, en dichos relatos también se dan transformaciones de esos espacios y materiales; estos se negocian en un particular cruce de tensiones entre ficción, reflejo, fidelidad, experiencia, punto de vista e imaginación. Por ello pensamos que las viajeras-narradoras que emergen hacia finales del XIX darían una vuelta de tuerca más a este entramado. Quienes firman son mujeres y esto conlleva no sólo los estereotipos o límites ligados a su escritura, sino la promesa de algo más. De ahí que, frente a cierto conservadurismo viajero en los mundos, a caballo entre lo real y lo inventado, de Hale, los caminos trazados por Lee Bates se presenten como un proceso más destacado de reflexión (y hasta de aprendizaje) en términos de lo femenino y lo social, aunque no deje por ello de haber actividad fantaseadora. Así, su uso y transformación de los testimonios culturales le sirven para hablar, por ejemplo, de la situación de España y de sus mujeres. De ahí que Ferrús hable de una paradoja al referir el texto de Hale, “que acerca hasta volver indisociables la atrocidad y la fascinación, [y] forma parte del mismo movimiento de vaivén, de contradicción productiva que acompaña a la sociedad española y forma parte de su esencia” (Ferrús, 2013).

      Ahora bien, creemos que los diversos niveles tocados por cronistas como Lee Bates resultan más hondos, y a la vez más plausibles en el nuevo orden mercantil, no sólo por la especificidad del punto de vista femenino, algo que a estas alturas no sólo es discutible como categoría científica, sino que hasta resulta necio en su afán justificador de una diferencia esencial, y por lo tanto supeditada a la escritura masculina. Lo son por el hecho simple de que quien habla y observa lo hace desde la cualidad de estar a medio camino entre esos dos o más mundos que antes hemos apuntado: el letrado de hombres y sus reglas, y el de la propia condición de género, a su vez sometida y poseedora de sus propios bienes: lo doméstico y sus leyes, pero también lo cotidiano y sus rituales de alimentación, vestido, intercambio… que apuntan en general a las ceremonias de procuración diaria de la vida. Estos bienes “femeninos” sirven como instancias para mirar fenómenos y prácticas que para el ser masculino ilustrado resultan completamente invisibles. Estos serían los “testimonios” con los que trabaja la narradora-viajera. A este respecto, acaso podríamos hablar de una transculturación en la escritura femenina de viajes: una sofisticada negociación entre las dimensiones de lo vital, lo fenoménico, lo social y lo comercial.

      Con esto no estamos instaurando una suerte de superioridad a priori en dichas escrituras por el simple hecho de la marca del género; así tampoco estaríamos liberando dichas escrituras de los prejuicios e imagotipos tan fértiles en el costumbrismo, romanticismo y naturalismo de la escritura finisecular, y mucho menos del peso de la mirada imperial o colonial del capitalismo industrializado. Lee Bates, a pesar de ahondar en descripciones que buscan certeza y reflexión, y por ende de buscar escapar de los tópicos y estereotipos, no huye de la lógica productora y mercantil. Ferrús así lo describe:

      Spanish Highways and Byways es, además, un libro de descubrimiento donde el mundo se revela como un palimpsesto de sentidos complementarios, paradójicos o en abierta oposición; una recopilación de coplas, historias y relatos folklóricos que muestran el gusto de la autora por estos géneros, en tanto síntomas de la sociedad que se visita y de su historia. Si a alguna conclusión llega Lee Bates es a la de que cada nación tiene sus agujeros negros, pero también sus puntos de luz, puesto que toda sociedad tiene una herencia que entregar al resto del mundo. (Ferrús, 2013)

      En todo caso, quizá, a pesar de ser burguesas, letradas, escritoras, profesionales y anglosajonas de la época, su instancia es propia, es única y es fértilmente constructiva en el nuevo orden mundial: el de los sujetos y sus vidas como mercancías de turismo y de cambio identitario; el de las culturas y sus rituales como fantasías mercantiles en el teatro moderno.

      Es en estos términos en los que nos preguntamos cómo los relatos de viajes femeninos sortean, reordenan y resignifican un mundo concebido como una inmensa colección de mercancías, como aseguraba el Marx de El capital; pero también cómo lo dinamizan y lo hacen más complejo, desde el deseo y la fantasía, porque, como el mismo Marx argumentaba, el mundo desde el capital es una gran colección de mercancías, en el que, a su vez, la imparable energía del plusvalor necesita constante y nueva producción de las mismas. Esto no quita que en los relatos de viajes de mujeres no existan instancias transformadoras o revolucionarias que, al mismo tiempo y paradójicamente, ejercen mecanismos dominantes y neocoloniales. En todo caso, en cuanto a la naturaleza de las mercancías, el hecho de que provengan del “estómago” o de la “fantasía”, según la célebre nota al pie de Marx en el tomo I de El capital, no cambia sus propiedades.

      Lo anterior puede explicar mejor cómo es que Hoyt decide narrar su experiencia viajera a través de la voz de las campanas (y otros objetos, como una almohada o una botella), enunciando desde otro lugar, uno mucho menos solemne que el de Lee Bates, a medio camino entre la experimentación de vanguardia y un tono de narración infantil. En este no sólo se reconocen los estereotipos de lo andaluz, por ejemplo, sino que se refuerzan y envuelven con el brillo de lo “animado” y de lo fantástico, en términos cercanos a lo que unas décadas después eclosionará en el cine tipo Disney. El inicio de su periplo muestra la astucia de un texto en el que, como en todo artefacto neoimperial de secuestro y uso de los bienes culturales extranjeros —en lo que el citado cine alcanza una maestría sin precedentes—, tras un efecto de humor y ligereza subyacen mecanismos nada inocentes de mercantilización: “I’m so very old that my past is wrapped in a thick veil of myth and tradition, but I think I must be Spanish, for I am never without a fan and mantilla. Although a century or two has passed over my head, I am still called beautiful” (Hoyt, 1914: 11).

      En todo caso, tanto en una como en otra autora, proponemos que lo que se revelan son experiencias novedosas, en cuanto a que son nombradas e incorporadas al mundo burgués y lector, aunque muchas provengan de lógicas arcaicas, incluso todavía consideradas medievalistas en la España de finales del XIX y principios del XX. También hay que destacar que algunas de estas “vivencias testimoniales” provienen, más bien, de una comunicación entre mujeres; o de la puesta del acento en circuitos de producción ejercidos por ellas, sea en la esfera del hogar, de la vida en comunidad, de la tradición, o en los resquicios, en ascenso de emancipación, de lo cultural y lo artístico. Esto, sobre todo, en Lee Bates.

      Finalmente, una cuestión que no podemos olvidar en este punto es el hecho, reconocido también en El capital, de que la lógica del plusvalor y el mercado se da desde una relación social. Esta relación, si es que la llevamos a los mundos descritos y ficcionalizados por estas mujeres estadounidenses (sea en el extremo de la solemnidad crítica o en el de la caricatura), produce, entonces, hombres y mujeres, pero a la manera en la que Foucault comprendió la propuesta de producción social en el juego descrito por el filósofo alemán; es decir, no como una producción de hombres (y mujeres) como naturales —como los produciría la naturaleza—, sino como algo que aún no existe y no se sabe cómo será (en Hard y Negri, 2011: 150). Ese “cómo será” Lee Bates lo resuelve en una confrontación de la burguesa y letrada (y no del todo emancipada) frente a la arcaica y subyugada (pero plena de tradición). Por su parte, Hoyt se decanta por el imagotipo cultural, agradable para el consumo.

      Estas apresuradas conclusiones no hacen más que generar dudas: ¿qué tipo, entonces, de mujeres (y hombres) producen estas naturalistas? ¿Qué papel juega la española (y lo español) como testimonios (aunque transformables)? ¿Qué ven de sí mismas y de sus mundos? ¿Y qué mercancías para alimentar el hambre, la mente o la fantasía producen con sus escrituras? Y, por último, la imagen retroproyectada por estos actos de producción social, de confección de nuevas humanidades, ¿qué le dice a la española, al español y al mundo?

      Sin afán por responder aquí estas cuestiones, cabe recordar que para Foucault era importante no reducir la noción marxista de la producción social del “hombre por el hombre” (Hard y Negri, 2011: 150), que nosotros intentamos llevar al efervescente contexto de los encuentros internacionales desde la literatura de viajes

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