Caminar dos mundos. Márgara Noemí Averbach
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Esta es la descripción del hechizo: “She rubbed the weasel fur rapidly over the glass of the TV screen, faster and faster; the crackling and sparks became louder and brighter until the image of the weather map on the TV screen began to swirl with masses of storm clouds moving more rapidly with each stroke of the fur. Then the old woman had closed her eyes and summoned all the energy, all the force of the spirit beings furious and vengeful” (157).27 Así, el hechizo de la curadora une dos culturas y dos tecnologías pero no les confiere el mismo poder: la cultura yupik domina por completo a la tecnología blanca y la convierte en un arma de lucha contra los que la inventaron.
La ceremonia es parte consciente de la lucha de la curadora por su pueblo. Ella destruye los aviones porque esos aviones están destruyendo su tierra. Es un acto de defensa. El relato deja bien claro el aspecto intencional de los “accidentes” aéreos no en una sino en dos escenas posteriores a la descripción del hechizo. En la primera, la curadora le dice a Lecha que no tenga miedo de volar hacia el sur: le promete no dañar el avión que va a llevarla. En la segunda, un episodio mucho más largo e interesante, mientras viaja de vuelta, Lecha tiene una charla con un hombre blanco.
El hombre trabaja para una compañía de seguros y le muestra un mapa donde va marcando los sitios en los que se estrellaron aviones en los últimos años. Lecha lo escucha contar con asombro una historia de cambios súbitos y trágicos en el clima y siente algo que los personajes indios sienten muy a menudo en la literatura de Silko: “Much of Lecha´s life had been spent listening to people when she already knew the story they were telling, and more” (Lecha había pasado la mayor parte de su vida escuchando hablar a otros cuando ella ya sabía la historia que estaban contando y más que eso, 160). Los amerindios de Almanac entienden mejor el mundo que los blancos: sus visiones del mundo ven donde los occidentales están ciegos. Aquí, la novela afirma la riqueza y sabiduría de la visión holística del mundo, una visión que no descarta ni la magia ni las relaciones entre reinos y seres diferentes, a diferencia de lo que hacen las explicaciones de la ciencia fragmentaria de Occidente.
En un momento de la conversación, el hombre de la compañía de seguros afirma que la destrucción de los aviones le hace pensar en la leyenda del Triángulo de las Bermudas. Los lectores blancos de Almanac pueden leer la historia de la vieja yupik como una rescritura de esa leyenda, incluyendo los “campos electromagnéticos” que (como las chispas de la piel de castor sobre el televisor de Alaska) enloquecen a los instrumentos de barcos y aviones. Pero la narradora de Almanac da una vuelta más a este círculo y dice que lo que sucede en el Triángulo tal vez sea una serie de actos de defensa de curadores aborígenes que manejan y crean campos electromagnéticos para proteger a su tierra caribeña de los Destructores, como se los llama en la novela.
El pasajero blanco compañero de vuelo de Lecha no le entiende. Hay razones para eso: el hombre de los seguros no entiende porque la cultura occidental no tiene herramientas para comprender esa historia, no consigue traducirla. Los sistemas occidentales de representación carecen de equivalentes para ese tipo de “realidades”. Por eso, las últimas palabras del hombre son las de un ciego. Como no tiene los significantes necesarios para representar ciertas ideas, el pasajero las niega, ya que prefiere traducirlas como “mentiras”: “None of that stuff is true, you know. It can all be explained”, le dice a Lecha (Nada de eso es cierto, usted ya lo sabe. Todo se puede explicar, 160). Para la visión blanca del mundo, la palabra “explained” se relaciona siempre con el pensamiento racional y científico, el único pensamiento capaz de ordenar la realidad, dentro de la cultura occidental contemporánea. Para Lecha, en cambio, la explicación es simple: en Alaska y en Bermudas, hubo y hay pueblos que ejercen el poder de la historia y la ceremonia y se defienden y sus mecanismos no siempre son los de la ciencia.
El episodio ilustra en unas pocas páginas el uso de la apropiación inversa en la lucha por la resistencia. Es una rescritura literaria de los actos de Serafina Cruz en Bélgica: es imposible obligar a una asamblea de accionistas a escuchar las razones de los collas sin el conocimiento necesario para comprar acciones con las cuales entrar a la asamblea. Las ideas que quieren transmitir los collas (no se puede lastimar y contaminar a la Tierra porque es nuestra Madre) son “mágicas” e “ilógicas” para los accionistas, que solo razonan dentro de la explicación del mundo que pone al “mercado” y al afán de lucro en la cúspide de los valores de la civilización. Por eso, Serafina Cruz y los suyos compran dos acciones: para garantizarse una voz en la asamblea (nadie puede negar a un accionista el derecho a decir algo en una asamblea general). Ahora bien, los motivos de la compra son muy distintos de los motivos de cualquier comprador de acciones en el mercado de valores, y por eso, ella viene con su traje típico, pues la presión de los medios también es funcional a su protesta. “Lecha had seen what the old Yupik woman could do with only a piece of weasel fur, a satellite weather map on a TV screen and the spirit energy of a story” (159),28 explica Silko. La enumeración de los elementos del acto de resistencia (el hechizo para derribar aviones) sostiene a ese acto como fundamentalmente mestizo: la tecnología de los satélites y la televisión son blancas pero la ceremonia es india y es la ceremonia (una ceremonia narrativa) la que tiene el poder.
La literatura como arma de lucha
En estas narraciones, las “historias” tienen un poder enorme. Si la representación puede cambiar al objeto representado, la narración tiene poder para cambiar el mundo y, por lo tanto, no es solamente diversión o belleza. Como Betonie, el Medicine Man de Ceremony, la vieja yupik teje una historia con lo que tiene a su alrededor, incluyendo la tecnología de la televisión y los satélites. Para defender lo suyo, no tiene por qué limitarse a usar solo los elementos de su propia cultura —que los blancos llamarían “primitiva”—, elementos que, por otra parte, están contaminados por la invasión cultural de los blancos. Se apropia de los elementos del enemigo para aumentar su poder.
Por otra parte, lo que se defiende aquí no es una visión del mundo cualquiera, pues se defiende una visión del mundo que podría salvar al planeta. La visión occidental del mundo es destructiva y suicida (el juez argentino Eugenio Zaffaroni afirma lo mismo en su libro La pachamama y el humano29). La existencia de actos de lucha en contra de esa visión cierra estas historias en un tono de esperanza. En estos libros y películas, los finales felices son esenciales como lo son en cualquier lucha política, ya que es imposible luchar si no se cree que es posible cambiar las cosas.30
En Almanac of the Dead, un párrafo antes del final, Silko habla de lo que creen la mayoría de las culturas indias: el planeta tiene más importancia que cualquier individuo, más importancia que la especie humana. Cuando los personajes descubren una enorme serpiente de piedra que mira al sur, el hallazgo es una señal contundente al respecto: “The snake didn’t care if people were believers or not; the work of the spirits and prophecies went on regardless. (...) humans had desecrated only themselves with the mine, not