Caminar dos mundos. Márgara Noemí Averbach

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Caminar dos mundos - Márgara Noemí Averbach BIBLIOTECA JAVIER COY D'ESTUDIS NORD-AMERICANS

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ceremonia se apoya en una idea no occidental de la representación. Se realiza con elementos tradicionales de la cultura yupik como “recitations of the stories” (el recitado de historias, 156) y una piel de castor frotada contra la pantalla del televisor. La vieja yupik interpreta la representación del clima en los mapas satelitales desde una visión yupik del mundo (no desde una occidental o blanca) y en esa visión, no existe la grieta que describe Foucault entre las palabras y las cosas.26 Al contrario, la representación y la cosa que se representa están indisolublemente unidas y, por lo tanto, la representación tiene poder sobre la cosa. Con la piel de castor y las historias, la curadora modifica la representación del clima en la pantalla del televisor y eso, a su vez, modifica el clima “real” de Alaska, causando tormentas bruscas, inexplicables, que derriban uno tras otro a los aviones de la compañía.

      La ceremonia es parte consciente de la lucha de la curadora por su pueblo. Ella destruye los aviones porque esos aviones están destruyendo su tierra. Es un acto de defensa. El relato deja bien claro el aspecto intencional de los “accidentes” aéreos no en una sino en dos escenas posteriores a la descripción del hechizo. En la primera, la curadora le dice a Lecha que no tenga miedo de volar hacia el sur: le promete no dañar el avión que va a llevarla. En la segunda, un episodio mucho más largo e interesante, mientras viaja de vuelta, Lecha tiene una charla con un hombre blanco.

      El hombre trabaja para una compañía de seguros y le muestra un mapa donde va marcando los sitios en los que se estrellaron aviones en los últimos años. Lecha lo escucha contar con asombro una historia de cambios súbitos y trágicos en el clima y siente algo que los personajes indios sienten muy a menudo en la literatura de Silko: “Much of Lecha´s life had been spent listening to people when she already knew the story they were telling, and more” (Lecha había pasado la mayor parte de su vida escuchando hablar a otros cuando ella ya sabía la historia que estaban contando y más que eso, 160). Los amerindios de Almanac entienden mejor el mundo que los blancos: sus visiones del mundo ven donde los occidentales están ciegos. Aquí, la novela afirma la riqueza y sabiduría de la visión holística del mundo, una visión que no descarta ni la magia ni las relaciones entre reinos y seres diferentes, a diferencia de lo que hacen las explicaciones de la ciencia fragmentaria de Occidente.

      En un momento de la conversación, el hombre de la compañía de seguros afirma que la destrucción de los aviones le hace pensar en la leyenda del Triángulo de las Bermudas. Los lectores blancos de Almanac pueden leer la historia de la vieja yupik como una rescritura de esa leyenda, incluyendo los “campos electromagnéticos” que (como las chispas de la piel de castor sobre el televisor de Alaska) enloquecen a los instrumentos de barcos y aviones. Pero la narradora de Almanac da una vuelta más a este círculo y dice que lo que sucede en el Triángulo tal vez sea una serie de actos de defensa de curadores aborígenes que manejan y crean campos electromagnéticos para proteger a su tierra caribeña de los Destructores, como se los llama en la novela.

      El pasajero blanco compañero de vuelo de Lecha no le entiende. Hay razones para eso: el hombre de los seguros no entiende porque la cultura occidental no tiene herramientas para comprender esa historia, no consigue traducirla. Los sistemas occidentales de representación carecen de equivalentes para ese tipo de “realidades”. Por eso, las últimas palabras del hombre son las de un ciego. Como no tiene los significantes necesarios para representar ciertas ideas, el pasajero las niega, ya que prefiere traducirlas como “mentiras”: “None of that stuff is true, you know. It can all be explained”, le dice a Lecha (Nada de eso es cierto, usted ya lo sabe. Todo se puede explicar, 160). Para la visión blanca del mundo, la palabra “explained” se relaciona siempre con el pensamiento racional y científico, el único pensamiento capaz de ordenar la realidad, dentro de la cultura occidental contemporánea. Para Lecha, en cambio, la explicación es simple: en Alaska y en Bermudas, hubo y hay pueblos que ejercen el poder de la historia y la ceremonia y se defienden y sus mecanismos no siempre son los de la ciencia.

      La literatura como arma de lucha

      En estas narraciones, las “historias” tienen un poder enorme. Si la representación puede cambiar al objeto representado, la narración tiene poder para cambiar el mundo y, por lo tanto, no es solamente diversión o belleza. Como Betonie, el Medicine Man de Ceremony, la vieja yupik teje una historia con lo que tiene a su alrededor, incluyendo la tecnología de la televisión y los satélites. Para defender lo suyo, no tiene por qué limitarse a usar solo los elementos de su propia cultura —que los blancos llamarían “primitiva”—, elementos que, por otra parte, están contaminados por la invasión cultural de los blancos. Se apropia de los elementos del enemigo para aumentar su poder.

      En Almanac of the Dead, un párrafo antes del final, Silko habla de lo que creen la mayoría de las culturas indias: el planeta tiene más importancia que cualquier individuo, más importancia que la especie humana. Cuando los personajes descubren una enorme serpiente de piedra que mira al sur, el hallazgo es una señal contundente al respecto: “The snake didn’t care if people were believers or not; the work of the spirits and prophecies went on regardless. (...) humans had desecrated only themselves with the mine, not

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