Caminar dos mundos. Márgara Noemí Averbach
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Los guías de Almanac of the Dead se le parecen bastante pero, en esa gran novela, hay más variedad de guías que en Clear Cut. Por ejemplo, se mencionan los guías románticos a lo Cooper cuando el narrador/a habla de los guías apaches que guiaron al ejército en la larga lucha contra Gerónimo en la frontera entre México y los EEUU. La narración los llama traidores traicionados porque los blancos los enviaron a Florida como prisioneros con el hombre al que habían cazado, el hombre que ellos y los blancos creían que era Gerónimo (en la novela, los blancos nunca atrapan al verdadero Gerónimo): “The Apache scouts, those betrayers of their people, got loaded on that train too” (Los exploradores apaches, esos traidores de su pueblo, también terminaron cargados en el tren, 234). Entonces, en Almanac, una novela larguísima, hay guías estilo blanco pero los más comunes son los que se parecen a Arthur.
Cuando se discute la historia de Gerónimo, el narrador hace una pausa y reflexiona sobre la razón por la cual los blancos necesitan guías, la razón por la que se pierden con tanta facilidad en tierras amerindias. Silko relaciona la incapacidad blanca para situarse en el espacio con la forma en que piensan el lenguaje: “Europeans suffered a type of blindness to the world. To them a ‘rock’ was a ‘rock’ wherever they found it despite obvious differences (...) The Europeans, whether they spoke Spanish or English, could often be heard complaining in frightened tones that the hills and canyons looked the same to them, and they could not remember if the dark volcanic hills in the distance were the same dark hills they’d marched past hours earlier” (225).13 Como no pueden ir más allá de las palabras y sus palabras no definen el mundo como deberían, los blancos no consiguen entender la idea india de lugar (place) y eso los hace vulnerables. Nada más poderoso que un guía cuando la persona o personas a las que guía están perdidas. Eso es lo que aprende Alegría, la arquitecta mexicana que paga para que la “pasen” a los EEUU a través del desierto y queda a merced de los guías indios. Hasta Mario, el organizador del viaje al norte, reconoce la importancia de los guías en la operación: “No one (but them) knew the desert better” (Nadie conocía mejor el desierto, 671), dice.
En la travesía, los guías amerindios caminan cada vez a mayor velocidad y abandonan al grupo. Perdidos en las sierras, sin idea de “lugar”, sin capacidad para distinguir una roca de otra, los blancos no saben siquiera cómo protegerse de la fuerza del sol. Mueren todos, menos Alegría. En la caminata, ella, que tiene sangre amerindia y no ha olvidado del todo, usa lo que sabe sobre el clima, el desierto y ella misma para sobrevivir. En ese proceso, se vuelve más mexicana, más aborigen.
Había hecho el viaje para cruzar los Estados Unidos pero mientras camina, piensa en la sed como uno de los métodos de tortura de la CIA y lentamente su país, México, se va convirtiendo en su hogar y vuelve a querer estar en ese suelo. La rescata un grupo de monjas mexicanas. Así, en la novela, su amor al dinero, al lujo y al “sueño americano” la hacen vulnerable frente a los guías amerindios. Cuando ellos la abandonan, ella aprende a valorar sus raíces y a volver a ellas.
Otro guía de ese tipo es Tacho, chofer de Menardo, marido de Alegría. Tacho guía a ese mexicano poderoso y cruel hacia una muerte merecida. Para matarlo, utiliza su profundo conocimiento sobre la personalidad y la vida de Menardo, y una serie de poderes que nunca terminan de definirse.
Menardo es un destructor que se parece mucho al Bud de Clear Cut. Su soledad, su falta de solidaridad, su completo egoísmo lo llevarán a creer cada vez más en las mentiras de Tacho. Tacho suele interpretar los sueños de su patrón mientras los dos viajan en el auto, y así, lentamente, se convierte en una parte indispensable de la vida de Menardo. Finalmente, consigue matarlo frente a muchos blancos sin que nadie reaccione. Hasta consigue que Menardo le dé la orden en persona, pues pretende probar la fuerza de un chaleco antibalas que acaba de comprarse.
Menardo desprecia a Tacho y Tacho lo sabe. Para Menardo, Tacho es Tonto y por eso confía en él. Pero Tacho no es ni el estereotipo del compañero del blanco en el western ni un hombre “tonto” en el sentido real del nombre en castellano. El chofer entiende claramente la necesidad de invulnerabilidad que mueve a Menardo. Se da cuenta de que su patrón cree que la tecnología es la única que puede darle la protección que necesita y que todo lo tecnológico es infalible. Tacho lo mata guiándolo hacia la hybris completa, interpretando los sueños como más le conviene para manipularlo. Así, lo lleva a una especie de suicidio que parece un accidente. En otro nivel, la muerte de Menardo también puede leerse como una metáfora del suicidio que puede ser para el mundo el uso indiscriminado de la tecnología occidental para objetivos espúreos e individualistas.
Los guías indios son figuras permanentes en Almanac of the Dead. Además de los guías que ya enumeramos, aparecen guías de tiempos antiguos en las crónicas, los diagramas temporales y el almanaque; guías urbanos —por ejemplo, Lecha, una psíquica que guía a la policía hasta los cuerpos de víctimas de crímenes en casos de personas desaparecidas—; guías contemporáneos pero tradicionales, como la curadora yupik (Medicine Woman) en Alaska o el Hopi en el sur; guías políticos como Angelita La Escapía que lee a Marx y Engels desde la frontera de su comprensión india del mundo.
Todos ellos se mueven en diferentes fronteras. Pero la frontera misma está modificada. En primer lugar, se expande: en la novela, todo es frontera. La frontera invade el mundo como metáfora de la mezcla de culturas y al mismo tiempo, las fronteras lineales desaparecen porque el mundo es un solo planeta y esas líneas imaginarias son ilusorias. Los guías se mueven en ese mundo complejo y manejan más de un universo cultural. Son hábiles como guías justamente porque no creen en las fronteras lineales: “We don’t believe in boundaries. Borders. Nothing like that. We are here thousands of years before the first whites. We are here before maps (...). We know where we belong on this earth. (...) We pay no attention to what is not real. Imaginary lines. Imaginary minutes and hours. Written law. We recognize none of that” (216).14
Para esos guías indios, las fronteras son lugares reconocibles, totalmente diferentes de cualquier otro rincón del mundo. Son guías porque no confunden “roca” con “roca”, porque saben soñar para alejar a las fuerzas de la destrucción. En Almanac of the Dead, ellos recuperan la frontera en todo el continente americano desde Tierra del Fuego a Alaska y lo consiguen porque tienen un mapa temporal que los lleva hacia un futuro diferente.
Para Silko, en los Estados Unidos, ese futuro vendrá desde el sur, desde el límite con México. Esa profecía cierra la novela y la deja en un equilibrio más o menos inestable: Sterling, uno de los personajes importantes —rescatado de la ciudad de los blancos, como los personajes de Medicine River y Powwow Highway— vuelve a Laguna, su tierra. Está en paz porque “he knew why the giant snake had returned now; he knew what the snake’s message was to the people. The snake was looking south, the direction from which the twin brothers and the people would come” (ahora sabía la razón por la que había vuelto la serpiente gigante; sabía cuál era el mensaje de la serpiente a su pueblo. La serpiente estaba mirando al sur, la dirección desde la cual llegarían los hermanos gemelos y el pueblo, 763).
1 Ken Kesey, Some Flew Over the Cuckoo’s Nest, London: Methuen & Co, 1962. La película: Director: Milos Forman; Guión: Lawren Hauben y Bo Goldman. Actores: Jack Nicholson, Louise Fletcher, William Redfield. La película no respeta el punto de vista y, por lo tanto, disminuye la importancia del guía indio.
2 Hay que hacer notar que el nombre del personaje indio en inglés, Tonto, no se tradujo tal cual al castellano porque la implicancia hubiera sido demasiado directa. La traducción, Toro,