Blasco Ibáñez en Norteamérica. Emilio Sales Dasí
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Mientras expresaba su intención de regresar el verano siguiente a Santa Fe con el fin de realizar un estudio que le serviría para escribir su novela del Sudoeste, el gobernador Benjamin F. Pankey lo invitó a un almuerzo en el hotel De Vargas123. Tal vez, fue en uno de estos actos públicos donde el novelista recibió como presente otra bandera de la república norteamericana que, a su regreso a Francia, exhibiría en su despacho de Villa Kristy, en Niza, junto a varios objetos exóticos fabricados por los indios de Arizona y Nuevo México.
Su estancia en Tucson, el 22, fue breve; el tiempo necesario para impartir la conferencia «El espíritu de los Cuatro jinetes»124. En cambio, su estadía en California iba a ser más duradera, de casi tres semanas, entre finales de enero y principios de febrero. Eso sí, nada más llegar a Los Ángeles, el 23, e impartir, para la sección local de Los Ángeles de la AATS, una nueva conferencia sobre la España moderna en el Clune’s Auditorium125, las informaciones recopiladas en la prensa hacían alusión a sus problemas de salud: «Vincente Blasco Ibanez, Spanish author, is ill here»126. Unas fuentes hablaban de un resfriado severo o de una gripe127, otras apuntaban a una dolencia próxima a la neumonía128. Este contratiempo le obligó a quedar confinado en su habitación del hotel Raymond, en Pasadena, y, con ello, a alterar su calendario de charlas. No obstante, tan pronto empezó a recuperarse, intentó recuperar el tiempo perdido. A finales de mes volvió a hacer gala de sus dotes para la oratoria en el auditorio de la Polytechnic High School, en Washington and Hope Streets, disertación para la que el público tenía entrada libre129.
Pese a no haber desaparecido la afección gripal, se esforzó por sobreponerse a ella para satisfacer su curiosidad. Estaba demasiado cerca de los escenarios donde se rodaban los grandes films estadounidenses como para poder resistirse a visitarlos. De modo que estuvo en los Sixty-First Street Studios, en los que la Metro Pictures Corporation comenzaba a producir la adaptación cinematográfica de The Four Horsemen of the Apocalypse130. Casi obvia referir los arrebatadores efectos que provocaron en su ánimo esos escenarios donde cobraba forma la ilusión cinematográfica: «At the movie city outside Los Angeles the Spaniard was a constant visitor at the studios. He saw the production at every stage in its development»131. Blasco lo miraba todo con los ojos atónitos de un niño. De sus observaciones sobre la magia que transmitía Hollywood, bautizada como Camaleón City, dejó posteriormente testimonio descriptivo en La reina Calafia y en la novela corta Piedra de luna. Cómo le habría gustado ser partícipe de las invenciones que allí se gestaban. Iba a escribir escenarios y contaba con la indiscutible virtud de saber amoldarse a las opiniones ajenas. Estaba tan eufórico, que quienes le mostraban los estudios de la productora le tuvieron que hablar también de los prejuicios de la audiencia norteamericana, de las dificultades técnicas que interferían en cualquier rodaje. Pero si algo le sobraba a Blasco era capacidad de trabajo y carácter perseverante132.
Vicente Blasco Ibáñez en Hollywood con June Mathis y Marcus Loew (Filmoteca Valenciana)
Además del cinematógrafo, la geografía californiana albergaba otros atractivos lugares a los que el novelista viajó en excursión. Al noreste de Los Ángeles, cerca de Arroyo Seco estaba la finca de El Alisal, cuyo propietario era el polifacético Charles Fletcher Lummis, gran protector de la herencia ancestral del Sudoeste americano. Blasco fue invitado a su casa, disfrutando de una comida típica de la primitiva California. El propio Lummis actuó como anfitrión, junto al cónsul de España, de otra recepción celebrada en el exclusivo Gamut Club, en 1044 South Hope Street, que en honor del célebre invitado y dada la condición de fraternidad artística y musical, dedicó la jornada a la música española, de la cual ejercía como renombrado representante para la ocasión el barítono Serafín Pla133.
Blasco Ibáñez y Ch. F. Lummis en El Alisal (Lummis Papers, Colorado State University)
Coincidiendo con su estancia en la ciudad, se fundó el Centro Hispano Americano, agrupación de índole cultural integrada por mexicanos residentes en Los Ángeles y que nacía con pretensiones de establecer un vínculo fraterno entre los Estados Unidos y México. Blasco fue nombrado como su presidente honorario134.
Aún emprendería con su secretario una gratificante ruta que le permitió reencontrarse con la arquitectura colonial española. Para eso se trasladó a Riverside, donde le reclamaban poderosos valedores como Frank A. Miller, promotor del hotel Mission Inn. Acompañado por el profesor de español Emile Mauler Hiennecey estuvo también en la misión de San Juan Capistrano, en la Mission Play y el Mount Rubidoux, escenario este último donde se levantaba una cruz dedicada a Fray Junípero Serra135. Como era habitual en él, aparte del mero interés turístico, existía un propósito documental «in order to gather material for a novel which Senior Ibanez has in contemplation. The scene is to be laid in Mexico, and in that part of California where Spanish influence has been felt»136.
El 4 de febrero se alojó ya en San Francisco, en concreto en el University Club. De inmediato, en el Pacific Union Club, el Sr. Vinter, gerente del Banco Hispano-Americano, le ofrecía un lunch en el que Blasco se distinguió por el fervor con que hablaba de España y de la raza hispana. Precisamente, su visita fue muy celebrada entre los miembros de la comunidad de habla española. Cundía entre ellos una desazón, un sentimiento molesto de aislamiento porque hasta California apenas llegaban los ecos de las novedades del mundo intelectual europeo, pero, además, como núcleo insignificante entre las colonias de habla extranjera, también ellos eran ignorados. De ahí la importancia de la llegada de tan ilustre embajador de la lengua de Cervantes137. De ahí sus felicitaciones a la Universidad de California por liderar dicha iniciativa, por gestionar oportunamente una conferencia del escritor en Berkeley para el 9 de febrero138. Antes había asistido ya a la junta de la AATS, donde habló con su característica elocuencia, y después haría lo propio en el Scottish Rite Temple, reproduciendo una vez más la exposición que había titulado «Los Estados Unidos a los ojos del mundo». La cifra de casi mil asistentes reunidos en la cena del Bohemian Club, el 10 de febrero, evidenció la popularidad de la que gozaba Blasco por aquellas fechas. Y este baño de multitudes pronto iba a desembocar en una ceremonia honorífica que tendría lugar pocos días después en la Universidad George Washington.
Este compromiso motivó su partida hacia el este del país, siendo posible reconstruir su itinerario en tren a partir de las menciones a diferentes ciudades y espacios naturales que figuran en uno de sus cuadernos de notas. Esto es, el 13 de febrero abandonó San Francisco, y el ferrocarril discurrió junto al río de las Plumas y poblaciones californianas como Pulga, Cresta y Merlín. Un día después, aludía al famoso desierto de Nevada, mientras que, el 15, pasó por las Montañas Rocosas, Red Cliff y Denver. Por el estado de Nebraska, dejó atrás las ciudades de Hastings, Lincoln y Omaha; y el 17, apenas se detuvo en Chicago, para reemprender la marcha hacia Nueva York.
El 21 de febrero se hallaba, de nuevo, en Washington para recibir la distinción excepcional de Doctor en Letras. El evento se enmarcaba en el calendario de actividades organizado por la Universidad George Washington con motivo del «mid-year», convocatoria de mediados de invierno. Sin duda, el acto central de la misma fue la ceremonia de entrega de títulos honoríficos. Se celebró, el 23, en el Auditorium of Central High School, 13th y Clifton al noroeste, concediéndose en él la distinción de doctor honoris causa a Blasco Ibáñez, pero también el grado honorario de Doctor en Leyes al senador por Nueva York W. M. Calder, así como los títulos respectivos al ex secretario de Hacienda Franklin MacVeagh y a Herbert C. Hoover, quien pocos años después sería elegido presidente de la República139. El general John J.