Mercedes Sanz-Bachiller. María Jesús Pérez Espí
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Aunque los tiempos estaban cambiando, la oposición al sistema de la Restauración, en general, era débil y estaba desorganizada. Si bien Pablo Iglesias ya disponía de su acta de diputado desde 1910, el socialismo no representaba una fuerza política potente, ni en resultados electorales ni en afiliación a su sindicato, la UGT. Ahora bien, el socialismo había estado detrás de las primeras huelgas agrarias que se dieron, en el verano de 1903, en Andalucía, La Rioja o en algunas provincias de Castilla la Vieja como Zamora, Salamanca, Burgos, Segovia y también Valladolid. A partir de este momento, la influencia del socialismo castellano no paró de crecer,40 un proceso en el que tuvo un papel muy relevante Remigio Cabello, fundador de la agrupación socialista de Valladolid en 1894,41 pero también el contexto socioeconómico en el campo castellano: las protestas contra los impuestos de consumos, los motines de subsistencias y los conflictos laborales durante el invierno de 1903 y el verano de 1904.42 La CNT, por su parte, acabó convirtiéndose en el sindicato mayoritario del país. Por lo que respecta al resto de las fuerzas políticas, el republicanismo se encontraba dividido, y el carlismo, después de la derrota de 1876, se escindió, tras lo cual nació el sector integrista liderado por Ramón Nocedal. Los nacionalismos catalán y vasco avanzaban progresivamente: en Cataluña, la Lliga Regionalista de Francesc Cambó había conseguido desplazar a los partidos dinásticos, y en el País Vasco, el Partido Nacionalista Vasco ya había fundado su propio sindicato. Los regionalismos gallego y valenciano, sin embargo, eran muy residuales.
Si las fuerzas políticas opositoras no estaban en condiciones de defender una alternativa al sistema restauracionista, tampoco los partidos dinásticos podían seguir sustentándolo. De hecho, vivieron serias crisis de liderazgo: los conservadores se dividieron entre los mauristas y los «idóneos» de Eduardo Dato, y los liberales, como el conde de Romanones, García Prieto o el propio Santiago Alba, pugnaban por la jefatura del partido desde la muerte de Canalejas. De tal forma que «La negativa de Maura en octubre de 1913 a seguir el “turno” con los liberales [...] determinó la bancarrota del turnismo. Desde 1914, la fragmentación del sistema de partidos fue total».43
Así estaban las cosas cuando estalló la Primera Guerra Mundial. A pesar de la neutralidad, desde 1915 los españoles empezaron a sentir las consecuencias de la guerra.44 La división y los enfrentamientos dialécticos entre germanófilos y aliadófilos se vio entre los distintos partidos políticos, la Iglesia, el Ejército, la prensa e, incluso, al estar casado el rey Alfonso XIII con una británica, Victoria Eugenia de Battenberg, la propia casa real. Durante la guerra, sin embargo, España vivió una extraordinaria época de crecimiento económico,45 aunque fue un crecimiento desigual. Si bien descendieron las importaciones y aumentaron las exportaciones, se crearon negocios y se incrementó la reserva de oro del Banco de España, también aumentó la cantidad de dinero en circulación, y la peseta perdió la mitad de su poder adquisitivo, a lo que se añadió una inflación sin precedentes. Por otra parte, la minería, así como las industrias química, hidroeléctrica, textil catalana, siderúrgica y la industria naval vasca, o la banca, vivieron un periodo de expansión. Sin embargo, se generó una grave escasez de productos de primera necesidad, agravada por la actuación de los acaparadores, que forzaban la subida de precios. En consonancia, los salarios eran cada vez más insuficientes, lo que generó una auténtica crisis de subsistencias. Ante tales circunstancias, el clima social se radicalizó y los motines, los disturbios, las protestas y las huelgas se multiplicaron por todo el país.
En este sentido, el año 1917 se reveló como el de mayor gravedad, al coincidir en pocas semanas el manifiesto de las Juntas de Defensa del 1 de junio, la Asamblea de Parlamentarios de Barcelona del 19 de julio y la huelga general, convocada por la CNT y la UGT, del mes de agosto. Tales hechos se desarrollaron en medio de una sucesión de crisis gubernamentales que no hacían sino agravar todavía más la situación. Llegado el año de 1919, además, la ciudad de Barcelona vivió niveles de conflictividad social gravísimos al convocarse la huelga en La Canadiense y aparecer el fenómeno del pistolerismo, que dejó un reguero de muertos por la ciudad.
Esta era la situación de España cuando, en 1920, y cumplidos los nueve años de edad, Merceditas fue internada por su madre en el colegio Nuestra Señora del Rosario, perteneciente a la congregación femenina de Santo Domingo de Nancy, que bien pronto fue conocido como el colegio de las dominicas francesas. El edificio estaba situado en el n.º 64 de la calle Santiago, en Valladolid, en lo que había sido un convento de las comendadoras de Santiago y, posteriormente, de las religiosas salesas.46 Las dominicas francesas llegaron a Valladolid en 1881,47 y trajeron consigo un sistema de enseñanza elitista y moderno, dirigido a la educación secundaria, que introducía la lengua francesa en todas las asignaturas, con lo que las alumnas adquirían un elevado nivel de conocimiento de francés. El aprendizaje de la escritura y la lectura se basaba en la copia de manuales escolares, pasajes bíblicos o fragmentos literarios, españoles y franceses, en los que se destacaban los valores de los grandes personajes históricos como Cristóbal Colón o Juana de Arco. Además de todas las materias de la Escuela Normal, las niñas aprendían las labores de corte y confección y el bordado a máquina. La instrucción religiosa y la inculcación de disciplina, respeto y autoridad, completaban el programa educativo de las dominicas francesas.48
Cuando Merceditas llegó a Valladolid para ingresar en el internado, la ciudad ya había vivido numerosas huelgas. El verano de 1917, al igual que en otros lugares de España, fue especialmente tenso. La ciudad albergaba un número elevado de trabajadores en los talleres ferroviarios de la Compañía del Norte y la huelga, iniciada el 10 de agosto, se saldó con numerosas detenciones y con la declaración del estado de guerra, que se alargó hasta el 17 de octubre.49 Las huelgas siguieron convocándose en los años posteriores, destacando diez en 1919, y otras diez en 1920.50 Con estos antecedentes de conflictividad social, la ciudad de Valladolid celebró aquel año elecciones municipales. La mayoría de concejales elegidos fueron liberales, resultado para nada sorprendente, pues eran estos, y particularmente los albistas, los que predominaban cada vez que se celebraban elecciones municipales.