Identidad y disidencia en la cultura estadounidense. AAVV
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En la ironía de estas líneas, que causaron un gran interés en su publicación, se mencionan otros rasgos distintivos del Sur que no favorecieron tampoco su integración en el discurso mayoritario del Estado nacional. El supuesto espía retrata una economía estancada, muy polarizada y muy dependiente del sistema agrícola de la plantación, sin apenas industria y con una población empobrecida. Todo esto unido a la presencia de una elite que incrementaba sus posesiones. Igualmente, el texto señala la sensación de extrañamiento que un ciudadano del Norte experimentaba en un Sur que le resultaba atrasado con respecto al sistema educativo y económico propio. Dicha sensación sólo constituye el principio de una oposición entre un Norte democrático y un Sur clasista y primitivo, que ya quedaba delineada incluso antes de la independencia. De este modo, se comienza muy temprano a proyectar en la literatura una imagen decadente de esta región a la que escritores como Henry David Thoreau, por ejemplo, llegaron a calificar más tarde de “hongo moral” (cit. O’Brian, 21).
El siguiente elemento que trazó una barrera infranqueable entre el Norte y el Sur, se puede identificar en crónicas que se centran en su entorno natural. Junto con el hecho de que el Sur, en el discurso de la independencia, ya comenzaba a convertirse en una parte desarraigada de la política mayoritaria y dominante en el resto del país, el paisaje sureño adquiría en el imaginario nacional una peculiar fuerza que debe ser recalcada. Las zonas de pantanos, por ejemplo, provocaban la elaboración de imágenes de misticismo y de elementos sobrenaturales. La descripción realizada por William Bedford Clark del Sur, desde la perspectiva del imaginario nacional, en su artículo de 1974 “The Serpent of Lust in the Southern Garden”, resulta relevante al enfrentar el pantano al mito dominante del idealizado Sur. Clark afirma que “en la mente de muchos americanos, existen dos Sur;” uno es “una tierra ideal de abundancia [. . .] habitada por gentes felices y hospitalarias para las que la vida es placentera y el placer es un modo de vida”. Y el otro Sur es un “mundo de pesadilla de calor tórrido y asfixiante en el que pasiones incontrolables e insensibles actos de violencia se convierten en los síntomas visibles de una corrupción interna infecciosa; un secreto pecado que envenena los mismos cimientos de la vida sureña” (291). El calor húmedo de las zonas pantanosas, la oscuridad, que provoca un entorno de misterio amenazante y aguas estancadas asociadas a enfermedades, materializan las reacciones de rechazo al Sur.
De este modo, esta región comienza a adoptar asociaciones trascendentales alegóricas, que la cargan de connotaciones que permanecerán como recurso bien de crítica, como en el ejemplo precedente, o por el contrario, de inspiración. Así, la topografía es una barrera que aleja al Sur en sus representaciones artísticas, como en el siguiente poema colonial. Richard Lewis es considerado uno de los mejores poetas durante la consolidación del Nuevo Mundo. Alrededor de 1731, el escritor compone el poema “Comida para los críticos”, en el que describe el paisaje de Maryland:
[…]
el grácil cambio del escenario colorido
el rico bordado de la llanura verde
sus árboles y el crujir de sus ramas
los susurros silenciosos del aire al pasar
el solemne rugido de la caída de las cataratas
enviando un eco en murmullos de orilla a orilla
mezclado con la música del coro alado
hacen despertar la imaginación y el fuego del poeta.
[…]. (cit. Jehlen y Warner, 1046)
La descripción pastoral evoca un mundo idealizado y con matices espirituales que parecen llamar a los bienaventurados y a las musas. En resumen, una descripción que en nada coincide con la despectiva categorización de Thoreau, mencionada anteriormente, en la que el Sur se presenta como el origen de una infección que podía acabar con la bondad y las artes del país en formación. Ésta, de hecho, será una crítica recurrente referida al Sur: un territorio presentado como la rémora económica y cultural de los Estados Unidos.
Como consecuencia de estos principios, la unión de los trece estados, una vez firmada la paz tras la guerra de la independencia con el Tratado de París en 1783, no acabará con las relaciones conflictivas entre el Norte y el Sur. Teniendo esto en cuenta, podemos afirmar el gran error cometido por Thomas Paine en Common Sense en 1776 donde afirma que aquellos que temían que la independencia pudiera llevar a una guerra civil hablaban sin conocimiento (39). De este modo, las diferencias regionales y la influencia de los conflictos y cambios en Europa separaron de manera irreversible a las dos mitades norteamericanas como identidades opuestas, culminando años más tarde, entre 1861 y 1865, en la guerra civil de los Estados Unidos.
La paradoja reside en el hecho de que el rechazo percibido funcionará como lazo de unión entre las comunidades sureñas, alimentando un espíritu separatista y una visión de uniformidad interna. Wilbur J. Cash, uno de los autores más influyentes con su obra sobre el Sur, escribe en The Mind of the South (1941) lo siguiente: “el sentimiento de comunidad y la uniformidad en sus orígenes, [. . .] ayudó a cortar a todos los hombres según un único patrón [. . .] y el efecto final del mundo de la plantación fue unirles con un único objetivo que fue defendido con una intensidad peculiar” (91).
De hecho, este sentimiento de colectividad y el fiero orgullo que sentían por su identidad activará los primeros discursos que anunciaban intenciones de secesión y lucha en contra del concepto de democracia ideal en el que no tenían cabida el racismo y las fuerzas discriminatorias. Éstas fueron descritas en la novela Uncle Tom’s Cabin de Harriet Beecher Stowe, publicada en 1852. Aunque su trabajo se ha criticado extensamente por contener una propaganda simplista y obvia, llena de estereotipos despectivos, personajes planos y argumentos y diálogos predecibles, representa, aún así, un retrato de la antigua mentalidad de este país. La autora no consigue eludir el tono adoctrinador del narrador en tercena persona que, frecuentemente, interrumpe el ritmo del argumento para incluir sus valoraciones éticas y reflexiones religiosas. Es interesante analizar cómo el dueño de los esclavos describe su actitud hacia los trabajadores:
Te diré de una vez, y para que te sirva de gobierno, que nosotros, los amos, nos dividimos en dos clases: en opresores y oprimidos. Los que están dotados de un buen corazón y detestan la severidad se exponen a graves inconvenientes. Tenemos por precisión que alimentar a una cáfila de perezosos é ignorantes y que sufrir, por consecuencia, todos sus defectos. Vemos también, aunque raramente, amos dotados de un tacto particular para establecer el orden doméstico, sin necesidad de recurrir á medidas rigurosas, pero yo no pertenezco a esta clase. [. . .] No quiero castigar ni hacer apalear á esos desgraciados, cuya triste condición les hace ya demasiado infelices; con todo debo añadirte que ellos lo saben, y abusan casi siempre de mi indulgencia. (Trad. Orihuela, 161)
La primera frase de su parlamento resume de manera concisa la ironía de la perspectiva del hablante, quien percibe, en el hombre adinerado blanco, la existencia de un patrón sometido por aquellos que, en condiciones infrahumanas, eran explotados para mejorar la ya generosa situación de bienestar de la familia blanca. La corrupción de valores se sitúa en el esclavo africano-americano, mientras que la inocencia es presentada como virtud inherente al amo. Del mismo modo, la supuesta inteligencia del blanco percibe el intento de beneficio indebido del ignorante sirviente.
Por el contrario, como se mencionó en párrafos anteriores, el Sur previo a la guerra es despreciado con frecuencia por su actitud casi anti-intelectual por el resto de la nación, y aunque es cierto que la producción literaria del Sur hasta los 60 del siglo XIX no es prolífica, merece la pena mencionar que muchas de las obras producidas en estos años fueron creadas por mujeres. Una de las figuras más importante es la escritora sureña Augusta Evans Wilson que con frecuencia culpa al Norte por