La música de la República. Eva Brann T.H.

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La música de la República - Eva Brann T.H. Estètica&Crítica

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de emigrantes en una tierra de acogida. Hablaban de sí mismos, con el privilegio que la edad concede a los seres humanos para mostrarse más osados incluso que desinhibidos, como amantes de la sabiduría, como filósofos y amigos, ante un auditorio formado por estudiantes y profesores del St. John’s College en Annapolis, uno de los lugares de enseñanza más antiguos de América, consagrado por entero a la educación liberal y la lectura de los grandes libros de la tradición occidental. Entre el público se encontraba Eva Brann, judía también y exiliada como ellos de la Alemania nazi, aunque perteneciente a una generación más joven, que recordaría con posterioridad ese encuentro como una ocasión truncada. Algo, en efecto, en el diálogo entre aquellos dos extranjeros que podrían haber salido perfectamente de los diálogos de Platón –en los que la vejez y la extranjería parecen corresponderse de una manera extrañamente familiar con el ϑυμός o la παρρησία–, había impedido una comunicación central con los oyentes; probablemente, aunque no solo, debido al hecho de que no todos fueran capaces de reconocer en aquellos interlocutores de lengua suelta a los profesores (o, según la manera platónica de hablar del St. John’s, «tutores» o «guardianes del aprendizaje») que habitualmente impartían sus enseñanzas en el aula con la reserva propia de quienes poseían una especie de sabiduría secreta –o sabían, en cualquier caso, más de lo que decían y daban continuamente la impresión a los estudiantes de haberles enseñado desde el principio solo lo que ya sabían– que, en el caso de Leo Strauss, era proverbialmente impenetrable.1

      No es una exageración afirmar que Klein encontró en St. John’s College su Academia platónica y que, a diferencia de Strauss, prefirió, a la hora de enseñar y transmitir las formas y los contenidos de la filosofía, el habla a la escritura, mucho antes de que esa diferencia se hiciera temática entre los discípulos de segunda generación de Heidegger. En el discurso de conmemoración de los 155 años de existencia de la institución, un acto que serviría también de despedida a los graduados en 1947, Klein les dijo prospectivamente a los estudiantes que ahora debían enfrentarse al mundo:

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