Chile - Suecia 200 años de amistad. Varios autores
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En Suecia, por su parte, el ministro de la Legación chilena ante el Reino de Suecia, Carlos Errázuriz, fue el encargado de comenzar un delicado y fino trabajo de difundir la obra de la poeta nacional en los círculos cercanos al Comité Nobel, el órgano más importante en el proceso de selección y decisión del premio.
Cuando el nombre de Gabriela Mistral llegó a la Academia Sueca, nuestra poeta era muy desconocida en los círculos literarios locales. A pesar de ello, su candidatura llamó de inmediato la atención de los académicos y algunos solicitaron opiniones de expertos y conocedores de la literatura “hispánica”. Karl August Hagberg, quien entonces era funcionario del Instituto Nobel, elaboró dos informes con traducciones de varios poemas y con opiniones de especialistas americanos en la poesía mistraliana. Paralelamente, otro poeta, Hjalmar Gullberg, tomó la iniciativa de traducir sus versos y los publicó en la revista literaria más importante de Suecia: Bonniers Litterära Magazin. El impacto de estos trabajos fue inmediato y Mistral logró el apoyo de varios académicos, entre los cuales se destacó desde ese primer año de candidatura Hjalmar Hammarskjöld, ex primer ministro conservador entre 1914-1917, quien era, además, Presidente de la Fundación Nobel.
La segunda guerra mundial había comenzado en septiembre de 1939 con la invasión de Polonia y de Lituania por los alemanes y una parte de Polonia, Letonia y Estonia por la Unión Soviética, como resultado del Pacto de no Agresión Ribbentrop- Molotov. Dado ese escenario bélico, el rey Gustavo V dictó un decreto por el cual se suspendía la entrega de los Premios Nobel, suspensión que se mantuvo prácticamente durante toda la guerra, con algunas excepciones.
El Comité Nobel siguió trabajando durante todos esos años, como si la suspensión no existiera: se reunían regularmente, elaboraban la lista de candidatos a comienzo de año; hacían la lista corta de 5 candidatos y procedían incluso a manifestar preferencias por alguno en particular, aunque no tomaran decisiones ni se asignaran premios. En las actas de 1940, se registra que el “Comité ha manifestado de manera unánime su simpatía por la candidatura de Gabriela Mistral”.
Esto ocurrió hasta 1943, ya que en 1944 la Academia Sueca decidió asignar el premio Nobel de Literatura al escritor danés Johannes V. Jensen, como una evidente manifestación de apoyo al pueblo de Dinamarca que había sido una víctima muy directa de la guerra. Sin embargo, el Premio no se entregaría sino hasta que se pudiera celebrar las ceremonias tradicionales al término del conflicto.
En 1945 se hizo nuevamente el habitual trabajo de selección de los candidatos. Gabriela Mistral fue propuesta esta vez por la escritora Elin Wägner, quien había sido incorporada como miembro de la Academia Sueca el año anterior.
Gabriela Mistral recibe el Premio Nobel de manos del Rey Gustavo V. Foto: Biblioteca Nacional
Después de diversas reuniones de discusión, el Comité Nobel elaboró la lista corta para ese año, la que contenía nombres como Paul Valéry, Georges Duhamel, Thomas S. Eliot y Gabriela Mistral. El Comité Nobel se concentró en dos nombres: Valéry y Mistral. En el verano europeo de ese año falleció el poeta francés. Finalmente, el Comité se reunió el 6 de septiembre de 1945 y se discutió si se podría entregar el premio de manera póstuma, lo cual fue rechazado. Procediéndose a la votación, entregó tres votos para Mistral y dos para Valéry.
Gabriela Mistral y el mundo solo vinieron a enterarse de esta decisión más de 2 meses más tarde, cuando la Academia Sueca ratificó la propuesta del Comité Nobel.
La “Reina de la poesía latinoamericana” recibió de manos del Rey Gustavo V el Premio Nobel de Literatura el 10 de diciembre de 1945, como primer latinoamericano en todas las disciplinas, en la historia del Premio.
Gabriela Mistral con otros galardonados en 1945:
Foto: Biblioteca Nacional
Desde el Konserthuset de Estocolmo, Gabriela Mistral, la maestra del campo chileno, se encaminó entonces hacia la eternidad.
Los últimos cincuenta años de
relaciones entre Suecia y Chile
Por Fernando Camacho Padilla
Doctor en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y la Pontificia Universidad Católica de Chile en convenio de cotutela. Anteriormente, en Suecia, fue profesor en las universidades de Estocolmo, Uppsala, Södertörn y Dalarna.
En pleno contexto global de movilización social por la defensa de la soberanía de los pueblos, como ocurría a favor de Vietnam y del África Subsahariana, la campaña de Salvador Allende de 1970 fue seguida con gran atención por los sectores progresistas de Occidente, quienes veían en su figura la posibilidad de hacer la revolución por la vía democrática. Suecia, en ese momento con Olof Palme en el cargo de primer ministro, y con una juventud fuertemente comprometida en la solidaridad internacional, miraba al gobierno de la Unidad Popular con esperanza. Por este motivo, delegaciones políticas, principalmente del Partido Socialdemócrata, llegaron a Chile con el fin de fortalecer los lazos y firmar acuerdos de cooperación que permitieran a Allende avanzar con su programa de reformas. Olof Palme había estado en Chile en el año 1969 en calidad de ministro de Educación con motivo de la inauguración del observatorio La Silla, viaje en el que se encontró con Pablo Neruda en su casa de Isla Negra. Durante el gobierno de la Unidad Popular no tuvo la posibilidad de regresar, pero varias de las personas más cercanas a él, como Pierre Schori o Sten Andersson, viajaron a Santiago. Por primera vez, la prensa cercana a la Unidad Popular, como El Siglo o Clarín, presentó a la amistad sueca como incondicional y ejemplar.
En 1972 el gobierno de Palme designó a Harald Edelstam embajador en Santiago. Nadie imaginaba en ese momento la trascendencia histórica que tendría el diplomático tan solo un año más tarde. Su llegada al país coincidió con la acentuación de la crisis económica, el desabastecimiento y la agitación social. Se trataba de una persona con un fuerte compromiso humanitario, movido por sólidos principios éticos, a los que se sumaban una personalidad decidida y valiente. Por lo cual, durante sus misiones en el extranjero, no había dudado de usar su posición para salvar las vidas de quienes corrían peligro, como hizo en Oslo durante la Segunda Guerra Mundial. Sus convicciones políticas le llevaron también a conocer personalmente a dirigentes guerrilleros, como el comandante César Montes durante su estancia en Guatemala, poco antes de viajar a Chile.
Tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, Edelstam, conocedor del accionar represivo de los regímenes militares de la región, pero también de otras partes del planeta, no dudó ni un instante de la nueva misión que debía asumir. Ese mismo día acudió personalmente a la Embajada de Cuba que estaba siendo atacada por un destacamento militar. Su intervención fue decisiva, pues logró parar la agresión y garantizar la salida segura