Chile - Suecia 200 años de amistad. Varios autores
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En cuestión de pocos días, empezaron a llegar los primeros exiliados a Suecia, no únicamente chilenos, sino también de distintas nacionalidades latinoamericanas, dado que durante el gobierno de la Unidad Popular, se había acogido a perseguidos políticos de numerosos países de la región, como Argentina, Uruguay, Bolivia, Brasil o Perú. Desde ese momento y hasta la actualidad, la presencia latinoamericana en Suecia, por entonces marginal, empezó a crecer con rapidez, en especial la chilena. Además, la visibilidad de la represión ejercida por los militares en América Latina, rápidamente se hizo presente en los diarios y noticieros de Suecia, conmoviendo aún más a los suecos. Por este motivo, en cuestión de pocas semanas, numerosos comités de solidaridad emergieron por toda su geografía nacional, como el Chilekommitté, integrado por personas con fuertes convicciones humanitarias, en su mayoría de distintas corrientes de izquierda, aunque no necesariamente militantes. También se convocaron múltiples veladas y concentraciones por parte de las distintas colectividades políticas, sindicatos y asociaciones de diversa naturaleza. Chile se convirtió en un aspecto central de la vida política sueca. Con la llegada de los refugiados que huían del horror, empezaron a emerger sus propias asociaciones, por lo general articuladas a partir de los partidos políticos. La más importante, que reunió a algunos de los partidos que formaron la Unidad Popular, se llamó el Comité Salvador Allende. De esa forma, se visibilizó aún más sus tradiciones y su cultura, se empezaron a escuchar las canciones de músicos como Víctor Jara o Violeta Parra, muchas de estas traducidas al sueco por artistas como Cornelis Vreeswijk, Arja Saijonmaa o Jan Hammarlund, por nombrar algunos. También el poncho, el charango, la guitarra y las empanadas fueron objetos cada vez más presentes en las actividades de solidaridad. El arte y la literatura de Chile se hicieron reconocidos en Suecia, lo que favoreció también la difusión de la producción cultural de los países de toda la región.
Con el fin de los regímenes militares, numerosos exiliados optaron por retornar. El último país sudamericano en recuperar la democracia fue Chile, en 1990. La larga permanencia de los chilenos en Suecia les había hecho arraigarse y, en muchos casos, establecer familia. La decisión no fue fácil de tomar, y un número significativo optó por permanecer en el país de acogida ante la incertidumbre que le generaba regresar a la patria. Con la democracia, se elevaron las relaciones bilaterales, e igualmente, Suecia decidió apostar por el nuevo gobierno de la Concertación encabezado por Patricio Aylwin, a través de la firma de varios acuerdos de cooperación, especialmente en áreas de vivienda, derechos de la mujer y protección del medio ambiente. Asimismo, se intensificaron las relaciones comerciales. Los chilenos retornados, así como algunos de los suecos residentes en Chile, se convirtieron en actores claves para la construcción de los puentes económicos y culturales. En la segunda mitad de la década de noventa, la cooperación empezó a reducirse a causa del aumento del Producto Interior Bruto de Chile, el que superó los límites establecidos para beneficiarse de la ayuda al desarrollo sueca. De ese modo, se dio paso a la búsqueda fundamentalmente de estrategias de cooperación económica, y la memoria de periodo dictatorial parecía borrarse.
La situación cambió de manera drástica con la detención en Londres de Augusto Pinochet en 1998, momento que movilizó de manera masiva a los chilenos residentes en Suecia. Con el 30º aniversario del golpe de Estado, en el año 2003, que vino acompañado de importantes gestos políticos, así como nuevas medidas de reparación para los sobrevivientes de la prisión política y la tortura, resurgieron en Suecia las actividades en recuerdo de las víctimas y en búsqueda de justicia, sobre todo por quienes fueron reconocidos en el Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura. A ello se sumaron dos hechos que sirvieron de impulso para el recuerdo de los años de la dictadura; en primer lugar, el estreno en 2007 de la película “El Clavel Negro”, donde de manera ficticia se recreaba el papel de Edelstam tras el golpe militar, y segundo, la inauguración del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, para el cual se hizo una gran colecta de material de la cotidianeidad de la experiencia del exilio y la solidaridad, destinado a la colección de su exhibición y a sus fondos documentales. Alrededor de ambas ocasiones, se organizaron varios encuentros y exposiciones, tanto en Suecia como en Chile, y salieron a la luz numerosas publicaciones, académicas y testimoniales, que permitieron dar visibilidad y recuperar la historia más humana de las relaciones entre ambos países.
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