Márcame, amo. Roberta Garza
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En el curso llamado RAW, o Crudo, los integrantes hablarían, bajo la apariencia de apertura y libertad sexual, de las hostilidades alrededor del sexo que experimenta cada género; así se establecían estas “diferencias” donde, para Jness, la mujer es de naturaleza frívola, emocional e inconstante, por lo que su lugar debía estar bajo la protección de algún varón titular en un contexto doméstico y monógamo, mientras que los hombres SOP, siendo más responsables y con un compás moral del que carecen sus parejas, tendrían una naturaleza promiscua con el digno fin de esparcir su DNA por el mundo. Ese compás moral fue desplegado a cabalidad cuando Weniger le mostró a la corte las fotografías explícitas guardadas por Raniere bajo una carpeta titulada “Estudios”. Las mujeres allí, empleadas o estudiantes de Raniere y al menos una menor de edad, fueron retratadas desnudas con acercamientos a sus labios vaginales interiores, o de cuerpo entero, pero desde las ingles hacia la cara.
Otra de las bases ideológicas de NXIVM, congruente con las tendencias sadomasoquistas de Raniere y, sin duda, indispensable para la destrucción de la personalidad que Vanguardia buscaba en sus favoritas, es la insistencia en justificar el dolor, físico o emocional, como parte del proceso de crecimiento: aunque la premisa se entreteje en cada curso, hay uno exclusivo al tema llamado Human Pain, o Dolor Humano. Acompañando a ese concepto madre de NXIVM está la exploración de las vidas de los involucrados, recalcando las partes traumáticas o vergonzantes y extrayendo la mayor información posible sobre dependencias, transgresiones, culpas o dificultades sexuales, en particular al final del día, con el cansancio y la vulnerabilidad a modo de lubricantes.
Vanessa Grigoriadis, en un estupendo compendio publicado el 30 de mayo del 2018 en la revista del New York Times, describe su visita, de la mano de Clare Bronfman, a uno de los centros de Raniere en San Pedro, Garza García, donde abundaban fotos de Raniere en las oficinas, y frases bombásticas atribuidas a Vanguardia en los pasillos: “Si en el siguiente momento tu conducta afectara a toda la humanidad para siempre, ¿cómo te comportarías? Cada momento es ese momento”.
Cuando Grigoriadis ve a Raniere por primera vez, recién despertado de una siesta y luego de pasar por una larga introducción de sus logros y cualidades a manos de Clare —“No se permite a nadie conocer a Raniere si algún integrante, usualmente una mujer, no ha descrito sus grandes cualidades antes. Raniere, a quien algunos miembros de NXIVM han comparado con Nelson Mandela o el arzobispo Desmond Tutu, no aparece sino hasta que recibe la presentación adecuada”—, se desconcertó. “Tenía la musculatura de alguien que practica lucha y vestía una polo azul clara, pantalones grises y lentes de armazón redondo. Tenía algunas canas en las sienes, pero el resto de su cabello lucía voluminoso. Hablaba con un acento neoyorquino. No tenía la pinta de un hombre que logra que otras personas orbiten alrededor de él. Parecía un corredor de bienes raíces de lujo que quería aparentar ser amistoso al tiempo que lucía ansioso por cerrar un acuerdo… pude observar cómo se retraía dentro de sí, casi de manera intencional; se volvía un hoyo negro anticarismático”.
Eso mismo rumiaba yo, todos los días, sentada en la sala de la corte a escasos metros del hombre que muchas mujeres inteligentes y echadas para adelante consideraban seriamente como a un espécimen magnífico; un superdotado. Raniere no podía ser más ordinario, más olvidable; menos digno de semejante devoción. Quizá por eso el culto debía iniciarse temprano: Loreta Garza Dávila, esclava DOS, registró en NY los nombres de Rainbow Cultural Garden y RCG Kids International, convirtiéndose en su directora mundial; en México su razón social sería Multicultural Value Development Center, mejor conocido como Rainbow. La franquicia mexicana estuvo a nombre de Cecilia Salinas Occelli, con Fabiola Sánchez de la Madrid, esposa de Federico de la Madrid Cordero, de auxiliar; a nivel nacional serían administrados por Jimena Garza Dávila, esposa de Omar Boone.
La inspiración para Rainbow llegó en 2006, cuando Kristin Keeffe tuvo un hijo con Raniere llamado Gaelyn; Raniere tenía una política estricta de hacer abortar a sus amantes, así que Kristin escondió el embarazo hasta que fue demasiado tarde. De no ser por eso Keeffe hubiera acabado en la clínica ginecológica McGinnis, tan frecuentemente visitada por las mujeres de la comunidad, desde Pamela Cafritz hasta las tres hermanas Fernández: Mariana fue dos veces, hasta que, en el 2017, Keith le permitió tener a Kemar, su segundo hijo, éste sí, deseado y reconocido: su nombre se formó por la contracción de los de sus padres, Keith y Mariana.
Si bien Raniere desarrolló después una historia donde decía necesitar a una joven virgen y sin mácula para perpetuar su DNA a través de un heredero místico que continuara su legado, Vanguardia se presentaba públicamente como un asceta alejado de las pasiones humanas: Forbes lo cita en el 2003 afirmando llevar “una vida como de ratón de sacristía”. La presencia del niño tuvo que ser explicada a la comunidad bajo el cuento de que un viudo, cuya esposa había muerto en el parto, le habría confiado al neonato a su amiga Barbara Jeske, otra incondicional en la comunidad de Clifton Park. Keeffe, quien había regresado con Jeske y el bebé desde Ann Arbor hasta Albany en marzo del 2007, luego de una ausencia de varios meses por un supuesto cáncer, afirmaba que su retorno se debía a que Raniere la habría curado milagrosamente. Ah, paradojas de la vida: Kristin huyó con su niño, desapareciendo de la faz de la tierra, un año después de la muerte de Jeske en el 2014, consumida ésta por un cancer del cerebro —uno verdadero— que no se atendió a tiempo porque Raniere le diagnosticó sus molestias como síndrome del túnel carpiano.
Gaelyn se convirtió sin quererlo en el prototipo experimental de los niños Rainbow: por instrucciones de Raniere le pusieron cinco nanas, donde cada una le hablaría en un idioma diferente cada día; le impedían relacionarse con niños fuera de la comunidad; tenía un régimen particular de ejercicios físicos diarios y una dieta estrictamente vegetariana, de preferencia cruda. James Raniere, el padre de Keith, exclamó cuando supo del trato que le daban a quien entonces nadie sabía que era su propio nieto: “es uno de los niños más afortunados que hay, con cinco madres que lo consienten”.
En México fue en San Pedro, en el local de Vía Savotino número 105 que albergaba al universo NXIVM regiomontano, donde Rainbow fue creado como empresa por Loreta Garza y Rosa Laura Junco el 24 de abril de 2007 estableciéndose a unas cuadras de la casa madre, en la calle de Tamazunchale. La colegiatura podía salir en 60 mil pesos al mes, por niño. La comida era, como indicaba Raniere, estrictamente vegetariana, y la presencia o supervisión de los padres, incluso en su contacto con los maestros, no era bienvenida; quizá porque ninguna de sus directoras tenía el menor entrenamiento en pedagogía o psicología infantil, como tampoco lo tenían la mayoría de las “nanas”, llamadas allí Especialistas en Desarrollo Multicultural.
Si bien en Francia la metodología sigue bajo un nuevo nombre, Athal Education Group, regenteado por Sara Bronfman y por su esposo, Basit Igtet, el resto de los centros Rainbow ha ido cerrando como girasoles al anochecer, incluso el que inaugurara con bombo y platillo en Miami Raquel Perera, la esposa de Alejandro Sáenz; en la Ciudad de México primero se convirtió en Cultur Ed y luego cerró el que encabezaban los hermanos Emiliano y Cecilia Salinas; en Monterrey la casa de Savotino tiene una enorme manta de “se renta” y un número telefónico que, hasta hace poco,