Márcame, amo. Roberta Garza
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Otra de las empresas desarrolladas alrededor de las ideas de Raniere es The Knife Media, llamada así por el cuchillo délfico de Aristóteles. El mote, tan intelectualmente pretencioso como el resto de la mercadotecnia de NXIVM, es más que revelador: viene del primer libro de Política, donde el griego habla de los usos múltiples de ciertas herramientas enfatizando que la naturaleza no es siempre así, sino que hace distinción entre, por ejemplo, la mujer y el esclavo: “En lo que concierne a los sexos, el macho es por naturaleza superior y la hembra inferior; el macho es el amo y la mujer, la esclava”. ¿El objetivo de la empresa? Identificar, mediante el uso de la supuesta tecnología de Vanguardia, la cobertura tendenciosa en los medios; en un ejemplo perfecto del doble rasero tan gustado por Raniere, The Knife jamás reveló su asociación con NXIVM. Su directora fue, hasta poco antes de su cese de operaciones, Rosa Laura Junco; Ivy Nevares la administradora y Nicki Clyne la productora, con Jens Eric Gould, el único periodista del grupo, como editor. Junco abandonaría éste y otros proyectos relacionados con NXIVM en la primavera de 2018; el 6 de agosto de ese mismo año The Knife anunciaría, en todas sus plataformas, que dejaba de publicar.
El último programa asociado a la supuesta tecnología de Raniere, afortunadamente, nunca vio la luz: en abril fue arrestado en Albany el doctor Brandon Porter, médico de cabecera del grupo, por negligencia, incompetencia e incapacidad moral para ejercer la medicina, perdiendo después su licencia. Porter condujo en agosto del 2016 un estudio que recuerda al de Naranja Mecánica: colocaba en los sujetos, principalmente mujeres, electrodos en la cabeza, filmando luego su reacción cuando les mostraba, sin previo aviso, escenas violentas y explícitas, la última un corto snuff de mujeres decapitadas y despedazadas a machetazos. Más de una centena de miembros de NXIVM pasaron, uno a uno, por su experimento, llevado a cabo en una vieja bodega de la compañía a nombre de Clare Bronfman. Una de las mujeres, Jennifer Kobelt, lo reportó a la policía. A Kobelt no le parecieron extraños los electrodos; el doctor ya los había usado antes entre la comunidad mientras sus miembros veían videos de Raniere, y cuando una asistente de Nancy Salzman le pidió acompañar a Porter, supuso que se trataba de algo parecido.
El antecedente es una de las muchas patentes buscadas por Raniere, registrada bajo el número 13/839361 y llamada, textualmente, “Los luciferinos pueden ser rehabilitados”, cuya última enmienda está fechada en octubre del 2013; un luciferino sería un psicópata funcional que, sin la menor ironía, es descrito así: “experimenta placer o gratificación cuando la gente normal sentiría repulsión o molestia”. Hay un curso especial alrededor del tema llamado “La Caída” —sí, como la de Lucifer— donde un luciferino sería, por ejemplo, quien ha abandonado NXIVM y ahora se vuelve contra el grupo, aunque la referencia refleja el comportamiento de Vanguardia es más que reveladora. En la patente se habla de mostrarle al sujeto una sucesión de estímulos, en este caso imágenes ultraviolentas, para medir las discrepancias fisiológicas entre un corto y otro; dependiendo de si la intensidad en las respuestas crece o decrece se determinaría la capacidad de “rehabilitar” a la persona. No me quiero imaginar, si ésta era la herramienta diagnóstica, en qué consistiría la terapia.
Lo que distingue a NXIVM de cualquier otro programa de superación personal, ubicándolo certeramente en el ámbito de los grupos con características religiosas o de culto, es la desensibilización al rechazo de comportamientos no sólo criminales sino inhumanos: los valores éticos se vuelven, en el universo de Raniere, parámetros utilitarios y autorreferenciales. Convertir la esclavitud sexual en empoderamiento femenino es una mera manifestación de este rasgo: Raniere diría a Bronfman que era válido usar métodos antiéticos para construir un mundo ético. El asegún es que, para Vanguardia y sus incondicionales, ético era todo lo que se plegara a los deseos del líder, y por consiguiente “quiebre ético” o transgresión ética era toda conducta que contrariara sus deseos. En el caso de Daniela Fernández, una de las primeras mexicanas en Albany, su pecado fue haberse interesado en otra persona, y nadie en el grupo consideró ya no digamos absurdo, sino siquiera cuestionable, el que Keith exigiera como castigo por semejante transgresión un encierro miserable que duró casi dos años.
Una ocurrencia común en el universo de Vanguardia, que en el argot psicológico se llama proyección, es atribuirle al otro características propias, principalmente las negativas, como cuando los manuales de NXIVM describen personalidades tóxicas que retratan fielmente a Raniere mismo: una “inversión de valores”, según se lee en la aplicación de la patente, es cuando alguien toma algo que es esencialmente bueno y lo hace parecer malo, o viceversa. La corte pudo escuchar y ver, en un video, a Raniere hablándole a la cámara y, después, a Nancy Salzman repitiendo esas mismas enseñanzas ante un grupo de chicas adolescentes, rodeadas por mujeres DOS, en el marco de un módulo de Jness: “¿Cuál es la diferencia entre que un adulto le haga cosquillas a un niño y que lo estimule sexualmente? De ambas maneras el niño sentirá rico. Ese niño puede vivir y crecer sanamente así hasta que llega a una cultura como la nuestra, que le dice que ha sido abusado; es hasta entonces cuando se sentirá abusado. La cultura y la sociedad son aquí los verdaderos abusadores”, dicen ambos. En otro video se ve a Raniere argumentando que, como nuestra cultura limita y castra el ejercicio del sexo, y como las mujeres son por naturaleza dobles y falsas, éstas sólo pueden sentir verdaderos orgasmos cuando son violadas; cuando saben que han abandonado todo control y toda culpa, cuando están completamente sometidas al varón, es cuando pueden ser libres y por ende llegan al verdadero clímax.
El aludir a conductas criminales o inhumanas bajo el rasero del relativismo cultural es un perfecto ejemplo de las falsas equivalencias tan prevalentes alrededor de Raniere. Al final del video, Nancy Salzman, sonriente y propia como si estuviera enseñando a empacar como la best-seller Marie Kondo, autora de La magia del orden, le dice a las niñas, sentadas en semicírculo a su alrededor, que las mujeres abusan del concepto de abuso; que gritan abuso cuando se sienten incómodas (discomfort, fue la palabra usada), cuando algo no les gusta, aunque realmente lo que sienten como incomodidad se debe a sus enseñanzas sociales y culturales que, como ya vimos, dependen del contexto. Salzman da el siguiente ejemplo: “Hay estados (en EUA) donde la edad mínima de consentimiento para tener relaciones sexuales es de 17, y otros donde es de 12. ¿Ven cómo donde en un lugar algo es un delito, en otro es legal?”, ante lo cual las niñas producen un sonoro “¡Ahhhhh!”. El curso donde se ven esos materiales, por cierto, se llama La Experiencia Humana.
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