La democracia a prueba. Ciro Murayama
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Además de estas medidas de seguridad, el INE ha cerrado el paso al mal uso que se puede dar a la documentación electoral. En las elecciones de 2018, por ejemplo, fueron robados 14 paquetes electorales54 y corrió el rumor de que las boletas sustraídas serían marcadas y utilizadas en otras mesas de votación. Sin embargo, las boletas no pueden ser usadas en otros distritos pues están plenamente identificadas. Los campos de su ubicación son prellenados para evitar que se utilicen en otro lugar. El INE reimprimió las boletas robadas y selló cada una en el dorso, además de que fueron firmadas por los funcionarios de casilla y los representantes de los partidos políticos. Al final, no hubo problema alguno y en esas casillas la votación ocurrió sin incidentes.
ELECCIONES VIGILADAS
Las elecciones de 2018 fueron no sólo las de mayor número de ciudadanos votando y contando los votos, sino también las más vigiladas.
Los partidos políticos tuvieron 1 247 780 representantes el día de la jornada electoral. Gracias a ello, el 99.3% de las casillas contó por lo menos con un representante de partido o de candidato independiente. La coalición encabezada por el PAN tuvo presencia en 93% de las casillas, la coalición de Morena en 89% y la del PRI en 95%. Asimismo, en el 97.4% de las casillas hubo al menos dos representantes de partidos distintos y en el 80.05%, de tres partidos políticos diferentes que competían entre sí.
Además de los representantes de partidos, la legislación mexicana permite que los ciudadanos actúen como observadores electorales. El INE acreditó a 32 548 observadores electorales, quienes estuvieron presentes en 17 300 mesas de votación, el 11.13% de las casillas instaladas en el territorio nacional. La mayor participación de observadores se registró en el Estado de México (17.18% de las casillas), seguido por la Ciudad de México (12.17%), Nuevo León (17.63%) y Chiapas (17.62%).
LOS CÓMPUTOS DISTRITALES: EL ÚLTIMO ESLABÓN DE CONFIANZA
Cuando finaliza la votación, los ciudadanos funcionarios de casilla extraen de las urnas las papeletas con los votos, ante la presencia de los representantes de los partidos políticos y de los candidatos independientes, además de los observadores electorales acreditados. Las boletas se colocan en pilas de acuerdo con los votos para los partidos y coaliciones registrados, y se contabilizan los votos válidos para cada candidatura, así como los nulos. Después se llenan las actas de escrutinio, que son firmadas por los funcionarios de casilla y los representantes de los partidos. Estas actas se escanean y son puestas a disposición de toda la ciudadanía por medio del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP). Los representantes de cada partido se llevan también una copia del acta, a partir de la cual tienen la garantía de que el conteo de votos que presenciaron es el que se entregará en el consejo distrital para realizar el cómputo donde se agrega la votación de las casillas.
Los funcionarios de la mesa directiva, acompañados por los representantes de los partidos políticos, si así lo desean, llevan el paquete electoral con las actas a las sedes distritales del INE. Ahí son recibidos por los consejeros electorales, quienes están a cargo de computar los resultados de las actas de su distrito. Al llegar el paquete electoral, se separa una copia del acta de escrutinio y se lleva al Consejo, donde se «cantan» los resultados frente a los representantes de los partidos.
Los paquetes electorales se guardan en las bodegas del INE, en cada sede distrital, bajo la custodia del Ejército mexicano. Nadie puede abrirlos hasta que se realiza la reunión de trabajo el martes siguiente a la elección para preparar la sesión formal de los cómputos, que comienza el miércoles y dura hasta tres días. En esas reuniones, los consejeros distritales, con la presencia de los partidos políticos, volverán a revisar sus actas y a computarlas para obtener los resultados de las elecciones. La tecnología también ha permitido que esas sesiones sean transparentes y que cada voto registrado pueda consultarse a través de internet.
El miércoles siguiente a la jornada electoral se inician los cómputos distritales. Primero se desahoga el cómputo de la elección presidencial, después el correspondiente al Senado y, finalmente, el de diputados federales. Los resultados de esos cómputos se envían a los consejos locales que, a su vez, hacen la sumatoria de los votos de senadores para asignar a los dos legisladores de la mayoría y a uno de la primera minoría en cada entidad. Además, se suma la elección presidencial de cada entidad y se remiten esos resultados al Consejo General del INE, que traslada el resultado de los cómputos nacionales al Tribunal Electoral, el cual tiene a su cargo, por disposición constitucional, la calificación de la elección presidencial.
Así, desde cada célula de la elección –la casilla– se puede seguir la construcción del resultado de las votaciones con toda transparencia.
Por supuesto, hay áreas de oportunidad para hacer menos onerosa y complicada la organización de las elecciones. Los cómputos podrían abreviarse si se contara con la urna electrónica de votación55 y la capacitación hacerse más ágil si se dispusiera que en lugar de visitar a la totalidad de los ciudadanos sorteados, se visitara a un número suficiente de ciudadanos que garantizaran la instalación de la totalidad de las casillas programadas.
Cualquier reforma para facilitar la organización de las elecciones deberá partir de la necesidad de mantener la autonomía de las autoridades electorales y de ir desandando el camino de la desconfianza, que ha hecho reiterativos y abigarrados los procedimientos electorales.
III
Padrón y geografía electoral: una persona, un voto
* Este capítulo fue escrito con la colaboración de Gonzalo Olivares de la Paz. Farah Munayer Sandoval y Ángeles Plascencia Acosta ordenaron y procesaron la información estadística.
Toda elección confiable empieza por disponer de un padrón de votantes confiable. Que quienes son convocados a las urnas sean ciudadanos en pleno goce de sus derechos, sin exclusiones arbitrarias, y que no haya posibilidad de que alguien sufrague más de una vez, constituyen condiciones indispensables para que los comicios sean legítimos. Ésta es una afirmación de Perogrullo que, sin embargo, no correspondía con la realidad en el México de hace tres décadas: la impugnada elección de 1988, que es el contraejemplo a partir del cual se edificaron en los años posteriores los procedimientos e instituciones electorales que salvaguardan el ejercicio del sufragio, tuvo múltiples fallas para dar garantías de certeza. Para empezar, existía un padrón electoral en el que había «rasurados», esto es, ciudadanos eliminados de la lista de votantes sin justificación jurídica y, en el otro extremo, aparecían como electores, que incluso sufragaban, personas ya fallecidas el día de la jornada electoral.
No es casual que en 1990 la primera tarea que se le encomendó al recién creado Instituto Federal Electoral (IFE) haya sido la de confeccionar, desde cero, un nuevo padrón electoral bajo la vigilancia cercana de los partidos políticos, a efecto de evitar los vicios y distorsiones previos.56 Desde entonces, a través del Registro Federal de Electores se ha mantenido al día el padrón electoral y, cada vez que se celebran comicios, la lista nominal de electores –conformada por los ciudadanos inscritos