La democracia a prueba. Ciro Murayama

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división, en dos, de las preferencias electorales en el territorio nacional. En cambio, la contundencia del triunfo de Andrés Manuel López Obrador en 2018 fue tal que resultó el candidato más votado en 31 de las 32 entidades federativas –sólo en Guanajuato ganó Ricardo Anaya–.

      Los mapas de la votación por la Presidencia de 2000 a 2018 permiten constatar cómo han cambiado las preferencias electorales geográficamente (figura 1). En el 2000, la izquierda, representada por la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, ganó sólo Michoacán; en tanto, fue abrumador el triunfo de Vicente Fox en el norte del país: obtuvo la victoria en los seis estados fronterizos con Estados Unidos. El PRI, a su vez, ganó en estados del sur, como Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Tabasco y Campeche (figura 1.A).

      En 2006 la disyuntiva entre la coalición encabezada por el PAN y la del PRD hizo bicolor el mapa nacional, con un triunfo de Calderón en el norte –de nuevo toda la franja fronteriza– mientras que en el sur ganó López Obrador (figura 1.B).

      La victoria electoral del PRI en 2012 se dio con la recuperación del voto mayoritario para la Presidencia en 20 entidades que no había logrado ganar seis años antes, e incluso obtuvo el triunfo en algunos estados donde no era la fuerza más votada desde el año 2000: arrebató al PAN Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Colima, Jalisco y Yucatán, que habían optado por la derecha en 2000 y 2006. El PRI ganó, además, Michoacán, que había votado por la izquierda en las dos elecciones presidenciales previas, y también Baja California Sur, que había votado antes por el PAN y el PRD de forma alternada (figura 1.C).

      En 2018 López Obrador conquistó 15 entidades más de las que ganó en 2006 y 11 más de las que obtuvo en 2012. Entre los estados donde nunca había triunfado y alcanzó la más alta votación en 2018 están: Aguascalientes, Baja California, Coahuila, Colima, Chihuahua, Durango, Jalisco, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas y Yucatán (figura 1.D).

       Figura 1. Mapas de resultados de elecciones presidenciales 2000-2018 por entidad federativa

       A. Elección presidencial 2000

       B. Elección presidencial 2006

       C. Elección presidencial 2012

       D. Elección presidencial 2018

      Fuente: Elaboración propia con base en cómputos distritales del INE.

      Los resultados electorales, en buena medida, pueden leerse como un juego de suma cero: ahí donde gana una opción necesariamente pierde otra. En 2018 el PRI perdió las 20 entidades que había conseguido en 2012 y el PAN perdió tres de los cuatro estados donde había salido victorioso seis años antes. En cambio, Morena ganó las ocho entidades que había obtenido la coalición del PRD en 2012 y las 16 que fueron para la coalición del PRD en 2006. Los electores, así, más que fieles a unas siglas partidistas, siguieron en la elección presidencial de 2018 a la figura de López Obrador.

      Desde el año 2000 sólo hay una entidad que no ha variado su preferencia a lo largo de cuatro elecciones presidenciales –Guanajuato, que sistemáticamente respalda las candidaturas de Acción Nacional–, lo que muestra con claridad que las simpatías electorales no están dadas de una vez y para siempre, que los humores públicos y el respaldo a las fuerzas políticas son cambiantes. Y para que esos cambios se expresen de manera pacífica existen, precisamente, las elecciones.

      EL CONGRESO: VEINTE AÑOS SIN UN PARTIDO DOMINANTE

      Mientras que la división de poderes está contemplada desde el origen del texto constitucional, no fue sino hasta finales del siglo XX cuando se hizo una realidad que el Congreso fungiera como contrapeso al Ejecutivo, una vez que el presidente y su partido no tuvieron la mayoría de los votos en la Cámara de Diputados. Fue a partir de la elección intermedia de 1997, la primera celebrada tras la reforma de 1996 –que dio plena autonomía al Instituto Federal Electoral (IFE) y que introdujo condiciones de equidad en la competencia política–, cuando en la Cámara de Diputados la oposición tuvo por vez primera más asientos que el partido del gobierno.26

      La representación política de la sociedad que se renueva cada tres años en la Cámara de Diputados –a diferencia del Senado, que se elige cada sexenio y que expresa el pacto federal– ha reflejado durante dos décadas una vasta pluralidad (cuadro 3). A lo largo de ocho elecciones la ciudadanía ha sido reacia a entregar la facultad de aprobar leyes a un partido político en solitario.

      A la vez, se aprecian altos índices de alternancia en los triunfos distritales de diputados (cuadro 4), lo que confirma que el sistema de partidos y la representación política no son una fotografía inmutable, sino que, por el contrario, los ciudadanos de manera continua cambian el sentido de su sufragio, dan oportunidades a fuerzas políticas distintas y emiten un creciente voto de castigo.

      El triunfo de López Obrador en las elecciones presidenciales de 2018, con más de la mitad de los votos, no se tradujo en un apoyo de igual magnitud en la elección del Congreso. El cuadro 5 muestra que Morena recibió 37.25% de los votos para la Cámara de Diputados y 37.50% para el Senado, y que sumando al PT y al Partido Encuentro Social (PES), la coalición Juntos Haremos Historia alcanzó el 43.58 y el 43.65% de los votos en las cámaras baja y alta, respectivamente. Así, hubo 5 575 212 ciudadanos que votaron por López Obrador pero no por su coalición a la Cámara de Diputados, y lo mismo ocurrió con 5 366 906 electores del candidato presidencial que no votaron por los candidatos al Senado. Mientras el presidente obtuvo el 53% de los votos, su coalición no superó el 44% de los sufragios para el Congreso, lo que muestra un electorado que sabe votar diferenciadamente y crear contrapesos, incluso para el presidente de su preferencia.

      Un comentario particular merece la conformación de una mayoría unipartidista en la LXIV legislatura (2018-2021) de la Cámara de Diputados, pues el voto ciudadano no dio a ningún partido el respaldo necesario para hacerse con el control de ese cuerpo legislativo. Los diputados que surgieron de los partidos que formaron la coalición Juntos Haremos Historia sumaron 308 –191 fueron electos para Morena, 61 para el PT y 56 para el PES–, lo que les otorgó en conjunto una holgada mayoría, aunque no calificada, en la Cámara baja (cuadro 6).

      Sin embargo, una votación de 43.58% se tradujo en 61.6% de la representación en la Cámara de Diputados: una diferencia de 18%. Veamos por qué.

      Desde hace más de 30 años, con la legislatura que inició en 1988, la Cámara de Diputados se integra por 500 legisladores, de los que 300 son electos por el principio de mayoría relativa y 200 por representación proporcional. Este modelo mixto permite atemperar las distorsiones a la expresión de la pluralidad que se producen en la mayoría relativa, donde el ganador de cada distrito se lleva el 100% de la representación uninominal.

      Además

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