Colombia frente a los escenarios del pacífico. Ricardo Mosquera Mesa

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Colombia frente a los escenarios del pacífico - Ricardo Mosquera Mesa страница 5

Автор:
Серия:
Издательство:
Colombia frente a los escenarios del pacífico - Ricardo Mosquera Mesa

Скачать книгу

de la Asociación Nacional de Rifle por mantener la libertad del porte de armas.

      Para poner un punto de comparación, y recurriendo de nuevo a las variaciones de nuestros mapas geopolíticos, basta mencionar la transición de la retórica de los presidentes gramáticos a la propia de la gravitación económica, tal como fuera escenificada en Colombia por el último de los retóricos latinistas, el admirable conservador Marco Fidel Suárez, quien ejerciera la presidencia entre 1918 y 1921, defenestrado del “Palacio” por esas amalgamas tan bizarras pero tan propias de Colombia entre el conservatismo más rancio personificado en Laureano Gómez y la avanzada ola de socialistas con los primeros brotes del partido comunista.

      Como advertirá el lector, tomo partido aquí por el esplendoroso bastardo de Bello, no sin aludir a conceptos anacrónicos de los prejuicios sociales —hijos legítimos contra hijos bastardos—, en forma irónica porque no olvido que en la definición platónica y socrática expuesta por Diotima en El Banquete, el amor —y de eso sabía Marco Fidel Suárez, amor a la patria, amor a la lengua, amor a la herencia humanista latina—, era el hijo bastardo de Poro, alegoría de la riqueza y de Penía, una mujer indigente.

      Como fuere, el caso es que la expresión respice polum, acuñada por el autor de Los sueños de Luciano Pulgar, pasó a definir el norte inequívoco de la brújula geopolítica de Colombia desde entonces, pese a que para ser exactos la sentencia latina dice que hay que mirar al polo, pero como hay dos —el norte y el sur—, termina siendo cómico el dicho porque el acto consecuente con la traducción literal significaría una especie de estrabismo, ya que unos mirarían para arriba y otros para abajo, defecto salvado empero cuando se especifica que se trata de mirar a la estrella polar del norte. Pero este lapsus del bautismo del dicho denota dos asuntos que trascienden la gramática y afectan la sinapsis de la comprensión global de nuestros tiempos históricos y de nuestro espacio cartográfico.

      El primero, la rigidez de la política exterior durante el siglo XX, porque definió un extraño síndrome de mantenerse la víctima —Colombia—, atada al victimario —el país del norte usurpador del territorio del canal—: el problema de una mirada mal adherida a quien causó la pérdida del istmo. Como si la misma mano que empuñó el gran garrote fuera indispensable para mantenernos seguros en nuestra fragilidad como Estado. Es como la esclava que, impotente para sacudirse del yugo del amo, se propone seducirlo, algo que entraña cierto encanto pero que devela una humillación asumida y que por cierto se manifestará en el tratamiento unilateral del tema de la droga, examinado solo desde el ángulo de la producción y no, como se debiera también, desde la perspectiva de la responsabilidad de consumos desbordados, carta que se usaba en un tiempo pero que por la fuerza del Imperio dejó de esgrimirse. El segundo efecto de larga consecuencia de la segregación del territorio panameño ha sido el olvido de la dimensión de todo el litoral pacífico, no solo del amputado istmo, sino de su prolongación hacia el sur, como lo pone de manifiesto Ricardo Mosquera Mesa en su libro, cuando se permite el lirismo al evocar canciones del clásico Petronio para sorprenderse por la contrahechura significada en las cifras de retorno que dejan los puertos indolentes frente a lo írrito de las participaciones locales1.

      La doctrina del latinajo de Suárez perduró hasta que Alfonso López Michelsen adhirió al Frente Nacional, con su participación en el gobierno de Lleras Restrepo y en particular en la constituyente de 1968. Entonces y con mayor razón en su gobierno enunció la doctrina del respice simila, “mira a los semejantes”, como quien dice tender la vista horizontal hacia el sur, pese a que también pretendiera que fuéramos el Japón de Suramérica. Algo a la postre muy cómico como descubrirá el lector por sí mismo al repasar en el libro de Ricardo Mosquera Mesa la consistencia y seriedad de las cifras de evolución económica del Japón, la tercera economía del mundo por su PIB y como acaso sonría el avisado al pasar la película y descubrir que en un sentido bufonesco —que suele ser por desgracia nuestra más recurrente puesta en escena—, Fujimori remedaría al emperador japonés en el Perú para terminar reemplazando el kimono por el uniforme a rayas de los presos. Porque así como se dice de ciertas historias que una vez son tragedia y repetidas resultan comedias, así aquello que solemos copiar con un mimetismo exagerado termina siendo una mascarada carnavalesca, como ocurre por ejemplo con los besamanos republicanos.

      ¿Qué variaciones magnéticas llevaron a que la fija brújula del respice polum, así fuera un latinajo mal avenido por su ambigüedad, haya terminado en los años sesentas casi como una veleta girando a la loca de un lado al otro con ese respice similia donde caben desde libios a sauditas, congoleños y mauritanos, zelandeses e indonesios y todas las variantes de la mal llamada Raza Cósmica según el apelativo de Vasconcelos? En lo cual el avisado amanuense memorialista que soy, descubre no poca picardía de López Michelsen con destino a calmar a sus amigos camaradas: una floritura y ficción de la política exterior diseñada en buena medida y en forma no poco ladina para ganar despistados adeptos dentro del país, como ya lo enseñara en México el PRI y, como ya lo había ensayado el pese a todo gran líder en su experimento del Movimiento Revolucionario de los Trabajadores: las usuales poses y venias socialistas para tornar pasables gobiernos indolentes frente a la desventura del campo, como sucediera con el Pacto de Chicoral para dar vuelta atrás a los muy tímidos impulsos de reforma agraria. Manes de la llamada gobernabilidad.

      Más serio que los lemas del respice polum o del respice simila, es servirse de una figura del gran novelista colombiano Luis Fayad con un título que vale un potosí: La caída de los puntos cardinales. El formidable narrador bogotano, de ascendencia libanesa y residente en Berlín, narra allí el viaje de una familia libanesa a Suramérica que, por no pocos azares, desemboca de tumbo en tumbo en Colombia del litoral caribe a la capital.

      Con el “nadadito de perro” de la áurea medianía, el país logró domesticar una migración sirio-libanesa, mal llamada turca, proveniente de la caída del Imperio otomano en el primer tercio del siglo antepasado. Algo interesante porque el país no ha sido un gran receptor de migrantes, como ahora de Venezuela, pero también porque esa población domesticada domesticó en un sentido árabe, bueno y malo, al domesticador nacional. Me refiero sin ir más allá, a esa extensión del crédito y del bazar del medio oriente a la política como creación de clientelas, cuyo arquetipo fuera Turbay Ayala, quien procedía en políticas como el vendedor de telas de puerta en puerta. Pero en sentido positivo, hay que admitir con quitada de sombrero dos bondades que no se han advertido: primera, el traspaso de buena parte del excedente de la bonanza cafetera del núcleo andino al país caribe y al país de las llanuras cálidas en el gobierno de Turbay Ayala entre 1978 y 1982, operación articulada sin duda a la expansión de las clientelas, pero también decisiva para integrar físicamente a un país hasta entonces muy enclavado en el triángulo cafetero: significa mucho orgullo reconocer que en este diseño cumplió un papel estratégico un ingeniero egresado de la Universidad Nacional, José Fernando Isaza, con un temperamento tan parecido al de Ricardo Mosquera Mesa. Y si traigo a cuento esta paradoja es para demostrar que los procesos históricos no son tan lineales como la caricatura política los reduce.

      Y la segunda virtud de la influencia del carácter sirio-libanés fue moldear la negociación de filigrana del delicado asunto de la toma de rehenes en la Embajada de la República Dominicana, como propia de un bazar del Medio Oriente o de un trueque complejo en una jaima en medio del desierto. De haberse preservado este modelo, otra habría sido la suerte del conflicto en el edificio de la Justicia, pero de antemano ha debido ser claro para los atrevidos asaltantes que la situación política tornaba absolutamente imposible esta salida.

      Pareciera que en esta presentación me estoy yendo como dicen por las ramas, pero no hay tal, así no fuera más que por el hecho de que al mencionar la novela de Luis Fayad es inevitable pensar en su hermano, Ramón Fayad, el físico de la Universidad Nacional, pero también en dos grandes rectores de la época de Turbay Ayala, a quienes habría que rendir honor porque antes que Ricardo Mosquera, Marco Palacios y Fernando Sánchez Torres contribuyeron a salvar a la Universidad Nacional en esos apocalípticos años 70, cuando estuvo a punto de ser liquidada en el periodo que con sorna califiqué en mis diarios como la época de la dinastía

Скачать книгу