Colombia frente a los escenarios del pacífico. Ricardo Mosquera Mesa
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Al repasar tantos volúmenes de la primera misión de Sabios y otros de misiones paralelas, como la de Ciencia y Tecnología dirigida con gran tino por el colega y amigo común de Ricardo y mi persona, Gabriel Misas a finales de los 80, o la Misión de Modernización de la Universidad Pública a mediados de los 90, uno se pregunta: ¿qué quedó de todo aquello salvo papel impreso? Yo me avergüenzo cuando recuerdo que en el Plan de Cambio con Equidad fijamos una meta de inversión en ciencia y tecnología de 0.4 % del PIB, algo de lo cual estamos todavía bien lejos y ello a distancia de poco más o menos los mismos años que le ha tomado a China elevar dicha inversión a un poco más del 2 %. En cuanto al Ministerio de Ciencia y Tecnología, mucho me temo que sirva como fetiche, tal como creo que ocurrió con la flamante creación del Ministerio de Cultura. O que se sume a la preocupación expresada por Ricardo de la tendencia al aumento de los gastos corrientes en detrimento de los dineros de inversión, más ahora cuando el Departamento Nacional de Planeación corre el riesgo de convertirse en una dependencia de caja menor del Ministerio de Hacienda.
¿No son todos estos rituales los que nos han separado de ese nuevo orden mundial que amanece en la potencia de China urdido en tan solo cuarenta años, más la tragicomedia de las violencias de distintos signos que a nombre del orden o de la revolución nos hacen rondar en torno a los desastres?
Es el sentido que me ha llevado en un rapto de honradez a titular estas divagaciones con aquello que propone una lectura seria del libro del querido amigo Ricardo Mosquera Mesa: Es la economía, no seamos tan ilusos.
Gabriel Restrepo
Escritor y sociólogo
Seminario San José Obrero, municipio de Arauquita,
24 a 28 de agosto de 2019
A MANERA DE PRÓLOGO
Dios quiso poner su trono/ en una parte del mundo/
y después de buscar mucho/ pensó en mi Huila querido,
en mi tierra se quedó/ y pensando en el futuro
nos legó a San Agustín/ con su misterio profundo.
(Mi Huila, Oswaldo Collazos)
Esta composición musical nos llega a los huilenses muy hondo puesto que el Creador busca un lugar para gobernar el mundo y fija en el Huila su trono, pero como tiene que pensar en el más allá, lo acompaña con el misterio que encarna esa gran cultura agustiniana que se remonta al periodo Arcaico (4000 a. C. - 1000 a. C.), es decir, mucho antes de Adán y Eva, padres de la humanidad en la concepción cristiana. Por mi mente de bachiller del Colegio Nacional Santa Librada, surgen interrogantes respecto de esta búsqueda. Por una parte, ya nuestros profesores nos enseñaban el evolucionismo darwinista con respecto al origen de las especies y, por otra, se asomaba un sentimiento laico que se exacerbaba con las lecturas de Vargas Vila, liberal anticlerical y antiimperialista, y cuya obra hacía parte del índex (Aura o las violetas, Ibis, La muerte del cóndor, etc.). Estas lecturas las acompañé con La Vorágine, de José Eustasio Rivera, y su denuncia de la explotación de los caucheros por parte de la británica casa Arana que, a principios del siglo XX y a través de comerciantes y empresarios, llegaron al Putumayo y a la Amazonas para explotar este producto en condiciones desalmadas, lo cual también se retrató en un reportaje londinense titulado El paraíso del diablo.
A todo lo anterior se sumó la influencia del cura Camilo Torres Restrepo, quien enarbolaba las banderas de la Teología de la Liberación, donde poco importaba si el alma era mortal o inmortal porque el hambre sí lo era, según dijo en una intervención que nos hizo en Neiva a quienes seríamos sus seguidores en el Frente Unido hasta mucho después de su ingreso a la guerrilla. La búsqueda entonces de un espacio geográfico y político se convirtió en un reto para quienes el paraíso terrenal no era suficiente, sino que buscábamos un lugar que le diera opciones a los sectores populares excluidos de la Tierra por no tener fortuna. Para ese entonces ya pensábamos en una sociedad más justa, libre y democrática con oportunidades para todos (derecho al estudio, salud, vivienda, trabajo), y la realización de la Utopía: cambiar el mundo mediante una revolución social y socialista.
Cómo no recordar que, en la etapa del Movimiento Universitario Estudiantil, la agitación contemplaba la formación en textos marxistas y modelos a seguir que ya en la Revolución Cubana habían inmortalizado a Fidel Castro y el Che Guevara (“Los barbudos de la sierra”), con sus consignas revolucionarias de: “Revolución Socialista o caricatura de revolución”. Esta nos quedaba más cerca, pero también pensábamos en la Revolución de Octubre de 1917, que, con Vladimir I. Lenin, cambió la estructura de los Zares por el modelo socialista de la Gran República Rusa. Y, claro, también desde el Oriente soplaban los vientos de la Revolución China (1948), la cual, con Mao Tse-Tung a la cabeza, inició la revolución de la Nueva Democracia y la de Vietnam con Ho Chi Ming. Todos ellos se convertían en modelos a seguir para conquistar el paraíso en nuestros suelos.
Mi activismo político me permitió visitar desde etapa temprana países como Cuba (La Habana), Rusia (Moscú, Leningrado), Alemania y, posteriormente, China (Pekín) y Corea del Norte. Sobra decir que por circunstancias especiales México era punto obligado de llegada y pude explorarlo a fondo con la realización de una maestría en Ciudad de México. Profundicé su historia, su apertura política y cultural, que lo convertía en excelente “Mirador al mundo”, como me lo había advertido mi maestro Antonio García Nossa. La búsqueda de un modelo ideal de país es utópica y cada lugar tiene su historia y hasta sus ventajas, pues el mundo se globalizó y las experiencias son irrepetibles. Mi experiencia profesional y hasta diplomática me permitieron completar el mapa de la geopolítica, mi espectro avanzó cuando conocí Estados Unidos, Europa y Alemania (Berlín y Múnich: una de mis mejores experiencias). Pero el mapa político y cultural se amplió, el mundo se convirtió en “la Aldea Global” y la globalización rompió los límites, se sobrepuso al concepto de “nación”, porque el capital no tiene patria, anida en cualquier lugar del mundo donde logre su tasa de ganancia. Hoy, las multinacionales, nuevos agentes de la globalización, trascienden las fronteras nacionales y pueden trasgredir las leyes de un Estado. Los bloques dominantes imponen su liderazgo en el mundo por su fortaleza económica y política, generando una nueva estrategia en la geopolítica global.
Emmanuel Macron, elegido presidente de Francia en mayo de 2017, joven líder que desafió a los partidos tradicionales de Francia, reconoció, en una reciente intervención (27 de agosto de 2019), ante sus embajadores de todo el mundo, la crisis del mundo occidental. Destacó, por una parte, que el nuevo orden internacional está sacudido por un “gran desorden”, pues los cielos de la globalización tienen alcances en la geopolítica del mundo, y por la otra, instó a reconocer el surgimiento de nuevas potencias económicas y políticas, refiriéndose expresamente a China, Rusia e India. Señaló:
El fin de la hegemonía occidental en el mundo. Claro, todos nos habíamos acostumbrado a un orden internacional con hegemonía occidental; probablemente francesa en el siglo XVIII, por inspiración de la Ilustración; probablemente británica en el siglo XIX, gracias a la Revolución Industrial y razonablemente americana en el siglo XX, como consecuencia de los dos grandes conflictos mundiales y el dominio económico y político de esa potencia. https://www.hispantv.com>>macron-hegemonia-occidente-rusia-china, 27 de agosto de 2019
Las potencias emergentes se piensan como verdaderos