Pasados presentes. AAVV

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Pasados presentes - AAVV Oberta

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in fact his work is full of prejudices of the evolutionary-progressive kind» (Busse Berger, 2002: 93). Sobre los supuestos estéticos de Ludwig en relación con la polifonía medieval, véase también Carreras (1990: 590-591). Acerca de las (necesarias) nuevas perspectivas de la musicología medieval resulta ilustrativo Peraino (2001).

      LA MUSICOLOGÍA GERMÁNICA DE FINALES DEL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL SIGLO XX, ENTRE FILOLOGÍA Y AISLACIONISMO

      Anselm Gerhard Universität Bern

      Hasta hoy, a la musicología de los países de habla alemana se le ha atribuido –al menos desde el punto de vista histórico– una primacía internacional. Evidentemente, la disciplina académica de la musicología no dispuso en ningún otro lugar –antes de su progresivo establecimiento en las universidades americanas en el decenio de 1930– de tan buenas infraestructuras y condiciones culturales tan favorables como en Alemania, Austria y la Suiza alemana. Bajo el sello de la Kunstreligion (‘religión del arte’), la «más alemana de todas las artes» (según la expresión de Thomas Mann en su ensayo Los orígenes del Doktor Faustus de 1949) logró alcanzar solo allí y en tal medida una función identitaria para los intelectuales burgueses; en vista de la importancia de las disciplinas humanísticas para el Bildungsideal (‘ideal de formación’) humboldtiano, la equiparación de la historia de la música con respecto a otras disciplinas de orientación histórico-filológica logró imponerse mucho más fácilmente y, sobre todo, antes que en otros países.

      En detalle, la historia temprana de la musicología universitaria se presenta sin duda como un proceso extremadamente contradictorio y polimorfo. No obstante –aun al precio de simplificar en extremo–se pueden destacar en la tradición específica de los países de habla alemana cuatro paradigmas característicos que han configurado de manera decisiva este desarrollo hasta el primer tercio del siglo XX. Por este motivo, en lo que sigue, se intenta caracterizar algunos de los rasgos decisivos de la investigación histórico-musical en esos países entre aproximadamente 1850 y 1920 a través de la precisa descripción de paradigmas como el filológico, el teológico, el teleológico y el aislacionista.

      FILOLOGÍA

      Bajo el signo del historicismo, la vuelta a épocas olvidadas de la historia de la música implicaba, en primer lugar, la necesidad de descifrar y evaluar fuentes escritas. Esto vale para los primeros aficionados, como Raphael Georg Kiesewetter (Holleschau [hoy Holešov, República Checa] 1773-Baden bei Wien 1850), Carl von Winterfeld (Berlín, 1784-Berlín, 1852) o Ludwig Köchel (Stein bei Krems, 1800-Viena, 1877), al igual que para los dos primeros representantes universitarios, Otto Jahn (Kiel, 1813-Göttingen, 1869) y August Wilhelm Ambros (Mauth [hoy Mýto, República Checa], 1816-Viena, 1876), pero también para un diletante en el mejor sentido de la palabra, como Friedrich Chrysander (Lübtheen in Mecklenburg, 1826-Bergedorf bei Hamburg, 1901). Ahora bien, llama la atención el hecho de que la música no jugara ningún papel en la formación y en las carreras profesionales de estos destacados investigadores: Kiesewetter desempeñó cargos como jurista de la Administración en distintos ministerios vieneses, Winterfeld fue juez en el servicio estatal prusiano, Köchel era un jurista con doctorado, Jahn era titular de las cátedras de Filología clásica y de Arqueología y Ambros (sobrino, por cierto, de Kiesewetter) trabajó primero en la Fiscalía y luego en el Ministerio de Justicia vienés antes de ser nombrado, en 1869, profesor de Teoría e historia de la música en la Universidad de Praga y –desde 1871 y con la misma función– en la Universidad de Viena. Solo el eminente estudioso de Händel Chrysander obtuvo en 1855 un doctorado, en Rostock, gracias a publicaciones específicas en historia de la música; más tarde, sin embargo, se ganó la vida como productor de fruta.

      Aunque la preponderancia de la socialización jurídica en estos seis casos ejemplares resulta llamativa, tampoco puede olvidarse que, gracias al trabajo pionero de Friedrich Carl Savigny en los años posteriores a 1810, no solo el estudio del derecho romano se había convertido en una parte indispensable de tal formación, sino que, debido a la imposición de la llamada Escuela Histórica del derecho, existían paralelismos metodológicos entre la jurisprudencia y la filología clásica. Este molde filológico e histórico-jurídico en sintonía con el historicismo ha caracterizado no solo la investigación musical de los países de habla alemana, sino también amplios sectores de la musicología internacional hasta finales del siglo XX. No es sorprendente que investigadores que habían aprendido su oficio a través de ejemplos de la literatura antigua o de fuentes jurídicas de la Roma antigua transfirieran el método de la crítica de las fuentes a la nueva disciplina de la musicología y al mismo tiempo, por este mismo motivo, concedieran la supremacía a textos teóricos, en su mayor parte en latín, frente a partituras o cualquier otro tipo de fuente.

      También se hace más comprensible la tendencia, constatable en países de habla alemana hasta más o menos 1980, a preferir para las tesis doctorales temas sobre la historia de la música anterior a 1600. Por las circunstancias de transmisión (a menudo solo manuscrita), la investigación en este ámbito se enfrenta a problemas de detalle típicos de la filología, quedando más cerca de la literatura antigua que en el caso de composiciones de épocas más tardías. Debido a nuestro conocimiento forzosamente incompleto de determinadas tradiciones interpretativas, parece además imponerse, para la música de la Edad Media y del Renacimiento, la idea purista de que –al igual que para Virgilio o Cicerón– se puede reconstituir un texto enmendado a partir de una tradición corrompida, el cual no tiene en principio ya nada que ver con la actualización de los signos musicales en un contexto interpretativo real. Desde una cierta distancia, no se necesita gran reflexión para comprobar que esta actitud es muy precaria metodológicamente. Por un lado, supone de forma tácita la noción enfática de «obra» que no se impuso hasta el siglo XIX; por el otro –en la suposición implícita de que los textos transmitidos siempre permiten recuperar una única versión auténtica, un Urtext, que se debe entender como una «editio princeps»– se añade además la presuposición de que ya antes de Beethoven habría compositores que, más allá de sus obligaciones funcionales, seguían solo a su genio. Al mismo tiempo, se le atribuye a la partitura, al parecer inmutable, una prioridad absoluta, que no deja espacio a nada que tenga que ver con la realización sonora y la situación comunicativa durante la interpretación de una composición.

      La excelente calidad de incontables ediciones críticas de obras completas es evidente e incuestionable, desde la primera edición de Bach (1850-1900) hasta al menos la Neue Schubert Ausgabe (editada desde 1963). La comprensión del detalle en la investigación sobre Bach, en gran medida de orientación filológica desde la Segunda Guerra Mundial, es en parte asombrosa en su precisión. Por otro lado, este énfasis en métodos filológicos probados e importados de la literatura antigua impone un alto precio en varios respectos: en primer lugar, el descuido, en ocasiones negligente, de todo desarrollo en la historia de la música que no se pudiera reconstruir a partir

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