Thomas Merton. Sonia Petisco Martínez

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Thomas Merton - Sonia Petisco Martínez BIBLIOTECA JAVIER COY D'ESTUDIS NORD-AMERICANS

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cuando puede recuperar su verdadera identidad a imagen y semejanza de Dios.

      Un año más tarde, en su libro The New Man publicado en 1961, vuelve a incidir sobre este enigma del don de la palabra creadora que se le concede al ser humano. Inspirándose en el relato bíblico del Génesis, en el que, como ha señalado Northrop Frye “the forms are spoken into existence,”63 escribe:

      God initiates Adam into the very mystery of creative action. But how? Not by doing violence to his human nature, intelligence and freedom and using him as an agent in drawing something out nothing. On the contrary, Adam’s function is to look at creation, recognize it, and thus give it a new and spiritual existence within himself. He imitates and reproduces the creative action of God first of all by repeating, within the silence of his own intelligence, the creative word by which God made each living thing. The most interesting point in the story is the freedom left to Adam in this work of ‘creation.’ The name is decided, chosen, not by God but by Adam.64

      Tal es la razón que nos obliga a permanecer en vigilancia constante. No importa si esta conlleva extrañeza o desconcierto. Merton compara al poeta con un nuevo Adán que concede nombres a las cosas, que retoma “la palabra sin tiempo” de la que habla Aristóteles (Poética XX, 1457). Un nombrar que nace de un contemplare y que nos remite a un templum instaurador de nuevos espacios y de nuevas formas hasta entonces desconocidas del ser.65 Como ha señalado Brent Short con acierto: “Merton’s Adam, who was placed in the midst of the garden in the center of an untainted symbolic and imaginative celebration, was not only a thinker but a seer who peered into the deep things of God, giving utterances to what he saw and experienced.”66 Intérprete de los vuelos del espíritu en su poema “Stranger”, el alma del poeta se identifica con un pájaro que en el acto de mirar recrea el mundo en su permanente fluir:

      When no one listens

      To the quiet trees

      When no one notices

      The sun in the pool

      When no one feels

      The first drop of rain

      Or sees the last star […]

      One bird sits still

      Watching the work of God

      One turning leaf

      Two falling blossoms

      Ten circles upon the pond.67

      Criatura hecha a imagen y semejanza de Dios, ahora el poeta crea imaginando, alumbra. Su mirada contemplativa, plural y abierta, totalizadora como la luz, inaugura el mundo a cada instante. Bajo ella, lo cotidiano adquiere una nueva dimensión, casi sagrada. La atención, la escucha en y desde el silencio se detiene en lo más sencillo pero, no por ello, menos sublime: “one turning leaf, two falling blossoms, ten circles upon the pond.”

      Es así que la verdadera poesía significará para Merton siempre un nuevo comienzo, poesis, acción creadora:

      All really valid poetry (poetry that is fully alive and asserts its reality by its power to generate imaginative life) is a kind of recovery of paradise […] Here, the world gets another chance. Here man, here the reader discovers himself getting another start in life, in hope, in imagination.68

      De este fragmento de su ensayo “Louis Zukofsky: the Paradise Ear” (1967), se desprende la intuición profunda de que la creación poética, en tanto acto creador, suele dispensar más vida que la propia vida, y la sospecha de que el amor y la vida, aunque dados, no se hallan acabados pues hay que crearlos y recrearlos. En la poesía – afirma Merton – “the world gets another chance,” porque hay mil veredas por las que todavía no ha caminado nadie. En otras palabras, la vida se nos aparece como posibilidad, esperanza de lo Otro, imaginación, sueño. Quizás, porque en la experiencia poética el lenguaje se transfigura, no divide sino une; es símbolo, no definición, no limitación: “the language itself is getting another chance, through the innocence.”

      “Inocencia” es una categoría religiosa axial para comprender qué entendía Thomas Merton por poesía. La mirada del auténtico poeta ha de ser, en su opinión, una mirada virgen, inocente, no contaminada, desnuda de ideas preconcebidas, pues, como ya hemos apuntado, únicamente desde el vacío y la transparencia lograda a través de un camino de desaprendizaje o interiorización profunda puede la realidad mostrársenos en su particular epifanía: “it is the renunciation of our false self, the emptying of self in the likeness of Christ, that brings us to the threshold of that true creativity in which God himself, the creator, works in and through us.”69

      La nostalgia de Dios ofrece a Merton una necesidad de explicarse el mundo desde una situación absolutamente nueva y vigorosa. Con mayor energía siente la grandeza espiritual que conforma el universo. En este sentido, su poesía se torna instrumento de salvación, un rostro absconditum en perpetua búsqueda de la palabra que se afirma y concluye en cada momento, en cada instante.

      ¿Cómo perseverar en ese lenguaje? El poeta apunta al carácter fundamental de la escucha, un problema real en nuestra civilización donde prima la visión y el mundo es imagen. Sabe que al Padre no se le puede ver: vemos al Hijo, escuchamos al Padre. No podemos ver a Dios Padre, que Milton describe en su libro III de Paradise Lost como “luminous effusion of a luminous uncreated essence,”70 porque su luz es tan intensa que cegaría nuestra vida terrenal. Nosotros no vemos porque, si viéramos, no preguntaríamos. El ser que interroga, el ser que pregunta, éste es el ser en escucha. La visión sólo llega a lo último, como conclusión, se aplaza, está justamente en esa dimensión del aplazamiento más radical. En The Strange Islands, primer volumen de poemas que Merton escribe singularmente tras haber superado su conflicto entre sus dos facetas de escritor y contemplativo, el poeta se vuelve escucha, acoge callando: “be still/ listen to the stones of the wall./ Be silent, they try/ to speak your Name,” escribe en “In Silence.”71 Y en “Elias-Variation on a Theme” conviene en subrayar una vez más: “O listen, Elias/ where the bird abides/ and sings alone […] Listen to his Word.”72 El monje nos convoca a estar siempre en reverente vigilia para recibir las palabras que representen un conocimiento nuevo, una cualidad sensitiva diferente, no sin antes advertir que es el silencio condición sine qua non para este encuentro: el gran silencio solar, el silencio de Todo, el silencio de Dios. Habitando este silencio, el ser se le da, se le otorga la vida.

      En otro de sus ensayos, “Symbolism: Communication or Communion,” Merton enfatiza la importancia de la palabra poética, del símbolo, como vehículo de unión con lo que realmente es:

      A true symbol points to the very heart of being […] The symbol awakens awareness, or restores it. Therefore, it aims not at communication but at communion. Communion is the awareness of participation in an ontological or religious reality: in the mystery of being, of human love, of redemptive mystery, of contemplative truth.73

      El poeta resalta el valor trascendente del símbolo, su poder para despertar y movilizar las energías vitales y de espiritualidad y para evocar una conciencia más profunda del significado último de la vida, a la vez que conecta al hombre con su ser verdadero. No obstante, se va a lamentar al mismo tiempo de la degradación y desacralización del símbolo en la sociedad científica y tecnológica, de su sometimiento a un discurso de signos y cifras cuya única función es la de identificar hechos y transmitir información, y lo que es más grave, del deterioro de la capacidad del hombre moderno para responder al lenguaje simbólico, algo que considera como síntoma alarmante de decadencia espiritual y alienación: “when man is reduced to his empirical self and confined within its

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