Diario de un adolescente precoz colombiano. SAMC
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Como excusa dije que estábamos orinando, porque estábamos jugando con agua y Willi no alcanzaba a subir a su casa, cosa que él confirmó. Kelly, envidiosa como siempre, estaba molestándonos, era lógico que yo no quería que nos viera la polla. Desde entonces Kelly fue enemiga pública de los dos, pues ella sabía que había pasado algo más, pero no podía decir nada porque ella era la más perjudicada, pero siguió el hostigamiento hacia ambos.
Un día Kelly quiso jugar de nuevo a la mamá y al papá y como era costumbre quería que yo fuese el padre, pero esta vez me negué, eso desató su ira y decidió contarle a su madre que William estaba masturbándose conmigo en el baño y que yo le había chupado la polla, su madre lo comentó con su familia y decidieron hablar con mi madre. Eso hizo que mi madre me pegara de una forma, que incluso ellos se apiadaron de mí, incluso le pidieron que parara. Unos días después decidieron decirle a mi madre que desocupáramos la habitación que nos tenían alquilada y como me querían mucho, le propusieron a mi madre que, si ella quería, ellos me podrían adoptar y así tener un mejor futuro, ella aceptó y al otro día se fue a la habitación que había alquilado en la cuadra siguiente.
Pero yo esta vez no podía permitir que mi madre me dejase de nuevo en un hogar al que yo no pertenecía, así que al día siguiente me puse histérico y empecé a insultarles a todos, quedaron muy decepcionados y me regresaron con mi madre, saliéndome con la mía, eso sí, mi madre no lo tomó nada bien, así que de nuevo me castigó y me dejó encerrado en aquel cuarto nuevo que había alquilado.
Unos días después todos seguíamos en nuestra rutina, del colegio a la casa y de la casa al colegio. Era muy aburrido, pues allí en esa casa no tenía cómplices, el hijo de la dueña de la casa era un adolescente malo y siempre nos estaba tratando mal, humillándonos y le odiaba. Así que fui un chico bueno pero triste, pues siempre estaba queriendo algo mejor para mí.
Durante un año vivimos en esa casa, a mi madre la situación le rebasó, se volvió agresiva, vulgar y sobre todo se mantenía muy estresada. Tenía una pareja, pero era un bueno para nada, no tenía carácter, tenía tres hijos a los que yo detestaba, ya que eran imposibles y no los quería como familia.
Pasado el año, a mi madre le entregaron una casa, que recibió como subsidio de vivienda. Por fin íbamos a ser felices, pues era nuestro sueño, tener una casa propia.
Nuestra casa estaba al oriente de la ciudad de Cali, en un barrio llamado Remansos de Comfandi y allí emprendimos nuestro gran sueño, aunque bastante lejos como lugar para vivir.
Nos fuimos a allí, a nuestra casa sin ventanas, ni puertas, ni energía, ni agua, absolutamente en la nada, pero la ilusión de realizar nuestros sueños era más grande, aparte de nuestra necesidad.
Fuimos los primeros del barrio, eso significaba que conocíamos a cada uno que llegaba nuevo y además aún seguían construyendo más casas, así que eso trajo bastante movimiento de personas. Un día mi mamá al verse sin trabajo, tomó la decisión de poner un puesto de venta de arepas, en la esquina de nuestra cuadra. Desde el principio nos fue muy bien, cada día teníamos que aumentar la producción porque no dábamos abasto.
El barrio cada vez se fue llenando más y más de vecinos, todos nos conocían y nos querían, e incluso empezaron a poner diferentes negocios y empezó a coger vida el barrio. Mi madre había tomado confianza con un matrimonio, que en su momento ayudó en un problema con el constructor de la casa, que era el mismo de la suya. Fue tanta la amistad, que mi madre les ofreció que fueran mis padrinos.
Recuerdo que mi primer gran amigo se llamaba Harry, con él aprendí lo que era la amistad desinteresada. Era un buen chico, de mí misma edad (siete años, casi para cumplir los ocho). Siempre jugamos juntos, sus padres me querían mucho, porque él era hijo único y yo me había convertido en su hermanito, con lo cual siempre compartíamos la mayoría del tiempo. Así fue hasta que empezaron a llegar otros chicos y cada uno empezó a seguir por su lado con sus nuevas amistades, un nuevo chico, Michael, se vino a vivir a la casa de al lado, en ocasiones hacíamos nuestros morbos juntos, cuando no había nadie, ya fuera en su casa o en la mía.
Se había convertido en mi chica, le encantaba que le follara, me decía que estaríamos juntos para siempre y hoy puedo decir “¡Qué inocente!”. Él era un chico delgado, bastante afeminado, una cara angelical y me parecía el niño más guapo, tenía frenillo en la lengua, así que tenía gran dificultad para pronunciar algunas frases. Como de costumbre algunos del barrio se aprovechaban de ello para molestarle e incluso burlarse de él. Pero yo siempre fui un chico con carácter y cuando veía aquello, por la relación que nos unía, siempre salía en su defensa, con lo cual los demás chicos salían llorando, porque yo era bastante cruel en las cosas que les decía. Pero nunca me importó, eso me satisfacía porque sentía que así protegía a mi chico.
Michael estudiaba en un colegio distinto al que iba yo, pues sus padres tenían posibilidades para un colegio privado y yo iba al público, con lo cual poco a poco nos fuimos alejando, él tenía un padre bastante machista y se había percatado de que Michael tenía tendencias homosexuales, así que hacía lo posible para que él y yo nos mantuviésemos alejados, cosa que logró, pues poco después Michael y su familia alquilaron su casa y se fueron a vivir a España.
Me sentí mal, pero Michael y yo logramos despedirnos como dos buenos amigos, recuerdo que fue una tarde gris, había muerto una vecina y todos los del barrio fueron al entierro. Él se hizo el enfermo y yo por prescripción médica no podía ir a los cementerios. Así que esa tarde, él se pasó por el patio que unían nuestras casas y allí en mi casa en medio de la lluvia nos besamos y nos decíamos cuánto nos queríamos y que algún día volveríamos a juntarnos, mientras nos acariciábamos y nos quitábamos la ropa.
Ese día me dio una buena mamada de polla y yo se la di a él, le encantaba chuparme los dedos de mis pies y eso me ponía muy cachondo, luego se tiró en la cama de mi madre boca abajo y me pedía que le hiciera el amor, naturalmente se lo hice. Él gritaba, pero le gustaba tanto que me pedía que le hiciera más duro, hasta que terminamos y nos quedamos dormidos desnudos en la cama de mi madre. Cuando nos dimos cuenta y llegaron todos, mi madre me despertó muy enfadada, dándose cuenta de lo que había pasado.
Mi madre me dejó de hablar por mucho tiempo, pero no le presté atención ni me importaba su opinión. Michael se marchó a los pocos días y recuerdo que lloré mucho con su partida, pues era evidente que se marchaba mi primer amor de niño. Éramos niños y todo lo superábamos o lo olvidábamos pronto, pero yo siempre recordaré ese rostro dulce, angelical y sobre todo travieso que adoraba de él.
Un día mi madre, después de nuestro trabajo en la venta de arepas, me presentó a los que iban a ser mis padrinos, me puse muy feliz pues era una ilusión que tuve siempre, tener unos padrinos y ser bautizado, ese mismo día me invitaron a su casa para presentarme a sus hijas y también celebrar el baby shower* de su primer nieto que estaba por nacer.
Pronto hice nuevas compañías con los que jugaba a diario, pero nunca volví a tener un buen cómplice como lo fue Michael.
Recuerdo también que en casa no teníamos TV, ni radio, ni mucho menos teléfono, así que acudíamos a las casas de nuestros vecinos para poder ver algún programa de TV. En muchas ocasiones las humillaciones eran crueles, nos regresábamos a casa llorando, porque era triste no poder tener algo para entretenernos, mamá con mucho esfuerzo logró comprarse un radio que tenía TV incluida, era muy pequeña pero suficiente para alegrar nuestros días.
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