Dragonomics: integración política y económica entre China y América Latina. Carol Wise

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y la competitividad (Devlin, 2008)16.

      Para las otras EE en ALC, la tasa de cambio ha sido la variable más difícil de controlar. En respuesta a la CFG, el Sistema de Reserva Federal de los EE. UU. implementó una política de tasa de interés cercana a cero desde diciembre de 2008 hasta finales de 2015, y tanto la inflación como las tasas de interés se han mantenido bajas desde entonces. Como resultado, se ha dado un amplio espectro en cuanto a tasas de interés en las EE frente a las de los países que conforman el bloque de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Tal situación alentó influjos masivos de capital hacia algunas EE de ALC durante la década de 2000 y, al combinarse con la ya mencionada alza de precios de materias primas, permitió la acumulación de niveles sin precedentes de reservas en divisas. Una consecuencia de ello fue la considerable sobrevaloración de las monedas hasta que se produjo la devaluación del yuan chino en agosto de 2015. En 2011, el exministro de Finanzas de Colombia, Mauricio Cárdenas, hizo notar este «síndrome holandés financiero», advirtiendo que algunos países en ALC estaban perdiendo competitividad respecto a las tasas de cambio y las exportaciones a manos de entusiastas especuladores globales y, por consiguiente, «encareciéndose más de lo que les conviene» (Cárdenas & Levy Yeyati, 2011).

      Conviene aclarar algo: el síndrome holandés financiero es apenas una de las posibles consecuencias en este escenario. Por ejemplo, Chile y el Perú fueron afectados aún más severamente por la caída de los precios de las materias primas y la reducción de la demanda desde China post-2013, aunque los gestores de políticas en ambos países capearon esta tormenta mucho mejor que sus vecinos en Sudamérica. Guillermo Perry y Alejandro Forero atribuyen el éxito tanto de Chile como del Perú a «una combinación de un mayor desarrollo previo de la PTF [productividad total de los factores] en la industria en el Perú y Chile, y a dos factores de políticas macro que mitigaron el grado de la verdadera revalorización del tipo de cambio en ambos países: en primer lugar, ellos fueron los únicos dos países de la región que mantuvieron un superávit fiscal durante el auge [...] y, en segundo término, ambos acumularon mayores fracciones de reservas del PBI que los demás países» (Perry & Forero, 2014, p. 22). Los autores añaden que Chile y el Perú también emprendieron las intervenciones fiscales más significativas para corregir el ciclo negativo mientras se encontraban en lo peor de la CFG, pero redujeron estas políticas a niveles previos a la crisis una vez que la recuperación se puso en marcha. Aunque Brasil y Argentina implementaron con éxito en 2008-2009 políticas para contrarrestar el ciclo negativo, ambos países simplemente siguieron gastando en el período posterior a la crisis.

      Aunque he cuestionado la utilidad de recurrir a este paradigma de la teoría de la dependencia en busca de explicaciones, no descartaría estas de plano. Pero ambas teorías deben ser consideradas desde el punto de vista del siglo XXI. Mientras que una referencia anterior al intercambio desigual correspondía a exportadores de materias primas con bajos niveles de desarrollo industrial, los casos de Argentina y Brasil confirman que esta dinámica también puede prosperar cuando un país ha logrado un nivel considerable de capacidad industrial y de exportación. En cuanto a la maldición de los recursos, tampoco resulta acertado el énfasis inicial en el declive del sector de manufactura durante un auge de precios de las materias primas, dado que el nivel promedio de exportación de manufacturas de ALC fue aproximadamente del 47 por ciento en 2013 (Cepalstat, 2014). Otro asunto es el síndrome holandés financiero, y la pronunciada revalorización de la moneda que tiende a acompañarlo. Bajo el impulso de influjos masivos de capital, la vertiginosa alza de precios de las materias primas, y la acumulación de niveles sin precedentes de reservas de divisas, la apreciación de la moneda fue más dramática en Brasil post-2006 y en Argentina post-2009 (Prates, Fritz, & De Paula, 2017). En Argentina, la sobrevaloración de la moneda fue exacerbada por la recurrencia a una represión financiera al estilo de la década de 1960, en tanto las políticas para contrarrestar el ciclo negativo que resultaron eficaces en determinado momento se mantuvieron en vigencia más tiempo del debido, mucho después de la exitosa recuperación del país respecto a la CFG.

      Una interpretación de la maldición de los recursos acorde al siglo XXI quizá se refleja mejor en la abundante y dinámica bibliografía que resalta la calidad de las instituciones domésticas como la variable que explica de manera más contundente las diferencias en cuanto a resultados de desarrollo entre países ricos en recursos naturales (Mehlum, Moene, & Torvik, 2006). Dicha bibliografía plantea dos preguntas interrelacionadas que informarán mi propio análisis en el capítulo 5: (1) ¿de qué manera podrían las debilidades institucionales condicionar los efectos de la abundancia de recursos naturales sobre el desempeño económico?; y (2) ¿cómo podrían instituciones consideradas efectivas deteriorarse bajo el influjo de un significativo auge de materias primas? (Karl, 1997; Ross, 2015). De acuerdo con la distinción que Daron Acemoglu y James Robinson hacen entre instituciones eficientes y extractivas al explicar las trayectorias económicas (2012), Halvor Mehlum y los demás autores de su trabajo enmarcan este fenómeno en términos de instituciones «favorecedoras de los apropiadores» versus «favorecedoras de los productores»: «Con instituciones favorecedoras de los apropiadores existen ganancias a partir de especialización en actividades improductivas de influencia, por ejemplo, debido a un deficiente Estado de derecho, una burocracia inoperante, y la corrupción. Las instituciones favorecedoras de los apropiadores pueden ser particularmente nocivas para el crecimiento cuando la abundancia de recursos atrae recursos empresariales escasos de la producción y los deriva hacia actividades improductivas. Sin embargo, con instituciones favorecedoras de los productores, la abundancia en recursos atrae a los empresarios hacia la producción, lo que implica un mayor crecimiento» (Mehlum, Moene, & Torvik, 2006, pp. 2-3).

      Las clasificaciones contenidas en la tabla I.5 sirven para detectar fácilmente cuánto cayeron las instituciones en Argentina, definidas en términos generales, durante el auge en China en los años 2003-2013. En este respecto, Brasil salió marginalmente mejor librado del auge. De hecho, China, país que deplora el uso de estos indicadores y que ha solicitado reiteradamente ser eliminado de estas bases de datos, empata con las bajas clasificaciones correspondientes a Argentina y Brasil respecto a temas cruciales como calidad regulatoria, Estado de derecho, y percepciones sobre corrupción (2014). Al mismo tiempo, en clasificaciones sobre competitividad en general, China se ubica en el puesto 27, mientras que Argentina y Brasil ocupan los puestos 92 y 80, respectivamente. Ello sugiere un escenario en China en el cual, pese a comportamientos caracterizados por la avidez de rentas y la corrupción, instituciones favorecedoras de los productores funcionan en un grado tal que el crecimiento económico no se ha visto significativamente desalentado. Yuen Yuen Ang describe el entorno más amplio que ha facilitado una clasificación más alta de la competitividad en China: «Fue

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