Ciudadanías, educación y juventudes. Cristóbal Villalobos
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Comprender cómo se producen y circulan sistemas para razonar la normalidad y la diferencia en la categoría de género es el objetivo del texto escrito por Claudia Matus, Valentina Errázuriz y Luna Follegati en el tercer capítulo, titulado “Producción de mujeres como sujetos de segunda categoría en el espacio escolar. Más allá de las ideas normativas de género y ciudadanía”. Utilizando material etnográfico, las autoras dan cuenta de la persistencia histórica en la escuela de una feminidad normativa que condiciona la conceptualización y práctica de la ciudadanía, y que se transmite en una diversidad de formatos y lenguajes al interior de la escuela: desde la enseñanza de la Historia y Ciencias Naturales, hasta las pautas de crianza que transmiten las y los docentes. También relacionado con las identidades y las actitudes ciudadanas, el cuarto capítulo, “Discursos ciudadanos en torno a la diversidad sexual en las escuelas”, escrito por María Teresa Rojas, Pablo Astudillo y Mario Catalán, analiza las respuestas institucionales y las voces de los estudiantes sobre las identidades sexuales a través del estudio de tres casos (establecimientos) socioeconómicamente diversos entre sí, reflexionando cómo estos procesos potencian o limitan el desarrollo de la ciudadanía. Aunque se aprecian ciertos avances institucionales, los estudiantes expresan miradas críticas sobre las formas en que la comunidad de adultos reordena sus creencias o, al menos, sus disposiciones hacia la diversidad.
El capítulo cinco se focaliza en una última actitud ciudadana crítica para cualquier democracia: la adhesión al autoritarismo. Diego Carrasco, Andrés Sandoval-Hernández, Natalia López y Javiera Maturana analizan en el quinto capítulo, “Creencias antidemocráticas entre nuestros estudiantes”, la relación entre una práctica educativa—la discusión abierta en la sala de clases—y la adhesión al autoritarismo, a través de un análisis de una encuesta internacional de gran escala sobre el tema, encontrando que la discusión abierta sobre temas políticos y sociales en la sala de clases reduce las probabilidades de que los estudiantes acepten prácticas autoritarias. A partir de esto, indican que la implementación de este tipo de prácticas requiere de soportes adicionales como las relaciones positivas profesor-estudiante, y la valoración de la participación por parte de los estudiantes en el sistema escolar.
La segunda parte del libro se denomina “Conocimiento cívico y formación ciudadana. El aprendizaje de la ciudadanía”. Como indica su título, esta parte del libro incluye estudios sobre distintos aspectos del conocimiento cívico y del aprendizaje de la ciudadanía, incluyendo análisis críticos de las últimas reformas escolares implementadas, los factores escolares (y extra-escolares) que podrían estar modelando este conocimiento y la influencia en la formación cívica de otros agentes socializadores no usualmente considerados en el proceso educativo. De esta forma, esta parte del libro busca analizar el conocimiento cívico como un hecho social que se influye, transforma y modela según el contexto escolar, pero también familiar y social de los y las jóvenes.
Los dos primeros capítulos de esta sección se focalizan en analizar y evaluar los cambios institucionales educativos sobre la materia ocurridos en los últimos años. El capítulo seis, escrito por Patricia Ojeda, Paula Neira, Amaranta Cartes, María Teresa Cortés, María Jesús Morel y Carmen Gloria Zúñiga, se titula “La formación ciudadana en las escuelas chilenas. Leyes vacías”. Específicamente, el capítulo se focaliza en analizar la forma en que los Planes de Formación Ciudadana (PFC) se han materializado en ocho escuelas del país, usando múltiples fuentes de información cualitativa, que incluyen entrevistas y observaciones de aula, entre otras. A pesar de existir algunas diferencias entre escuelas, las autoras concluyen que los PFC son entendidos en las escuelas como una imposición, debido a que no fueron generados en conjunto con las comunidades educativas, limitando así las posibilidades de construcción ciudadana juvenil en la escuela. En una línea complementaria, Silvia Redón, Natalia Vallejos y Camila Beláustegui analizan las creencias y concepciones de los docentes de educación para la ciudadanía en el séptimo capítulo, titulado “La educación para la ciudadanía en las voces del profesorado”. Usando datos de casi 100 entrevistas a docentes, las autoras muestran cómo el discurso docente está alejado muchas veces de los mandatos institucionales-técnicos, no existiendo el espacio para abordar con autonomía las realidades diversas y plurales de la juventud en la escuela, llamando a revalorizar el componente político en la educación, la formación docente y la escuela.
Los siguientes dos capítulos abordan el conocimiento cívico y sus influencias familiares y escolares, usando como fuente principal el Estudio Internacional Educación Cívica y Formación Ciudadana (ICCS 2016). Por una parte, Daniel Miranda y Anaís Herrera-Leighton escriben “Conocimiento cívico: concepto, antecedentes y consecuencias para Chile” en el capítulo ocho. En este se realiza una extensa discusión sobre el concepto de conocimiento cívico, con un foco principal en dar cuenta cómo este constructo se ha medido y qué evidencia de factores incidentes hay hasta la fecha. Considerando esto, los autores analizan los resultados de Chile en la prueba ICCS 2016, que muestran que, si bien los jóvenes chilenos presentan niveles más altos de conocimientos que otros países de la región, estos son menores y muy lejanos a los de países europeos. Adicionalmente, se observa que el porcentaje de estudiantes que adquieren altos niveles de sofisticación es relativamente bajo. Con un foco distinto, Ernesto Treviño y Catalina Miranda también utilizan los datos de ICCS 2016, pero para dar cuenta de los factores escolares que influyen en un elemento específico: la concepción de buena ciudadanía que construyen los jóvenes. Este es el foco central del capítulo nueve, titulado “El desafío de formar jóvenes ciudadanos en la escuela chilena: un análisis empírico”. Usando una tipología de buena ciudadanía, concluyen que, en el caso chileno, a medida que las escuelas proporcionan más oportunidades de discusión abierta sobre temas políticos y sociales, junto a una buena relación con el docente, hay más probabilidad de adhesión a las normas ciudadanas en los y las jóvenes del país, dando así cuenta del potencial transformador del sistema educativo.
Cierra esta sección el capítulo diez, titulado “Medios, televisión y formación ciudadana. Jóvenes frente a nuevas y viejas pantallas”, escrito por Cristián Cabalín, Lorena Antezana y Pablo Andrada. Desde una perspectiva de análisis crítico, los autores discuten las potencialidades educativas de la televisión, basándose en el análisis de uno de los géneros más vistos en televisión abierta por los y las jóvenes: las telenovelas. A través de un estudio de tres telenovelas contemporáneas, se muestra cómo estas piezas producen discursos sociales que pueden impactar en la formación ciudadana de las audiencias más jóvenes, abordando problemas cruciales en la vida cotidiana de la juventud: su experiencia con el gobierno, sus condiciones de vida y diversos asuntos ligados al ámbito emotivo y privado.
Finalmente,