Las parábolas del Evangelio. San Gregorio Magno

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Las parábolas del Evangelio - San Gregorio Magno Neblí

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a una red barredera que, echada en el mar, recoge toda clase de cosas. Y cuando está llena la arrastran a la orilla, y sentándose echan lo bueno en cestos, mientras lo malo lo tiran fuera. Así será el fin del mundo: saldrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos y los arrojarán al horno del fuego. Allí será el llanto y rechinar de dientes.

      ¿Habéis entendido todo esto? Le respondieron: Sí. Él les dijo: Por eso, todo escriba instruido acerca del Reino de los Cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas (Mt 13, 44-52).

      Ni la santa, cuya fiesta celebramos en este día, hubiera podido morir por Dios en cuanto al cuerpo, si primeramente no hubiera muerto en su interior a los deseos terrenales. Su alma, llegada a la cúspide de la virtud, no hizo caso de las torturas y despreció los premios: presentada ante los tribunales armados, se mantuvo firme, más fuerte que el verdugo, más elevada que el juez. ¿Qué decimos a esto nosotros, hombres ya fuertes y robustos, cuando vemos cómo débiles niñas van por medio del hierro al reino celestial? ¿Qué decimos nosotros, a quienes domina la ira, hincha la soberbia, perturba la ambición y mancha la impureza? Y si no podemos llegar a conseguir el reino de los cielos sufriendo persecuciones, al menos nos ha de avergonzar el no seguir a Dios por la vía de la paz. A ninguno nos dice ahora Dios: Muere por mí; sino: Mata en ti al menos los deseos ilícitos. Si, pues, no queremos sujetar los deseos de la carne, ¿cómo llegaríamos a dar la misma carne en caso de persecución?

      Al final del Santo Evangelio de este día se añade: «Por consiguiente, todo escriba docto en el reino de los cielos, es semejante a un padre de familia que saca de su cofre lo antiguo y lo nuevo». Si entendemos por lo nuevo y lo antiguo de que se hace mención ambos Testamentos, no podemos admitir que Abrahán fuese docto, el cual, aunque conoció los hechos del Antiguo y del Nuevo Testamento, no publicó las palabras. Tampoco podemos comparar a Moisés con el padre de familia, porque si bien explicó lo referente al Antiguo Testamento, no manifestó la materia del Nuevo. Por consiguiente, excluida semejante inteligencia de estas cosas, tenemos que buscar otra. En todo lo que dice la misma Verdad con estas palabras: «Todo escriba docto, en el reino de los cielos, es semejante a un padre de familia», puede entenderse que no se habla solamente de los que hubieren pertenecido a la Iglesia; sino de todos los que podían haber pertenecido, los cuales sacan a luz cosas antiguas y nuevas, cuando con sus palabras y sus obras nos dan a conocer las predicaciones de ambos Testamentos. Puede entenderse también de otra manera. Lo viejo del linaje humano fue bajar a las mazmorras del infierno, sufrir por sus pecados tormentos eternos. Mas por la venida del Mediador se le agregó una cosa nueva, a saber, que, si cuida de vivir bien, puede penetrar en el reino de los cielos; y que el hombre nacido en la tierra muera de esta vida corruptible para ser colocado en el cielo. Hay, pues, lo viejo: que el linaje humano muera por la culpa para pena eterna; y lo nuevo: que, convertido, viva en el cielo. Y así, lo que el Señor añade en la conclusión de su plática, es ciertamente lo mismo que había dicho anteriormente. Primero hace la comparación del reino de los cielos con el tesoro escondido y con una piedra preciosísima, y después habla de las penas del infierno y del fuego con que serán atormentados los malos; y para concluir, añade: «Por consiguiente, todo escriba docto,

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