¡La calle para siempre!. oscar a alfonso r

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¡La calle para siempre! - oscar a alfonso r

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de bajos estratos, sin recursos para sobrevivir, quienes, de un lado, padecen la xenofobia en Colombia, y por otro, generan inseguridad y miedo entre los colombianos tras el incremento de homicidios y de robos en la capital. La Candelaria, Los Mártires y el barrio Santa Fe, que equivaldría al centro histórico de la ciudad, aquel que habría que cuidar y cultivar culturalmente, después del cierre del Cartucho y del Bronx (2016), han pasado a transformarse en áreas peligrosas y de un alto índice de mendicidad, donde los robos, entre otros actos criminales, son muy habituales. La carrera séptima, que tendría que ser una de las calles más hermosas de Bogotá, ha pasado a convertirse en lugar de tránsito para miles de habitantes de calle y de vendedores informales que sobreviven como buenamente pueden. De ahí, el desplazamiento de los estratos sociales más altos y acomodados en la ciudad hacia el norte, donde no se observa la cruda realidad de miles de habitantes de calle cada día pidiendo.

      El nivel de pobreza y de desigualdad se hace patente en el casco histórico de Bogotá, que durante la cuarentena se ha llenado de policías en motos para controlar áreas que están completamente habitadas por seres humanos que han aprendido a hacer de la calle su estilo de vida; una gran mayoría con enfermedades mentales sin tratar o agravadas por el consumo de alcohol y de drogas. Sin embargo, también se encuentran casos de personas de gran vulnerabilidad, como son los niños huérfanos de padres desaparecidos o víctimas del conflicto, mujeres indígenas que piden para salir adelante en la carrera séptima o, incluso, mujeres desplazadas por el conflicto armado en Colombia que no tienen verdaderamente hacia dónde ir. Ahora, a estas historias se les suman muchas historias de mujeres venezolanas, madres, cabeza de familia, que llegaron a Colombia en busca de una vida mejor, y que terminan en barrios como el Santa Fe o La Candelaria, sin saber muy bien qué hacer después, algunas dadas a la prostitución para sobrevivir, especialmente, cuando una cuarentena ha paralizado durante meses casi por completo la economía informal y, en lugar de dar trabajo, lo que ha provocado, han sido miles de despidos de personas que se sostenían gracias a los bares, a los restaurantes, a los locales y a los hostales del centro histórico de la ciudad, muchos hoy con letreros de ‘se vende’ o ‘se arrienda’, como ha sucedido con el restaurante La Romana de la avenida Jiménez (calle 13).

      ‘Los países que registran los mayores problemas sociales son los que sufren mayor desigualdad’, se afirma en el capítulo IV de La calle para siempre, dedicado al aporicidio y a la limpieza social. Ahora bien, ¿cómo se va a transformar el Centro Histórico de Bogotá después de cinco o seis meses de cuarentena, con un agravado incremento de pobreza y desigualdad? Les invito a prestar especial atención a las páginas que leerán en este libro, donde no solo se habla de la habitanza de calle en Bogotá, sino también en ciudades como Nueva York, Ciudad de México, São Paulo, Caracas y Buenos Aires. Acompañemos de historias e imágenes esta investigación, del mismo modo, que hemos de dotar de humanidad esta realidad en Colombia.

       PRESENTACIÓN

      Óscar A. Alfonso R.

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      ¡La calle para siempre! es la respuesta que un habitante de la calle dio a un agresor que, además de inculparlo de un hurto que no había cometido, lo sometía arma de fuego en mano al manido ultimátum ¡hable ahora o calle para siempre! De tanto escuchar la anécdota de cómo la agilidad mental de esta persona le permitió salvar, al menos en ese instante, su vida, surgió el convencimiento de que no había mejor título que este para el libro que les presento. En eventos académicos, entre autoridades locales y en las charlas espontáneas sostenidas a lo largo de los dos últimos años en el centro tradicional de la ciudad con una treintena de habitantes de sus calles, la anécdota se recrea con diferentes connotaciones y, como seguramente ha ocurrido, con algunas tergiversaciones.

      Esto último es intrascendente, lo crucial es lo que el mensaje encarna en el contexto de la investigación. “La calle para siempre” expresa, desde un punto de vista crítico, la existencia de un fenómeno social que carece de connotación política y, por ello, acostumbra a juzgársele como algo irresoluble. A estos juicios subyace un pésimo sentido común, que sostiene que, si hay uno o 10.000 habitantes de la calle en Bogotá o en cualquier otra metrópoli, es porque así debe ser. Y de estos mismos convencimientos es que emana la idea segregacionista de que la solución es someter a los habitantes de la calle arbitrariamente a alguna tarea en algún dominio lejano para que no incomoden como desean muchos comerciantes, engatusarlos con un viaje de placer por el mar Caribe para luego hundir el barco en altamar como en la obra de García Márquez, o simplemente degollarlos masivamente al “estilo maoísta” como sugiere un aporocida macondiano que negocia con el suelo en el centro tradicional.

      “La calle para siempre” alude entonces a un fenómeno de raigambre societal, noción que en su etimología es un anglicismo que cualifica a esos fenómenos sociales que, por diferentes razones, no gozan de connotación política alguna, siendo en tal olvido en el que se debe buscar las razones de su perennidad.

      Desde una perspectiva societal, es ineludible la alteridad como práctica cotidiana, así como en el desarrollo de la investigación es parte del método de análisis e incide en el de exposición. Al intentar colocarnos en la piel del habitante de la calle, corremos el riesgo de sesgar nuestro análisis, pero esto es controlable. Las teorías y las estadísticas ayudan en tal propósito, pero aún más el estar consciente de lo que se está haciendo. Por el contrario, si se deshecha la alteridad, el riesgo de convertir estos resultados en uno más de otros tantos es inevitable.

      El contenido de estos primeros párrafos es indispensable para comprender los objetivos que se procuran alcanzar con la investigación. De hecho, no se consiguieron plenamente, pero en el intento surgió la posibilidad de abordarlos en una segunda etapa que ya está en curso. Contribuir a la elaboración de un lenguaje diferente con el que se evite reiterar los preconceptos que obstaculizan la comprensión del fenómeno de la habitanza de la calle, es el propósito fundamental del que se desprende el fin último, cual es realizar una denuncia propositiva que aporte a una solución dignificante, preventiva, participativa y eficaz para los habitantes de la calle.

      Estos propósitos orientaron la construcción del subtítulo del libro. El preconcepto más difundido y comúnmente aceptado, es que el habitante de la calle está allí por drogadicto, y que estando allí continúa con su hedonismo. Invito a los lectores a descubrir en este libro que eso no es verdad. Más aún, que en la toxicomanía de los habitantes de la calle, más que los placeres que advirtió Lacan, se encuentran los sufrimientos y penalidades que degradan la vida del ser humano y que estudia Derrida en Pharmacea.

      Hay otros preconceptos aún más difíciles de remover del imaginario colectivo, y en esta obra no eludimos ese reto. Para comenzar, la habitanza de la calle no es una elección libre. Los habitantes de la calle poseen las capacidades para ser libres, pero el entorno social conspira de diferentes maneras para que no lo sean. Esta es la idea de fondo que orienta de inicio a fin este libro, y está asociada a la noción de la metacapacidad que, tal como advierte Jiménez (2016, p. 6), es inasumible desde los enfoques de las capacidades sociales y aun de las contracapacidades, por ejemplo, pues en ellos se concibe la seguridad humana como ausencia de vulnerabilidad; en tal sentido, habría que precisar, escapa también a la comprensión desde la ética individualista de las oportunidades.

      El libro está organizado en tres partes.

      La primera parte contiene, so pretexto de reconstruir un estado del arte sobre la habitanza de la calle, una exposición sobre los determinantes del entorno social que alientan el desplazamiento de las personas a la calle. Esta discusión busca, por tanto, esclarecer que no se trata de una decisión libre. Como ocurre en un sinnúmero

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