Distancia social. Daniel Matamala
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Distancia social - Daniel Matamala страница 3
Algunos títulos de la Colección Tal Cual Catalonia - Escuela de Periodismo UDP
A Blanca, por las risas, las aventuras y las lágrimas, compartidas y por compartir.
A Marina y Eloy, por hacer que cada día merezca ser vivido.
A Rosmarie, mi mamá, por creer siempre en mí.
A los científicos, médicos y personal de la salud, que han dado la batalla por todos nosotros.
Y a todas las familias que hoy tienen un puesto vacío en sus mesas.
Y sin embargo, la esperanza
Durante los últimos dos años, los chilenos hemos vivido en una montaña rusa. Del estallido a la Convención Constitucional. De un lejano virus a las cuarentenas, el aislamiento y las muertes. De una sociedad de clase media al regreso de la pobreza dura, los campamentos y las ollas comunes. De la violencia urbana a los atropellos a los derechos humanos, de los toques de queda a los militares en la calle. Como nos advertía Nicanor Parra al invitarnos a su Montaña Rusa, “suban, si les parece / claro que yo no respondo si bajan / echando sangre por boca y narices”.
Aunque a esta montaña nadie decidió subirse, los efectos sobre nuestra salud física, mental y social han sido devastadores.
Y sin embargo, la esperanza.
Estos dos años terribles, desgastantes, sufrientes, han estado marcados siempre por la esperanza. Había esperanza en esa explosión participativa de la marcha más grande de la historia, en un acuerdo histórico para escribir una Nueva Constitución, y en un pueblo que, contra todo (contra la pandemia, las postergaciones y los agoreros), votó con voz atronadora por un proceso constituyente que sigue en plena marcha. Ha habido esperanza en la maratón electoral en curso. Incluso, en la solidaridad surgida al alero de la pandemia, con la rearticulación de un tejido social que parecía muerto, en poblaciones, en juntas de vecinos, en clubes deportivos y ollas comunes que surgieron para remendar la incapacidad del Estado.
¿Cómo reflejar esta época única en las limitadas posibilidades de un libro?
La primera decisión fue descartar los órdenes temáticos tradicionales, y presentar esta colección de columnas en simple orden cronológico. En esta montaña rusa, todo está mezclado con todo, bien confundido y zangoloteado. No podemos entender cada paso del proceso constituyente sin recordar lo que estaba ocurriendo en ese momento con la pandemia, ni entender el apasionado debate sobre los retiros de las AFP sin citar la discusión sobre las medidas sanitarias, ni comprender el impacto de la corrupción sin hablar también de la pobreza y el desamparo. Este será, entonces, un relato desnudo, una especie de diario de vida de cómo contamos, en tiempo real, a través de columnas semanales, esta época.
Estos dos años que jamás olvidaremos.
Pero un libro es también la oportunidad de profundizar sobre algunos temas que el formato de columna no permite. Lo hicimos mediante dos textos más largos. “Ese verano en Cachagua” es la crónica de un fenómeno a mi juicio tan decisivo como poco analizado en detonar el estallido: la decisión de convertir el segundo gobierno de Piñera en un triunfo ideológico de la derecha más ortodoxa y del gran empresariado. Creo que esta decisión, fundada en una errada interpretación del resultado electoral de 2017, y empujada por influyentes grupos de lobby empresarial, fue fundamental en llevar esta olla a presión que era Chile hasta su punto de ebullición.
Si ese texto trata de explicar el pasado reciente, las páginas que cierran el libro miran al futuro. En “¿Y ahora, qué?” la tesis es que la crisis social en Chile se debe a un desajuste entre política y economía. Es el efecto de las expectativas gigantescas que generó el país al ampliar el alcance de la educación superior, pero sin una estructura productiva que pudiera cumplirlas. Las medidas políticas, como una nueva constitución, son indispensables, pero se quedarán cortas sin una modernización de la economía chilena que transite desde el extractivismo hacia la complejidad y la innovación.
Superados esos dilemas, quedaba uno más. ¿Cómo resumir estos dos años y estas reflexiones en un título y una foto de portada? Entonces recordé una foto que había visto pasar por redes sociales en diciembre de 2020. Pegado en algún muro, un cartel con el mapa del Gran Santiago partido en dos. De un lado, las tres comunas en que ganó el Rechazo en el plebiscito constitucional. Del otro lado, todas las demás, donde se impuso el Apruebo. Debajo, la expresión que había marcado el discurso sanitario para combatir el Covid: “distancia social”.
El doble sentido que tienen esas dos palabras en Chile es evidente.
En mayo de 2020 el gobierno reconocía que sus proyecciones sobre la pandemia se derrumbaban “como un castillo de naipes”. La ignorancia de problemas como el hacinamiento le había impedido ejecutar políticas sanitarias efectivas, a la vez que seguía mezquinando las ayudas económicas para la población. Entonces, en una columna titulada “Sincera distancia social”, propuse que la élite no estaba dispuesta “a abandonar su cómoda distancia social, esa que le permite ignorar día a día la realidad” y que esta pandemia había reflejado en toda su brutalidad. Mientras un Chile se acomodaba e incluso prosperaba, con ganancias récord para los billonarios de Forbes y las isapres, el otro Chile quedaba cesante, enfermaba y moría más. Las autoridades insistían en recomendar “distancia social” para prevenir los contagios, pero, en una dimensión más profunda, esa misma distancia era la enfermedad que nos estaba matando lentamente a todos.
La autora de la foto (Katy Becker, agradecimientos para ella) no pudo encontrar el original, pero en cambio pasó por la misma esquina ocho meses después, en agosto de 2021, y volvió a fotografiar el cartel. Aún estaba ahí, pero apenas. Ajado, desgarrado por manos anónimas, borradas algunas letras, permanecía aferrado a ese muro.
Pese a todo.
Vi la nueva foto y supe que teníamos la portada.
Porque nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Nosotros también estamos ajados, desgarrados por una crisis sobre otra crisis encima de otra crisis. Por una vida cotidiana que nunca volvió a ser lo que era. Por una normalidad que ya olvidamos. Y pese a todo, igual que ese viejo cartel, seguimos aferrados, creyendo que esta sociedad puede sanar sus heridas y seguir adelante.
Sin embargo, con esperanza.
D.M.
Agosto de 2021
En los días, semanas, meses y años que siguieron a octubre de 2019, Sebastián Piñera solía repetir una reflexión cada vez que se le preguntaba por lo ocurrido, cómo los había tomado tan desprevenidos, cómo no habían prestado atención a las señales, cómo –para resumirlo en esa frase que se convirtió en un mantra de autoexculpación de la clase dirigente– “no lo vimos venir”.
“Cómo lo íbamos a ver”, repetía el Presidente de la República, abriendo ambos brazos. “Mire, ese Dieciocho se batieron todos los récords