Elementos históricos, políticos y militares para comprender las relaciones Colombo-Venezolana. Martha Ardila
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La formulación de la política exterior colombiana también ha estado sujeta a estas tensiones entre el pragmatismo y la ideología. Su política exterior, “ha tendido a estar dominada por una pequeña élite de política exterior, en la que el presidente sin excepción ha sido el jugador más importante” (Randall, 2011, p. 140), al punto que muchos de los presidentes establecen la agenda dejando con poca influencia al Congreso y, menos aún, a la opinión pública. Sin lugar a dudas es una política exterior sin consenso que muestra divergencias de las élites políticas tradicionales con los gobernantes de turno, como se pudo observar con el Plebiscito para la Paz durante el gobierno de Juan Manuel Santos y/o durante la actual administración de Iván Duque que representa al partido del Centro Democrático.
Un aspecto clave que aporta Randall, es la influencia histórica que ha establecido Estados Unidos en Colombia, siendo que el tema de la seguridad y defensa es el motivo de los acercamientos, mientras que en otros países como Venezuela ese mismo punto es la principal causa del distanciamiento. Esto obedece al cambio del discurso político influenciado por el componente ideológico, que según Puentes (2009), se ve reflejado en el discurso de Chávez al caracterizarse por ser “aparentemente elemental, pero con una carga ideológica enorme, basado en la afirmación, repetición y contagio, aunados al prestigio ganado tanto en las filas militares donde, se sabe, mostró sus dotes de buen conversador, más la imagen ganada” (Randal, 2011, p. 131). Además, su posición se ha visto respaldada por potencias extrarregionales como Rusia y China, quienes fortalecen su presencia en la región latinoamericana en la medida que Estados Unidos mantenga su influencia en las inmediaciones de estas dos potencias (Mijares, 2017).
Complementando lo expuesto, Antoni Kapcia (2011), plantea la creencia de que siempre la ideología en la política exterior es una exclusividad de los países desarrollados más fuertes, mientras que el pragmatismo sería el mejor activo para los países pequeños en vía de desarrollo. Algo similar podría decirse del argentino Carlos Escudé con sus aportes sobre el realismo periférico y la necesidad de construir alianzas con países dominantes.
No obstante, la política exterior de América Latina se ha configurado a través de perspectivas ideológicas contrapuestas que varían según el gobernante de turno. Chávez generó una fractura en la región debido a su postura contestataria ante Estados Unidos, modificó el comportamiento de relacionamiento frente a este país con un discurso antiimperialista, donde se intentaban abstraer principios ideológicos de izquierda que solo para ese entonces Cuba mantenía y que luego fueron seguidos por Ecuador, Bolivia, Argentina, Nicaragua y Brasil. En este sentido, la creencia de que la ideología en la política exterior está reservada exclusivamente a los países más fuertes y desarrollados, en tanto que el pragmatismo sería el mejor activo para los países pequeños en vía de desarrollo, no es del todo cierto.
Pero no solo lo ideológico y lo pragmático resulta relevante para el presente análisis. También capacidades duras vinculadas con el poder duro de las relaciones internacionales que nos ha llevado a debatir entre la carrera armamentista y/o las competencias militares en Venezuela.
1.2. ¿REARME O CARRERA ARMAMENTISTA?
Al respecto, Carlos Malamud & Carlota García (2006), se preguntan acerca de “si estamos frente a un proceso de rearme y una eventual carrera armamentista o si solo se trata de la renovación de unos equipos obsoletos” (p. 3). El interrogante surge bajo el indicio de que, en los años 2004-2005, algunos países latinoamericanos han tenido un incremento muy acentuado frente al gasto militar. Es el caso de Chile, con 3.401, Venezuela con 2.200 y Brasil con 1.342 millones de dólares, respectivamente, seguidos de lejos por Argentina con 80 millones de dólares, según cifras del Iiss y el Cadal, durante 2005. Como porcentaje de su PIB, acuerdo base de datos del Sipri, World Economic Outlook 2006, “los países que tienen un mayor gasto militar son Chile (3,8%), Colombia (3,7%) y Bolivia (1,9%), y los que menos son México (0,4%), Argentina (1%) y Perú (1,4%)” (Malamud & García, p. 4).
Al respecto, llama la atención que países cuyos gobiernos se encuentran alineados a la izquierda continental, se encuentren liderando las compras militares, siendo que se han caracterizado por sus posiciones antimilitaristas y rechazo al aumento de presupuesto para fines bélicos. Es el caso de Venezuela, quien argumenta que sus compras obedecieron al proceso de reposición del material viejo que ya cumplió su vida útil y la necesidad de luchar contra el narcotráfico y los grupos de paramilitares que delinquen en la frontera con su vecino Colombia (Malamud & García, pp. 6-7).
La diferencia entre Chile y Venezuela, en las compras, está en que el primero invirtió en tecnología de la cual carecía y, el segundo, en armamento y equipo para armar a la población que se incorporará como milicias bolivarianas, dentro de su doctrina de guerra asimétrica y con el fin de prepararse para una guerra irregular; Brasil, para controlar la Amazonía; Colombia que hizo compras por 3,4% de su PIB, para suplir las necesidades que le implica atender el conflicto interno; y Argentina para financiar su reforma militar de largo plazo. Concluyen que si bien no es una carrera armamentista a la altura de las grandes potencias, se ha demostrado que en la región existe una firme intención de comprar armas, así la intencionalidad no sea del todo clara. En síntesis, Malamud & García, identifican una creciente adquisición de equipamiento militar por parte de Chile, Brasil, Argentina, Venezuela y Colombia. Si bien no corresponde a una dinámica generada por una carrera armamentista, destacan que la mayor parte de la inversión fue realizada por Venezuela, un país que mantiene una fricción con Colombia debido a las dinámicas derivadas del conflicto armado (Malamud & García, p. 20) y del diferendo fronterizo. Adicionalmente, Gustavo Emmerich (2008), haciendo un balance del gasto militar, sostiene que el crecimiento de los gastos militares sudamericanos desde la década de los años 90, responde a una tendencia global que inevitablemente se encuentra articulada con aspectos ideológicos.
Lo anterior, desde una visión realista de las relaciones internacionales, responde al hecho de que la dinámica de rearme hace parte del balance de poder, un crecimiento acelerado histórico que no se había presentado en la región.
FIGURA 1. GRÁFICO GASTO MILITAR EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del Sipri (2020), en mm de dólares a precios de 2017.
En consecuencia, al igual que Malamud y García, Emmerich califica el aumento acelerado que se presenta en Sudamérica como una carrera armamentista en desarrollo y la atribuye a tres razones. La primera, a las disputas territoriales y de límites que históricamente se han dado en la región entre Chile con Perú y Bolivia, Perú con Ecuador, y Colombia con Venezuela. La segunda, obedece a diferencias ideológicas y políticas entre los países del hemisferio, incluyendo a Estados Unidos, destacando tres grandes bloques de gobiernos: 1) Izquierda radical y anti estadounidense, conformado por Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Cuba. 2) Gobiernos de izquierda moderada, los que procuran relación amistosa con Estados Unidos y propician cambios internos: Argentina, Brasil, Chile, Panamá, Perú y República Dominicana. 3) De centro o conservadores, los que están alineados con Estados Unidos, básicamente Colombia, México (de entonces) y la mayoría de los países centroamericanos. La tercera razón se encuadra en el “efecto espejo”, que son las compras de armamento que un país realiza impulsado por la de otro u otros países, buscando que sea del mismo tipo o mejor (también aplicable a los vendedores o proveedores de armas). Por tanto, concluye que es una carrera armamentista modesta, pero preocupante frente a la perspectiva militar y geopolítica que se da en Sudamérica, ya que aumenta las tensiones. También, que los recursos bien podrían aprovecharse para el desarrollo económico y social de la región (Emmerich,