Elementos históricos, políticos y militares para comprender las relaciones Colombo-Venezolana. Martha Ardila

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Elementos históricos, políticos y militares para comprender las relaciones Colombo-Venezolana - Martha Ardila

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de Paz Venezuela (2010), utilizando cifras del Sipri, acerca de la transferencia de armas a América Latina, en el que se demuestra que entre 1980 y 2010 Venezuela ocupó el segundo puesto, detrás de Chile, como el país de la región que más gastó en compras de armas, ascendiendo a un monto de 6.934 millones de dólares. De ese total, 3.472 millones de dólares se destinaron a la adquisición de aviones de combate (casi el 50%), seguido por 1.727 millones en buques de guerra y 676 millones de dólares en misiles.

      Sin embargo, al examinar las estadísticas del Sipri (2018) para el período 2012-2016, la adquisición de armas cayó en un 30% en el Cono Sur, pero continúa siendo la región del continente que más recibe importaciones con un 46%; Venezuela destaca como el mayor importador de armas en América del Sur, no obstante la caída en los precios del petróleo. Las compras provinieron de Rusia que vendió el 34% del material bélico adquirido en la región, seguido de Estados Unidos con el 16%, y Francia con el 8,1%. Evidentemente, se registró un aumento significativo del equipamiento militar en América del Sur durante el período 1980-2010, de acuerdo con las configuraciones en la geopolítica del hemisferio que se estaban generando en el escenario regional. También, es cierto que durante ese período no se registraron confrontaciones armadas interestatales, pero sí se generó un ambiente de inestabilidad acompañado por un discurso belicista de países como Venezuela.

      En contraste con los anteriores autores, Arlene B. Tickner (2009) sostiene que la región es una de las más pacíficas del mundo, debido a que los Estados suramericanos no se consideran adversarios entre sí; de ahí que las percepciones de inseguridad y amenaza existente entre los países es muy baja. En dichas circunstancias, Tickner considera improbable una carrera armamentista en Suramérica o que el rearme que se está experimentando pueda provocarlo, puesto que no existe en la región una relación directa o causal entre los tres factores fundamentales que visibilizan la carrera armamentista: adquisición de armamento, aumento del presupuesto militar o pie de fuerza. Esto tiene su explicación en que la región no ha caído en el dilema de seguridad4, por cuanto la lógica de acción y reacción con ocasión del aumento en gasto militar de un país frente a otro tampoco se ha dado.

      Por consiguiente, si bien el aumento del gasto militar desde 2003 ha tenido un aumento del 91%, este se encuentra justificado por la necesidad de modernizar o reemplazar sistemas que han cumplido más de 50 años de uso, como ha sido la situación de Brasil, Chile y Venezuela, los principales compradores. Hace la salvedad sobre las compras realizadas por Colombia argumentando su disputa territorial pendiente con Venezuela, así como la de Perú y Bolivia en menor escala con Chile. A lo expuesto por Tickner, cabe agregar que el caso de Colombia ha obedecido también a la inaplazable renovación de armamento y equipo, principalmente por el conflicto interno, sobre todo en lo que a repotenciación y modernización de aeronaves, artefactos navales y equipo terrestre se refiere. La perspectiva de Tickner se encuentra acorde con los planteamientos de Malamud & García (2006), quienes sostienen que el fortalecimiento de las capacidades militares responde a una búsqueda de balance de poder, en lo referido a la adquisición del equipamiento militar por la existencia de asuntos fronterizos no resueltos. Esta interpretación, mantiene una concepción realista del poder duro y permite generar un nuevo punto de partida que invita a analizar con mayor precisión el contexto coyuntural entre los países.

      Aunado a lo anterior, Jorge Battaglino (2010) argumenta que las compras que se hacen en la región, distan de la real dimensión del concepto de rearme cuyo significado histórico, además de ser muy preciso y específico, está directamente relacionado con una percepción de gran amenaza entre Estados y la presencia de una inminente guerra. Dicha amenaza posee como características esenciales el incremento del gasto militar, al igual que el aumento significativo de tropas y equipo de guerra, las cuales son fundamentales para determinar la existencia del fenómeno del rearme. Tampoco existen instituciones colectivas que propendan por la resolución de conflictos o que de existir sean ineficientes o fracasen, la compra de material bélico por parte de un Estado para reponer lo que ha perdido en una guerra o la cultura militarista que entraña un país cuando inicia el proceso de rearme.

      Battaglino coincide con Tickner (2009), en cuanto descarta una eventual carrera armamentista en la región. Esta aseveración se sustenta en el hecho de que dicho concepto se enmarca en un indicador clave con un sentido metafórico de acción y reacción. En otras palabras, el papel que juegan las compras de armamento y equipo entre dos Estados en términos de interdependencia, con dos atributos bien definidos: rapidez y reciprocidad.

      En consecuencia, por este solo indicador es posible descartarla en Sudamérica desde el año 2000. Consistentemente, las razones para el reciente incremento de compra de armamento obedecen más bien a otras dinámicas, tales como: competencia militar, mejorar la posición estatal sin asegurarse ventaja decisiva, mantenimiento del statu quo o modernización disuasiva, entre otras. Así las cosas, sobredimensionar las compras de armamento en la región, elevándose al concepto de rearme implica riesgos de carácter político que lleve a decisiones equivocadas en materia de seguridad y desarrollo, adquiriendo material y equipo de guerra cuando realmente no existe fundamento para hacerlo. Ello contribuye a crear una idea distorsionada de una región que ha sido tradicionalmente pacífica.

      Finalmente, Alejandro Hristodulopulos (2010) corrobora lo argumentado por Tickner y Battaglino, sosteniendo que en Sudamérica no existe una carrera armamentista, en términos clásicos, sino una modernización y mejoramiento del armamento. Esto se explica por la falta de entendimiento, en la forma como se comportan las compras y las razones por las cuales se originan; estas se pueden dar por el interés nacional o ante la presencia de amenazas, como un mecanismo de política exterior. Durante el proceso de indagación, se encontró que las motivaciones para las compras de armas en los cuatro países estudiados son diversas, según sean sus objetivos: actualizar o modernizar capacidades militares (Chile), atender las amenazas a la seguridad interna (Colombia), prepararse para una posible invasión de los Estados Unidos (Venezuela), dinamizar la industria militar y mejorar su posición internacional o ejercer liderazgo en la región (Brasil). Sin embargo, ninguna supone la respuesta a las adquisiciones de los países vecinos, por constituir una amenaza mutua a su seguridad. Tampoco encontró que los sistemas y equipos de guerra fueran equiparables entre sí, más bien varían de acuerdo con sus objetivos, al igual que los dispositivos militares. En consecuencia, no se entra en la definición tradicional de carrera armamentista, en torno al mecanismo de acción-reacción, por cuanto estos países no están buscando la superación recíproca de las capacidades militares (Hristodulopulos, 2010, pp. 4-5).

      Otro hallazgo tiene que ver con dos aspectos fundamentales para entender esta dinámica de rearme en la región: por un lado, las fuertes dictaduras que se dieron en gran parte de América del Sur, lo cual generó las desconfianzas naturales de la sociedad civil hacia el sector militar; por el otro, la redemocratización surtida en los países sudamericanos que habían sido objeto de las imposiciones dictatoriales, trajo consigo la necesidad de introducir reformas al interior de las fuerzas armadas después de la guerra fría. Frente al primero, dio lugar a un rezago del estamento armado por la reducción en el gasto militar, a lo cual se le sumaron las restricciones al gasto público por las reformas neoliberales, el fin de la guerra fría y la disminución en las importaciones de armas, desde 1979, mediante la moratoria en la venta de armas con alta tecnología por parte de Estados Unidos a los países latinoamericanos. En cuanto a lo segundo, se restablecieron en unos casos y se normalizaron en otros, las relaciones civiles militares que habían quedado rotas o deterioradas por las dictaduras. Esto fue favorecido por el fin de las crisis económicas que afectaron profundamente a la región en 1997 y en el 2000. También, por la necesidad de afrontar las amenazas no tradicionales y nuevas amenazas, especialmente las relacionadas con el narcotráfico, el terrorismo, tráfico de armas y la atención de desastres, entre otras.

      Ante este panorama es que se encuentra Sudamérica, en un período de recuperación, sin dejar de lado las rivalidades propias de las diferencias políticas e ideológicas, o la pugna por límites territoriales que caracterizan las relaciones internacionales en la lucha constante por el mantenimiento del poder en términos de soberanía y seguridad.

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