Elementos históricos, políticos y militares para comprender las relaciones Colombo-Venezolana. Martha Ardila
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En conclusión, se presentan dos perspectivas articuladas a la concepción teórica realista del poder: la naturaleza competitiva de los países por su supervivencia y la búsqueda de generar un balance de poder. Por una parte, la concepción ortodoxa de los autores que registran una carrera armamentista entre 1980-2010, materializada en la adquisición de equipamiento militar para obtener superioridad estratégica. Por otra parte, una concepción moderada, la cual niega que se haya dado una carrera armamentista, argumentando un progresivo aumento de la capacidad militar en la región como producto de las dinámicas propias de los países tras finalizar la guerra fría, la necesidad de actualizar material de guerra obsoleto, potenciar su armamento y también por los problemas limítrofes pendientes en el vecindario. En una u otra perspectiva, dentro del concierto de las relaciones internacionales regionales, se pone de manifiesto el poder duro como fuente natural y tradicional para la generación de disuasión estratégica. Es decir, evidencia la relevancia que cobra el poder nacional radicado en los medios militares y económicos, en procura de alcanzar intereses nacionales. En todo caso, el problema no radica en el monto destinado al presupuesto en defensa y gasto militar que haga cada país, ni al equipo bélico que se obtiene y posee, sino a la real intención que se tenga en términos políticos y estratégicos, lo que a la postre se constituye en la verdadera amenaza.
1.3. ENTRE LO ESTRUCTURAL Y LO COYUNTURAL
En las relaciones colombo-venezolanas inciden una serie de elementos históricos y también más recientes que permanecen con el paso del tiempo. Al examinar esos factores históricos que son estructurales, se percibe una marcada incidencia de este tipo de elementos en particular los relacionados con el diferendo fronterizo por el golfo de Venezuela o de Coquivacoa. En ellos, los análisis desde el punto de vista historiográfico, de la seguridad tradicional y de la amenaza existente que alteran la relación, adquieren un especial significado. Aquí la percepción de la interacción con lo militar resulta relevante, reconociéndose por la afectación a temas de soberanía e interés nacional. Al respecto, Samuel Rivera (2016) cuestiona sobre las percepciones que los oficiales colombianos del Ejército, Armada y Fuerza Aérea tienen de sí mismos, su relación con el interés nacional, y con sus manifestaciones de identidad. Define “las identidades a partir de la auto-representación que tienen de sí los oficiales de las fuerzas militares colombianas y su interacción con temas de interés nacional como es la construcción de paz” (Rivera, 2016, p. 2). De todas maneras, estas interacciones están influenciadas por las diferentes concepciones sobre el origen de la violencia y la forma como se entiende la paz.
Sobre la auto-representación de los oficiales militares, citando a Vasilachis (2003) y Auyero (2013), sustenta que esta “incluye atributos físicos, psicológicos y sociales, que pueden ser influenciados por actitudes, hábitos, creencias e ideas de la persona” (Rivera, 2016, p. 17). Por ello, considera entendible que la auto-representación de sí mismos muestra posturas ideológicas y ejecutorias de los subalternos que lideran. Es decir, la suboficialidad, los soldados e infantes de marina que conforman las fuerzas militares. En consecuencia, el poder en lo individual e institucional y la jerarquía juegan un rol preponderante e incide en el relacionamiento civil-militar.
Estos aspectos histórico-estructurales y sus visiones hacen parte de la política exterior venezolana durante el período examinado de 1999 a 2018, e incide en las relaciones con Colombia. La presencia de Hugo Chávez en el Palacio de Miraflores conlleva nuevas formulaciones de política exterior que muestran tanto ideologización como pragmatismo, que toma elementos estructurales y coyunturales, y que privilegia lo político sobre lo económico.
En 1999 llega al poder Hugo Chávez quien introduce cambios sustanciales a la política exterior venezolana. Sus primeros años analizados por Illera (2005) y Boersner (2008), se caracterizaron por un mayor nacionalismo latinoamericanista y tercermundista, el distanciamiento de Estados Unidos para aliarse con Cuba en una relación preferencial, y la restructuración de su política exterior para la unidad suramericana, no solo en lo político y militar, sino también en lo económico y social.
Para Illera, el gobierno de Chávez ha estado marcado por la polémica y la renovación, al desplazar los objetivos de Estado de la política exterior venezolana por los intereses políticos e ideológicos del movimiento revolucionario Socialismo del Siglo XXI, con lo cual ha logrado una rearticulación de la vida política de los venezolanos. La dinámica del proyecto chavista hace que sea estudiado desde la perspectiva de las relaciones internacionales, en la medida que la política exterior imperante, se convierte en el escenario propicio para lograr el objetivo planteado en términos de sostenimiento y consolidación de la revolución. Esto se explica, porque para su consecución se hace necesario el replanteamiento de prioridades geoestratégicas, obtener un papel protagónico en el sistema internacional, deslindarse de la dependencia estadounidense y buscar alianzas con países cuya ideología sea contraria a los intereses de Estados Unidos.
En la misma dirección, Boersner señala que esta política exterior agresiva en contra de Estados Unidos, las alianzas con países rivales de la política estadounidense, el incremento de actividades globales de la red bolivariana transnacional, se dirige a buscar apoyo ideológico para el proyecto bolivariano. Según Illera, también se orienta a la búsqueda de la integración latinoamericana, siguiendo los postulados bolivarianos que reivindican una integración más política y menos comercial, por medio del Alba y la Comunidad Suramericana de Naciones.
Siguiendo con Boersner, la política exterior adelantada por el gobierno venezolano se ha distanciado sustancialmente de los paradigmas que orientaron la diplomacia venezolana desde la década de los 60 hasta comienzos del 2000, para volcarse en una política exterior que define una nueva geopolítica en el plano regional, apuntalada bajo el marco conceptual del Socialismo del Siglo XXI, con el propósito de alcanzar la revolución bolivariana. Esta nueva geopolítica se caracteriza por las influencias ideológicas que traza el gobierno venezolano en su cambio diplomático, presentándose una ideologización de la política exterior, tomando como asunto relevante las alianzas estratégicas con otros países extraterritoriales afines al proyecto revolucionario, principalmente con Irán, Siria, Bielorrusia y Rusia, a la par de buscar un mayor acercamiento económico, social, cultural, científico y tecnológico con China, India, Vietnam y Malasia, entre otros. Al mismo tiempo, se empeña en la conformación de organizaciones internacionales (Alba, Unasur, Petrosur, Petrocaribe, Petroandina, Banco del Sur y Telesur), destacándose la importancia del petróleo en el plano político como una forma de poder regional.
Lo precedente es reforzado por Olga Illera, quien destaca que la política exterior de Venezuela se caracterizó por la disputa y la transformación a causa de los intereses políticos e ideológicos del movimiento revolucionario Socialismo del Siglo XXI, el cual configura la vida política de sus ciudadanos. Dicha dinámica implicó el replanteamiento de las prioridades geoestratégicas, entre las cuales se encontraba buscar protagonismo y liderazgo a nivel regional.
Edmundo González (2008), coincide con Illera en que el gobierno venezolano se distanció sustancialmente de los paradigmas que durante años orientó la diplomacia, lo cual se materializó en la reestructuración de su geopolítica en el plano regional. Todo esto impulsado por el marco ideológico del nuevo socialismo. Este aspecto, considera Boersner, responde al distanciamiento y las transformaciones sustanciales dadas por el cambio del modelo democrático representativo pluralista hacia otro tipo categorizado como democracia revolucionaria. De la misma manera, el cambio de la postura política generada por el discurso se identificó por una